que nos da consuelo y esperanza.
Te necesitamos, Madre,
porque tú eres la Inmaculada Concepción.
Tu persona, el hecho mismo de que existas
nos recuerda que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra;
que nuestro destino no es la muerte, sino la vida,
no es el odio sino la fraternidad, no es el conflicto sino la armonía,
no es la guerra, sino la paz.
Mirándote, nos sentimos confirmados en esta fe
que los acontecimientos a veces ponen a prueba.
Y tú, Madre, vuelve tus ojos de misericordia
sobre todos los pueblos oprimidos por la injusticia y la pobreza,
probados por la guerra: Madre, mira al pueblo atormentado de Ucrania,
al pueblo palestino y al pueblo israelí,
sumidos de nuevo en la espiral de la violencia.
Hoy, Madre Santa, traemos aquí, bajo tu mirada
a tantas madres que, como tú, están doloridas.
Madres que lloran a sus hijos asesinados por la guerra y el terrorismo.
Las madres que los ven partir en viajes de desesperada esperanza.
Y también las madres que intentan desatarlos de las ataduras de la adicción,
y las que los velan durante una larga y dura enfermedad.
Hoy, María, te necesitamos como mujer,
para confiarte a todas las mujeres que han sufrido violencia
y a las que aún son víctimas de ella,
en esta ciudad, en Italia y en todas las partes del mundo.
Tú las conoces una a una, conoces sus rostros.
Seca, te rogamos, sus lágrimas y las de sus seres queridos.
Y ayúdanos a hacer un camino de educación y purificación,
reconociendo y contrarrestando la violencia que acecha
en nuestros corazones y mentes
y pidiendo a Dios que nos libre de ella.
Muéstranos de nuevo, oh Madre, el camino de la conversión,
porque no hay paz sin perdón
y no hay perdón sin arrepentimiento.
El mundo cambia si cambian los corazones;
y cada uno debe decir: empieza por el mío.
Pero sólo Dios puede cambiar el corazón humano
con su gracia: la gracia en la que tú, María,
estás inmersa desde el primer momento.
La gracia de Jesucristo, nuestro Señor,
a quien engendraste en la carne,
que murió y resucitó por nosotros, y que tú siempre nos señalas.
Él es la salvación, para todo hombre y para el mundo.
¡Ven, Señor Jesús!
Venga a nosotros tu reino de amor, de justicia y de paz.
Amén.
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