La historia bíblica de los judíos y los habitantes de Gaza ha estado unida desde muy antiguo. Tanto es así que el diácono San Felipe fue enviado por el Espíritu Santo al camino que unía Jerusalén y Gaza para una importante misión.
En los Hechos de los Apóstoles (8, 26-39) se narra que el Ángel del Señor ordenó a Felipe, uno de los diáconos escogidos por los Apóstoles, que fuera al sur tomando el camino desierto “que baja de Jerusalén a Gaza”.
Es preciso indicar que la Jerusalén de ese entonces abarca más o menos lo que hoy se conoce como la Ciudad Vieja de Jerusalén, donde está el Santo Sepulcro, actualmente bajo dominio israelí.
En el trayecto se encontró con un etíope eunuco (castrado), quien era ministro del tesoro de la reina de Etiopía, región africana al sur de Gaza y Egipto. El funcionario, que había peregrinado a la Ciudad Santa, regresaba a casa en su carruaje leyendo al profeta Isaías, pero no entendía una profecía.
La Biblia indica que “el Espíritu Santo dijo a Felipe: ‘Acércate y camina junto a su carro’”. Felipe obedeció y preguntó al ministro si comprendía lo que leía. El eunuco respondió que no y le pidió que se sentara en el carruaje.
De esta manera el santo, tomando las palabras del profeta le anunció el Evangelio de Cristo. Más adelante, al llegar a una zona donde había agua, el etíope pidió ser bautizado, profesando su fe en el Señor.