En el marco de la guerra entre el Estado de Israel y los terroristas de Hamás en Gaza (Palestina), destaca la historia de San Porfirio, Obispo de Gaza por el siglo V, a quien Cristo se le apareció con una misión especial: llevar agua milagrosa y paz a la población.
La tradición indica que San Porfirio (347-420 d.C.), oriundo de Grecia, siendo un joven de 25 años, lo dejó todo y se trasladó a Egipto, donde vivió como ermitaño. Luego, partió hacia Tierra Santa y vivió en una cueva cerca del río Jordán. Todos los días visitaba los lugares santos en la Ciudad Vieja de Jerusalén (actualmente bajo el dominio israelí), a pesar de padecer de fuertes dolores producidos por un reumatismo.
Un día, mientras estaba en el Santo Sepulcro, tuvo una visión mística de Cristo, quien le manifestó: “Te devuelvo la salud para que te encargues de cuidar mi Cruz”. Posteriormente, el santo fue sanado de forma milagrosa.
Porfirio fue creciendo en santidad, custodiando el fragmento de la Cruz que había en el Santo Sepulcro.
El Obispo de Jerusalén lo ordenó sacerdote en el 392 y, más adelante, fue enviado a la región de Cesarea, al noroeste de Jerusalén, donde el prelado del lugar necesitaba ayuda.
Según las crónicas, el santo tuvo un sueño en el que Cristo le señaló: “Hasta ahora te has encargado de custodiar mi Santa Cruz. De ahora en adelante te encargarás de cuidar a unos hermanos míos muy pobres”.