El Obispo de Orihuela-Alicante, Mons. José Ignacio Munilla, participó el pasado fin de semana en la Misa tradicional -sin presidirla- que ha autorizado a celebrar una vez al mes en la Basílica de Santa María y ofreció las claves de su valor como “faro” para iluminar el rito ordinario.
Durante la homilía, el Prelado expuso su interpretación sobre los dos beneficios que Benedicto XVI habría querido asegurar a la Iglesia al promulgar el motu proprio Summorum pontificum sobre las condiciones para la celebración de la Eucaristía según el rito previo al Concilio Vaticano II.
A su entender, el Papa alemán pretendía poner énfasis en la “continuidad, en contraposición con una clave de discontinuidad con la que se había recibido el Concilio Vaticano II” en muchos ambientes dentro y fuera de la Iglesia Católica.
Dimensión sacrificial de la Eucaristía
Mons. Munilla apunta además a que Benedicto XVI quería “subrayar la dimensión sacrificial de la Santa Misa”, no porque en el Novus Ordo no esté presente, sino porque en su implementación, “con frecuencia parecía que la Eucaristía tenía una dimensión convivencial en torno al altar de quienes allí se se reúnen olvidando la dimensión clave y central que es la del ofrecimiento del sacrificio de Cristo al Padre por la salvación del mundo”, destacó.
En este sentido, el Prelado insistió en que “la esencia de la Santa Misa es que cada vez que celebramos la Eucaristía vuelve de nuevo a renovarse, aunque de forma incruenta, el sacrificio de Cristo” cuestión que “incluso en determinadas Facultades de Teología”, fue “olvidada cuando no negada explícitamente”.