El Papa Francisco centró su catequesis de la Audiencia General de este miércoles 18 de octubre en la vida de San Carlos de Foucauld, ejemplo de evangelización y celo apostólico que “perdió” la cabeza por Jesús.
A continuación, la catequesis completa del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Proseguimos nuestro encuentro con algunos testigos cristianos ricos de celo en el anuncio del Evangelio. Y nosotros estamos repasando a algunos cristianos que han sido ejemplo de este celo apostólico. Hoy quisiera hablaros de un hombre que ha hecho de Jesús y de los hermanos más pobres la pasión de su vida. Me refiero a San Carlos de Foucauld, el cual, “desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos” (Cart. enc. Fratelli tutti, 286).
¿Cuál ha sido el “secreto” de Carlos de Foucauld, de su vida? Él, después de haber vivido una juventud alejada de Dios, sin creer en nada si no en la búsqueda desordenada del placer, lo confía a un amigo no creyente, al que, después de haberse convertido acogiendo la gracia del perdón de Dios en la Confesión, revela la razón de su vivir. Escribe así: “He perdido mi corazón por Jesús de Nazaret”. El hermano Carlos nos recuerda así que el primer paso para evangelizar es tener a Jesús en el centro del corazón, es “perder la cabeza” por Él.
Si esto no sucede, difícilmente logramos mostrarlo con la vida. Más bien corremos el riesgo de hablar de nosotros mismos, de nuestro grupo, de una moral o, peor todavía, de un conjunto de reglas, pero no de Jesús, de su amor, de su misericordia. Esto yo lo veo, en algún movimiento nuevo que está surgiendo. Hablan de su visión de la humanidad, hablan de su propia espiritualidad y se sienten un camino nuevo. Pero, ¿por qué no hablan de Jesús? Hablan de tantas cosas, de organizaciones, de caminos espirituales, pero no saben hablar de Jesús. Creo que sería bonito que hoy cada uno se pregunte: ¿Yo tengo a Jesús en el centro del corazón? ¿He perdido un poco la cabeza por Jesús? Carlos de Foucauld sí, hasta el punto que pasa de la atracción por Jesús a la imitación de Jesús. Aconsejado por su confesor, va a Tierra Santa para visitar los lugares en los que el Señor ha vivido y para caminar donde el Maestro ha caminado.