13 de diciembre de 2024 Donar
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El Día de Muertos no es ni prehispánico ni pagano: es cristiano

Celebración del Día de Muertos en panteón mexicano/ Pablo Ignacio Osorio Torres/ CC BY-SA 4.0 DEED vía Wikicommons

La celebración del Día de Muertos en México es una festividad tradicional profundamente arraigada en la cultura del país y, a menudo, se ha considerado de origen prehispánico o pagano. Sin embargo, un artículo publicado en el sitio web del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México, precisa que se trata de una tradición cristiana.

En un estudio titulado El origen del Día de Muertos, el arqueólogo Víctor Joel Santos Ramírez, señala que, “contrario a la idea popular extendida y aceptada en México, el Día de Muertos no es de origen prehispánico y en sentido estricto tampoco es producto de un sincretismo indígena y europeo”.

Santos Ramírez es también Maestro en Arquitectura por la Universidad Autónoma de Sinaloa y ha escrito los libros La iglesia de la villa de Sinaloa. Arqueología histórica, El Colegio Jesuítico de Sinaloa y Las misiones jesuíticas de Sinaloa.

En su artículo, el arqueólogo mexicano indica que tanto la celebración de Todos los Santos, el 1 de noviembre, como el Día de Muertos, el 2 de noviembre, “tuvieron su origen en la Europa medieval” y “fueron instituidos por la Iglesia católica”.

“El día de Todos los Santos fue instituido el día 13 de mayo por el Papa Bonifacio IV en el año 609, para honrar a los protectores de la Iglesia, pero también para contrarrestar al paganismo”, indicó el experto del INAH, subrayando que de esta manera se buscaba asignar una fecha “principalmente a los santos desconocidos”, de tal forma que “ninguno se quedara sin fiesta y así, reunidos en un solo día, correspondieran a este homenaje intercediendo con mayor fuerza en la oración y en las súplicas de los creyentes”.

En el caso del 2 de noviembre, el día de los “Fieles Difuntos”, continuó, “fue dedicado a quienes ‘reposan en Cristo’, pero no alcanzaron la vida beatífica (el cielo), debido a que fallecieron sin haber cumplido las penitencias que les fueron impuestas en vida o fueron insuficientemente cumplidas, así como a quienes mantuvieron apego a la vida material”.

Este “Día de Muertos”, destaca, fue instaurado en el año 998 por San Odilón, “quien pidió que se celebrara al día siguiente de Todos Santos —de acuerdo con una revelación divina—”.

“Según Pedro Damián (biógrafo de San Odilón), esta celebración también se debió a que, en los alrededores de un volcán de Sicilia, se escuchaban a menudo voces y alaridos de demonios quejándose de que los vivos con sus limosnas y oraciones les arrebataban las almas de los muertos, por lo cual, Odilón dispuso celebrar anualmente en todos los monasterios de su jurisdicción la conmemoración de los fieles difuntos seguida de la fiesta de Todos los Santos. Esta práctica, según Damiano, se extendió posteriormente a la Iglesia universal”.

Con la llegada de los españoles y la fe desde fines del siglo XV, estas tradiciones comenzaron a celebrarse en tierras americanas.

“De acuerdo con Fray Toribio de Benavente ‘Motolinía’, entre los años de 1535 y 1540, ‘el día de los finados [Día de Muertos], casi por todos los pueblos de los indios dan muchas ofrendas por sus difuntos. Unos ofrecen maíz, otros mantas, otros comida, pan, gallinas, y en lugar de vino, dan cacao. Y su cera cada uno como puede y tiene, porque, aunque son pobres, liberalmente buscan de su pobreza y sacan para una candelilla’”.

Las tradiciones prehispánicas, “cuyas características eran otras y se realizaban en fechas distintas”, con el tiempo fueron “adoptando formas cristianas, hasta fusionarse casi en su totalidad, ya que el pensamiento en ambas tradiciones coincidía en celebrar a los muertos”.

Esto, manifiesta, se produjo “sin transgredir la liturgia católica establecida para este culto, es decir, en lugar de un sincretismo (una mezcla de factores exteriores), se llevó a cabo una síntesis (la unificación de los principios al interior del culto)”.

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Aunque hay tradiciones y creencias, como la de que los difuntos puedan volver a comer entre los vivos, que se mantuvieron pese a la evangelización de América, el arqueólogo subraya que las fiestas funerarias prehispánicas "con la conquista española, fueron prohibidas y erradicadas”, por lo que es “muy difícil que se hayan conservado vestigios de ellas”.

El arqueólogo señala luego que “las características que hoy en día distinguen a la celebración del Día de Muertos, con el colorido y dimensiones de los altares, los arreglos de flores, papel picado, el pan de muerto, frutas de temporada, alimentos preparados, los dulces de calaveras, las ricas ofrendas en los panteones, etc.” también “tienen sus antecedentes en la celebración de estas fiestas en Europa”, donde incluso "se elaboraban panes imitando a las reliquias" de los santos, así como dulces.

Sin embargo, continúa el arqueólogo, citando estudios realizados por la historiadora Elsa Malvido, sería hacia inicios del siglo XX que “las fiestas del 1 y 2 de noviembre fueron ‘reinventadas’, con el propósito de quitarle poder a la Iglesia católica y asociarlas con la idea nacionalista”.

Para ello, indicó, “era necesario desprenderla de todo significado religioso, convertirla en laica, y es a partir de entonces que se destaca la ‘muerte’ sobre lo ‘santo’”.

“Para tal efecto”, afirma el arqueólogo, Lázaro Cárdenas, que gobernó México entre 1934 y 1940, “se hizo rodear de intelectuales socialistas como Frida Kahlo, Diego Rivera, Octavio Paz y José Clemente Orozco”.

De acuerdo a Santos Ramírez, “lo reprochable no sólo fue desconocer el carácter religioso de esta fiesta para facilitar su aceptación en el proyecto nacionalista del Estado mexicano, sino difundir la falsa idea de que es una celebración de origen prehispánico, una mentira fabricada que ha venido repitiéndose hasta el día de hoy, legitimada por intelectuales, incluídos historiadores y antropólogos, así como por políticos”.

Esto, lamenta, se hace “ahora con una nueva modalidad”, la de “convertirla en un producto de consumo turístico, lo cual se ha venido concretando durante las primeras dos décadas del siglo XXI (el caso más notorio es el famoso desfile de muertos de la ciudad de México) y entonces sí, estaremos hablando de una celebración sincrética, vacua y anticultural”.

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