Este 7 de diciembre, víspera de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco le ha enviado una carta al Arzobispo de Siracusa (Italia), Mons. Francesco Lomanto, por las celebraciones de los 70 años de las lágrimas de la Virgen de Siracusa, vertidas sobre la cabecera de una cama matrimonial, en la casa de una familia pobre.
El prodigio se produjo en 1953, en la humilde casa de los esposos Angelo Iannuso y Antonina Lucia Giusto. En su cuarto, los esposos tenían una imagen de la Virgen María hecha en relieve sobre yeso. Durante cuatro días, entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre, de los ojos de la imagen cayeron lágrimas humanas.
Los esposos Iannuso habían recibido la imagen del Corazón Inmaculada de la Virgen como un regalo de bodas, y la primera en ver el milagro fue Antonina, embarazada de su primer hijo.
“Desde entonces, la Iglesia siracusana ha custodiado con cariño y devoción tales lágrimas, que con frecuencia llegan a los enfermos, ancianos, sufrientes, comunidades eclesiales en varias partes del mundo, como signo de la presencia cercana y sentida de la Madre de Dios y nuestra”, señala el Santo Padre en su misiva.
“El llanto de María muestra su participación en el amor compasivo del Señor, que sufre por nosotros, sus hijos; que espera ardientemente nuestra conversión; que nos espera, como Padre misericordioso, para perdonarnos todo y siempre”, prosigue.
El Papa Francisco refiere que este prodigio se dio “en el precario contexto de la postguerra, en una modesta casa de pueblo donde vivía una humilde familia”. “Esas circunstancias recuerdan el amor privilegiado del Señor, amante de la vida, por los pobres y necesitados”, agrega.