“Creo que nuestros secuestradores pensaron que íbamos a morir antes de que pudieran cobrar el rescate. Uno de ellos sacó seis trozos de galletas y desató a Godwin para alimentarnos”, precisó el monje.
En el camino, los hombres fumaban todo tipo de sustancias, continuó Olarewaju. “Recogían algunas hojas, las trituraban y las juntaban en grandes rollos, que seguían fumando. En ningún momento sus labios estuvieron libres del humo”.
El peor día de su vida
Eze fue asesinado el 18 de octubre por la noche. Como se hizo usual, caminaba en la oscuridad delante de Olarewaju y Anthony Eze.
“Escuché a Godwin gritar muy fuerte. Uno de los hombres encendió una antorcha y pude ver a mi hermano de pie sobre un charco de sangre. Un gran trozo de madera le había atravesado el tobillo, dejando al descubierto su carne. Mientras luchaba por quitárselo de la pierna con las manos atadas a la espalda, tropezó y cayó en un gran pozo”, indicó Olarewaju.
Gravemente herido, Eze ya no pudo volver a caminar. Esto agravó el enojo de los secuestradores, dado que sus negociaciones para obtener el rescate no estaban saliendo como querían.
“Esa noche la paliza fue peor que las anteriores. Los hombres nos habían seguido amenazando con matarnos. Esa noche supimos que iban a cumplir sus amenazas”, relató Olarewaju. “Escuché a uno de los hombres rastrillar su arma. Dije una oración: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’ y oí un tiro. Fue a Godwin a quien dispararon”.
“Anthony y yo estábamos muy enojados. Les gritamos a los hombres, rogándoles que nos mataran también. Ya no podíamos soportar una tortura más”, compartió.
Eze fue asesinado en la orilla de un río con una fuerte corriente, y sus dos compañeros fueron obligados a arrojar el cuerpo al río.
“Hicimos todo lo posible para negarnos en medio de la paliza que nos dieron”, recordó Olarewaju. “Después de un rato, nos hicimos señales, sujetamos el cuerpo de nuestro hermano Godwin por el brazo y la pierna e intentamos saltar al río con él. Anthony saltó primero pero lo sacaron rápido. Tras eso, recibió una dura paliza”.
“No pude dormir el día que mataron a mi hermano Godwin. Los hombres prometieron matarme el jueves y hacer lo mismo con Anthony el viernes, a menos que recibieran dinero de nuestras familias, a quienes habían involucrado en sus nefastas negociaciones”, dijo Olarewaju, y agregó que los hombres tenían docenas de teléfonos móviles y un panel solar que mantenía fluida su comunicación con el monasterio.
Al ser preguntado sobre los que los animaba a seguir adelante, Olarewaju respondió: “Nos mantuvimos firmes en nuestras oraciones. De hecho, fue idea del hermano Godwin que sigamos con nuestras oraciones mentales. Nos hacíamos señales para orar en silencio ya que los hombres no querían escucharnos mencionar el nombre 'Jesús'”.
El monasterio benedictino está situado en el estado de Kwara, que limita con los estados de Kogi y Níger. El 21 de octubre, Olarewaju y Anthony Eze habían caminado hasta la frontera Kogi, a kilómetros de su comunidad.
Cuando se acercaron a Kogi, las negociaciones entre los secuestradores y su monasterio avanzaron y fueron liberados.
“Estábamos en muy malas condiciones”, dijo Olarewaju. “Pude mirar a mi hermano Anthony y ver que estaba al borde de la muerte”.
“Recuerdo haberme sentado en el asiento trasero del bus porque olía muy mal. Ya tenía cinco días sin cepillarme los dientes. No me había bañado y definitivamente, no me había cambiado de ropa”, contó.
Preparado para morir como mártir
“Me uní al monasterio con la esperanza de llegar al Cielo”, afirmó. “Después del secuestro y los horrores que viví, tengo claro que quiero algo más. Estoy dispuesto a morir mártir en este país peligroso. Estoy listo para morir en cualquier momento por Jesús. Lo siento muy fuerte”.
El monje resaltó que tiene buenos recuerdos de Eze, una persona tranquila y devota.
“El hermano Godwin era mayor que yo en el monasterio. Él me guió muchas veces”, recordó Olarewaju.
“A veces me sentaba a su lado en el oratorio y él me ayudaba a abrir el libro de oraciones. Algunos días, mientras jugueteaba con el libro de oraciones, él sentía mis luchas y me daba su libro ya abierto. Luego tomaba el mío, abría rápidamente la página y se unía al resto de nosotros para rezar o cantar. Era así de cariñoso y atento. No tengo ninguna duda de que el hermano Godwin está en el Cielo”.
Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente enACI África
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