Cada 3 de noviembre se recuerda a Santa Winifreda de Gales, en el Reino Unido, quien murió luego de que un acosador le cortara la cabeza. Sin embargo, “volvió a la vida” gracias a una acción de su tío santo.
Según una antigua leyenda, que recoge el libro Vidas de los santos, Santa Winifreda solía seguir las enseñanzas de su tío San Beuno, hermano de su madre que construyó una iglesia. Por ese entonces vivía también un joven rico de nombre Caradogo.
El muchacho se enamoró de la doncella y, de manera obsesiva, quería casarse con ella, pero no logró convencerla. Entonces la siguió hasta el templo de su tío y, lleno de cólera, “le cortó la cabeza”. Se dice que el asesino fue tragado por la tierra y que en el lugar donde la santa murió surgió una fuente.
Su tío San Beuno colocó nuevamente la cabeza sobre el cuello de la joven y, tras rezar profundamente a Dios, Santa Winifreda resucitó. A ella sólo le quedó una pequeña cicatriz.
Más adelante, cuando el santo falleció, su sobrina ingresó a un convento y llegó a ser abadesa. Partió a la Casa del Padre por el 650 d.C., muchos años después de su “resurrección” milagrosa. Fue sepultada por el abad San Eleri, quien habría sido príncipe y primo de su madre.
A Santa Winifreda se le considera mártir por el ataque que sufrió un 22 de junio y por ello también se le conmemora en esa fecha.