El pasado mes de agosto se desataron una serie de ataques contra la comunidad cristiana de Pakistán, después de que se acusara a dos hombres cristianos de una presunta profanación del Corán. Como resultado, cientos de familias se vieron obligadas a abandonar sus hogares, que fueron saqueados y quemados por fundamentalistas islámicos.
Mons. Sebastian Francis Shaw, Arzobispo de Lahore, y quien fuera una de las voces defensoras de los cristianos durante aquellos días, expresó a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés) que los ataques fueron un punto de inflexión en las relaciones entre la Iglesia Católica y el islam.
Mons. Shaw cuenta que, en una rueda de prensa después de los primeros ataques, le mostró fotos de niños cristianos durmiendo a la intemperie a uno de los líderes musulmanes, que se emocionó mucho y le pidió perdón en nombre de todo el pueblo islámico de Pakistán.
El arzobispo recuerda, además, que la nación pakistaní se concibió como “un proyecto de libertad religiosa”, donde los hindúes pudieran encontrar refugio del estricto sistema de castas que reinaba en su país. Sin embargo, comenta que el auge del islamismo radical en los últimos años ha sido un problema que el gobierno no ha querido controlar, por miedo a provocar disturbios de la enorme mayoría musulmana de la población.
“Pakistán está tolerando todos los males, pero el problema es que luego ese mal se hace tan grande que es difícil de controlar. Muchas personas fueron detenidas tras los disturbios, en su mayoría miembros del partido extremista TLP [Tehreek-e-Labbaik Pakistan, un partido de ideología islamista radical]. Sin embargo, al gobierno le resulta difícil castigarlos por las repercusiones que ello podría tener en otras ciudades”, señala Mons. Shaw.
Asimismo, añade que históricamente el gobierno lo que hace es “forzar la reconciliación entre los cristianos y los agresores, para que les perdonemos, y puede que eso sea lo que propongan también en este caso”.