A continuación, la catequesis del Papa Francisco sobre el celo apostólico y la pasión por la evangelización, pronunciada por Mons. Ciampanelli en la Audiencia General de este miércoles 6 de diciembre bajo el título “El anuncio en el Espíritu Santo”:
Queridos hermanos y hermanas,
En las catequesis pasadas hemos visto que el anuncio del Evangelio es alegría, es para todos y va dirigido al hoy. Descubrimos ahora una última característica esencial: es necesario que el anuncio se realice en el Espíritu Santo. De hecho, para “comunicar a Dios” no bastan la alegre credibilidad del testimonio, la universalidad del anuncio y la actualidad del mensaje. Sin el Espíritu Santo todo celo es vano y falsamente apostólico: sería solo nuestro y no traería fruto.
En Evangelii gaudium recordé que “Jesús es el primero y el más grande evangelizador”; que “en cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios”, el cual “quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu” (n. 12). ¡Este es el primado del Espíritu Santo! Por eso el Señor compara el dinamismo del Reino de Dios a “un hombre que hecha el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo” (Mc 4,26-27). El Espíritu es el protagonista, precede siempre a los misioneros y hace brotar los frutos. ¡Esta conciencia nos consuela mucho! Y nos ayuda a especificar otra, igualmente decisiva: es decir que en su celo apostólico la Iglesia no se anuncia a sí misma, sino una gracia, un don, y el Espíritu Santo es precisamente el Don de Dios, como dijo Jesús a la mujer samaritana (cf. Jn 4,10).
Pero el primado del Espíritu no debe inducirnos a la indolencia. La confianza no justifica la retirada. La vitalidad de la semilla que crece por sí misma no autoriza a los campesinos al abandono del campo. Jesús, al dar las últimas recomendaciones antes de subir al cielo, dijo: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos […] hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8). El Señor no nos ha dejado cuadernos de teología o un manual de pastoral para aplicar, sino al Espíritu Santo que suscita la misión. Y la audacia valiente que el Espíritu Santo infunde nos lleva a imitar el estilo, que siempre tiene dos características: la creatividad y la sencillez.
Creatividad, para anunciar a Jesús con alegría, a todos y en el hoy. En esta nuestra época, que no ayuda a tener una mirada religiosa sobre la vida y en la que el anuncio se ha convertido en diversos lugares más difícil, cansado, aparentemente infructífero, puede nacer la tentación de desistir del servicio pastoral. Quizá nos refugiamos en zonas de seguridad, como la repetición habitual de cosas que se hacen siempre, o en las tentadoras llamadas de una espiritualidad intimista, o incluso en un sentimiento mal comprendido de la centralidad de la liturgia.