Cada 26 de octubre se conmemora al Beato Buenaventura de Potenza (Italia), cuya sangre se mantuvo en estado líquido y fresco después de muerto. Incluso, ante la presencia de un médico, el brazo del beato cobró vida porque su superior se lo mandó.
El Beato Buenaventura vivió entre los siglos XVII y XVIII, en Italia. Fue franciscano conventual. En su vida, siempre quiso pasar desapercibido, a pesar de sus virtudes, y le pedía a sus superiores que no le dieran ningún cargo. No obstante, fue nombrado maestro de novicios.
De acuerdo al libro Vidas de los santos del P. Alban Butler, le tenía devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, dogma que recién fue solemnemente proclamado casi dos siglos después. Además, según el Directorio Franciscano de santos profesó una especial devoción por la pasión de Cristo.
El P. Butler recoge en su obra un hecho milagroso y a la vez sorprendente, basado en el libro de biografías de santos y beatos franciscanos llamado Auréole Séraphique. Se dice que mucho tiempo después de que él había muerto en Ravello, “el vicario general de la diócesis pidió a un cirujano que extrajese un poco de sangre del brazo del beato”.
Ante el cadáver, que se sabía mantenía su sangre fresca, el vicario le dijo al ya fallecido Buenaventura que sacara el brazo. No obstante, éste no se movió. Entonces el representante de la diócesis le solicitó al sacerdote guardián (superior) del lugar: “Padre, mandadle por santa obediencia que saque el brazo”.
El sacerdote así lo hizo y, de pronto, Buenaventura “levantó el brazo y lo presentó al cirujano”. Todos se asustaron, pero luego se llenaron de admiración ante este hecho milagroso.