14 de diciembre de 2024 Donar
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Un cardenal, un arzobispo y un obispo de Estados Unidos revelan sus historias vocacionales

El Arzobispo Salvatore Cordileone, el Cardenal Sean O'Malley y el Obispo Earl Fernandes./ Crédito: Dennis Callahan/Arquidiócesis de San Francisco; Joaquín Peiró Pérez/ACI Prensa; Diócesis de Columbus.

Un cardenal estadounidense avanzó considerablemente en su proceso vocacional sirviendo en el altar al Venerable Fulton J. Sheen. Para otro obispo, arrodillarse en la tumba de San Pedro fue un momento crucial. Y un arzobispo afirma que la “belleza y majestuosidad” de la liturgia de la Iglesia Católica le ayudaron en su viaje espiritual.

El pasado noviembre, en la asamblea general de obispos de Estados Unidos en Baltimore, tres prelados estadounidenses que sirven en diferentes diócesis compartieron sus historias vocacionales con CNA —agencia en inglés de EWTN News—. Cada uno de ellos dijo sí a Dios y nunca miró hacia atrás.

Mons. Salvatore Cordileone

El Arzobispo de San Francisco, Mons. Salvatore Cordileone, de 67 años, contó a CNA: “Siempre supe que quería hacer algo valioso con mi vida, algo para mejorar el mundo, algo aventurero y no convencional”.

El padre de Mons. Cordileone, Leon, un veterano de la Marina, era pescador comercial en San Diego, y el futuro arzobispo pasaba mucho tiempo en el barco de su padre.

Relata que había muchos exmiembros de la Marina trabajando allí y que eso lo hizo imaginar ingresar al servicio militar: “tal vez sirva a mi país”, pensó.  

Pero hubo un cambio hacia el final de sus años de secundaria y durante su primer año de universidad, en la Universidad Estatal de San Diego, cuando se “volvió más espiritualmente serio”.

“Siempre me tomé mi fe en serio. Siempre la practiqué. Nunca dejé de ir a la iglesia. Incluso de adolescente, iba por mi cuenta. Pero luego empecé a ser más serio espiritualmente, pensando en las grandes preguntas de la vida: ‘¿Qué valor tiene todo? ¿Qué quiere Dios que haga?’”, contó.

Había un joven sacerdote en su parroquia a quien Cordieone consideró su “inspiración”, agregando que “su predicación realmente conectaba bien con las cosas con las que estaba lidiando, tratando de reflexionar” sobre su vida.

“Así que finalmente encontré el valor de hablar con él al respecto”, subrayó.

El sacerdote envió a Cordileone a un retiro de discernimiento en un seminario local. “No se me iba de la cabeza, así que supe que tenía que ingresar al seminario, al menos intentarlo”, explicó.

Mons. Cordileone aclaró que no estaba convencido de su vocación cuando ingresó al seminario inicialmente, agregando que “tomó algunos años”. “Y no estuve en paz hasta que lo acepté”, y agregó que le trajo “una sensación de libertad”.

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Esa sensación de libertad fue una confirmación para Mons. Cordileone de que Dios lo llamaba a ser sacerdote.

Asimismo, recordó que de niño y joven, la Eucaristía y la Misa fueron “fundamentales” para él. “Cuando era niño, eventualmente me di cuenta de que era diferente porque me gustaba vestirme e ir a la iglesia”.

El arzobispo dijo que fue la “belleza y majestuosidad” de la liturgia de la Iglesia y el frecuentar el sacramento de la Reconciliación lo que se inculcó en él desde joven y que lo ayudó en su viaje espiritual.

Mons. Cordileone fue ordenado sacerdote el 9 de julio de 1982. Fue ordenado Obispo Auxiliar de la Diócesis de San Diego el 21 de agosto de 2002, nombrado obispo de Oakland en 2009 y luego nombrado Arzobispo de San Francisco tres años después.

Cardenal Sean O'Malley

Para el Cardenal Sean O'Malley, Arzobispo de Boston, su vocación al sacerdocio surgió de dos bendiciones: su “familia llena de fe” y una parroquia de “maravillosos sacerdotes”.

El Cardenal O'Malley, de 79 años, manifestó que él, sus padres y sus hermanos estaban profundamente involucrados en la vida de la parroquia de St. Luke Evangelist en Lakewood, Ohio, y que se convirtió en monaguillo a los 6 años.

“Crecí con la antigua Misa donde a los sacerdotes no se les permitía celebrar sin monaguillos, y como vivíamos a sólo dos puertas de la iglesia, el párroco nos reclutó. Así que iba con mi hermano mayor a servir, y él me enseñó esas oraciones en latín cuando yo tenía 6 años”.

El Cardenal O'Malley describió la vida parroquial como “vibrante”, agregando que “la Eucaristía era el centro de ella”.

Cuando era niño, el tío del purpurado era sacerdote y lo bautizó. Eso, junto con los “maravillosos sacerdotes en la parroquia que estaban muy cerca de las familias y los niños”, causó una gran impresión en el futuro cardenal.

Uno de esos clérigos que desempeñó un papel en fomentar la vocación en el joven O'Malley fue nada menos que el Venerable Fulton J. Sheen, quien solía visitar la parroquia durante una semana cada año debido a su “amistad muy cercana” con el párroco.

El Cardenal O'Malley contó que durante las visitas del Arzobispo Sheen a la iglesia, predicaba un sermón todos los días, una práctica considerada inusual en ese momento y que sólo se hacía típicamente los domingos.

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“Me asombra cómo pudo predicar de una manera que conectara con todos. Quiero decir, éramos niños, pero nos sentábamos allí y probablemente no entendíamos la mitad de lo que decía, pero tenía una energía y una electricidad sobre él. Se conectaba contigo. Fue realmente sorprendente”, aseguró

El Cardenal O'Malley también reveló que se sentía “muy impresionado” al ver al Arzobispo Sheen rezar una Hora Santa frente al Santísimo Sacramento en la sacristía antes de la Misa. Incluso recuerda al párroco diciéndole: “El obispo está haciendo su Hora Santa; no lo molestes”.

“En sus escritos a sacerdotes y seminaristas siempre subrayaba cuán importante era eso en su espiritualidad. Y la Hora Santa siempre ha sido muy importante para mí también, como el tiempo ante el Santísimo Sacramento para observar y orar”, agregó.

El Cardenal O'Malley, un fraile capuchino, contó que un día su hermano mayor iba a hacer un retiro en un monasterio capuchino y él lo acompañó con su padre. El futuro cardenal conoció a un anciano fraile alemán que trabajaba en un jardín en el lugar y conversó con él por largo rato antes de regresar a casa.

“Cuando íbamos a casa, mi papá dijo: 'Ese viejo fraile es el hombre más feliz del mundo'”.

Al principio, el Cardenal O'Malley pensó: “No tenía una esposa hermosa, no tenía un buen auto, no tenía ropas bonitas. Qué trabajo tan aburrido, cavar ese jardín”. “Pero instintivamente, supe que lo que mi papá dijo era cierto, y él irradiaba paz y felicidad y bondad, y dije: 'Me gustaría ser feliz así'. Y me hizo empezar a pensar que hay otro camino hacia la felicidad”.

Después de asistir a una escuela secundaria dirigida por los capuchinos en Pensilvania, el Cardenal O'Malley ingresó al Seminario San Fidelis en la misma ciudad. Fue ordenado sacerdote capuchino en 1970, ordenado obispo en 1984, nombrado Arzobispo de Boston en 2003 y creado cardenal en 2006.

“He sido sacerdote durante 53 años. No siempre ha sido fácil, no siempre ha sido divertido, pero ha sido maravilloso, y lo haría de nuevo en un instante”, aseguró.

Mons. Earl Fernandes

El Obispo de Columbus, Ohio, Mons. Earl Fernandes, de 51 años, lleva más de un año siendo obispo, más de 20 siendo sacerdote, y asegura que no tiene “ningún arrepentimiento”.

Criado en una familia católica fiel en Toledo, Ohio, algo se “despertó” en Mons. Fernandes mientras estudiaba en el extranjero en Europa durante la universidad, asistiendo a Misa diaria, relató a CNA.

Mons. Fernandes ya había expresado interés en el sacerdocio en la secundaria al pedir que se enviaran materiales vocacionales a su hogar durante una clase en su escuela secundaria católica. En octavo grado, él y sus compañeros de clase tuvieron que predecir lo que cada uno sería dentro de 50 años, y “los míos predijeron que yo sería el primer Papa estadounidense”.

Mientras estudiaba en el extranjero durante la Navidad de 1992, Mons. Fernandes visitó Roma y su corazón comenzó a “latir fuerte” al ver los lugares de sepultura de antiguos papas.

“Y luego llegué a la tumba de San Pedro y me arrodillé. Supe en ese momento a lo que Dios me estaba llamando, y sin embargo, tenía miedo”, relató.

A pesar de su experiencia, regresó a casa, presentó su solicitud y fue aceptado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cincinnati. Su madre siempre lo animó a dedicarse al campo de la Medicina, como su padre. Tres de sus cuatro hermanos hoy son médicos.

“Mi madre también nos decía, oremos para que seas un buen niño, un niño alto y un médico, igual que mi papá. Pero me di cuenta de que, al final, puedes huir de Dios, pero él te perseguirá”, afirmó 

Mons. Fernandes continuó frecuentando Misa diaria y un día asistió a una iglesia donde había dos sacerdotes italianos ancianos, uno de 85 y otro de 75. Mons. Fernandes notó que estos sacerdotes eran “fieles y felices”. “Y pensé: ‘Podría ser tan viejo y ser sacerdote y ser feliz'”.

Finalmente decidió dejar la escuela de Medicina para discernir el sacerdocio en Roma. Después de un año de discernimiento, ingresó al seminario de Cincinnati.

Mons. Fernandes fue ordenado sacerdote de la Arquidiócesis de Cincinnati el 18 de mayo de 2002 y recibió la ordenación episcopal el 31 de mayo de 2022.

Al recordar su trayectoria vocacional, el prelado sostuvo: “Dios claramente me estaba llamando a ser sacerdote. Todas las señales estaban ahí”.

Mons. Fernandes mencionó que se siente constantemente alegre y sonríe a menudo.

“Bueno, esa es la alegría de ser sacerdote; la alegría de saberme amado por Dios y que él está presente y cerca. Realmente me trae mucha alegría y no puedo evitar compartir esa alegría con quienes me rodean”, concluyó.

Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.


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