El Sínodo de la Sinodalidad convocado por el Papa Francisco ha vuelto a poner en primer plano el enfrentamiento entre corrientes internas de la Iglesia en disputa desde el Concilio Vaticano II.
Las acusaciones de manipulación en nombre de una agenda mundana, por un lado, y las presiones para la ordenación de mujeres, el fin del celibato sacerdotal obligatorio y la alteración de la moral sexual católica para aceptar la homosexualidad salieron a la luz nada más comenzar la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos, a principios de octubre.
"Ciertamente no podemos ignorar al mundo y por eso es un error atrincherarnos en el pasado. Sin embargo, nunca debemos olvidar que estamos en el mundo, pero no somos del mundo", expresó el Cardenal Agostino Marchetto a ACI Digital —agencia en portugués del Grupo ACI—. "No podemos subvertir la Tradición doctrinal y moral de la Iglesia para complacer al mundo. Miramos la Cruz de Cristo, gloriosa sí, pero Cruz al fin y al cabo", añadió.
Creado Cardenal por el Papa Francisco el pasado 30 de septiembre, el purpurado italiano es, según el propio Santo Padre, "el mejor intérprete del Concilio Vaticano II". Para el cardenal, "es necesario reforzar el diálogo interno en la Iglesia entre las distintas posiciones, entre quienes exaltan la fidelidad exclusiva a la Tradición y quienes, por el contrario, pretenden adaptarse al mundo".
ACI Digital: Algunos ven en el Sínodo de la Sinodalidad una oportunidad para aplicar finalmente las decisiones del Concilio Vaticano II, especialmente sobre la colegialidad en la Iglesia, que habría quedado en suspenso durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Cómo ve el papel del Sínodo a la luz de la hermenéutica del Concilio Vaticano II en continuidad con la Tradición de la Iglesia?
Cardenal Marchetto: El juicio sobre la suspensión del ejercicio del ministerio colegial en la Iglesia se desmonta fácilmente si pensamos en todos los Sínodos de Obispos celebrados durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. En su famoso discurso del 22 de diciembre de 2005 a la Curia Romana, el Papa Benedicto XVI señaló que, de hecho, el Concilio Vaticano II representaba la continuidad y no la discontinuidad con la Tradición católica. Y todos los Pontífices conciliares y postconciliares se han hecho eco de ello.