La coronación de espinas no era un castigo común que los romanos aplicaban en contra de los condenados a muerte. Fue una invención de los soldados, diseñada para humillar cruelmente al Señor. En el tercer misterio doloroso del Rosario recordamos este episodio pero, ¿cómo pueden los cristianos profundizar aún más en este hecho y meditar en su significado más profundo?
John Grondelski, Doctor en Teología por la Universidad de Fordham (Estados Unidos), escribe para el National Catholic Register que, en un sentido teológico, la coronación de espinas “señala los pecados del pensamiento y de la mente”. Este episodio de la Pasión de Jesús se narra en todos los Evangelios, menos en el de San Lucas.
Precisamente, escribe el autor, es el Evangelio de San Juan el que “agrega un elemento importante” para meditar sobre el hecho.
Después de mandar a azotar al Señor, el procurador Pilato hace un último intento para salvarlo de la muerte. Medio muerto por la golpiza, señala Grondelski, lo presenta a la multitud con una frase para la historia: ¡Ecce Homo! (¡He aquí el Hombre!) (Jn 19,4).
“Pilato dice una verdad de la que él mismo tal vez no era consciente”, afirma el autor. Y añade: “Este es el hombre que Dios quiso que fuera el hombre. Este es el hombre que, como nos enseñaron constantemente el [Concilio] Vaticano II y el Papa San Juan Pablo II, 'revela plenamente al hombre a sí mismo'. Este es el hombre tal como Dios lo hizo”.
“Pero éste es también el hombre deformado, herido y degradado por el pecado. Esto es lo que el pecado le hace al hombre. (¡Y este hombre es inocente!)”, resalta Grondelski.