Fue mi primer viaje. Quiero decir una cosa interior más. Ni siquiera sabía dónde estaba Lampedusa. Pero he oído las historias. Leí algo y en oración escuché tú debes ir. Como si el Señor me enviaba allí, en mi primer viaje.
Clément Melki – AFP:
Buenas tardes Santo Padre, usted se reunió con Emanuel Macron esta mañana después de que expresara su desacuerdo con la eutanasia. El gobierno francés se dispone a aprobar una controvertida ley sobre el final de la vida. ¿Podría decirnos qué le dijo al presidente francés al respecto y si cree que puede hacerle cambiar de opinión?
Papa Francisco:
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Hoy no hemos hablado de este tema, pero lo hablamos en la otra visita, cuando nos encontramos, lo hablé claramente, cuando vino al Vaticano; le dije mi opinión, clara: con la vida no se juega, ni al principio ni al final. Con ella no se juega. Esa es mi opinión: custodiar la vida, ¿sabes? Porque entonces acabas con esa política del no dolor, de una eutanasia humanista. Sobre esto quiero volver a citar un libro, léetelo, es de 1903 pero es una novela, se llama The Lord of the World o The Lord of the Earth (tiene los dos títulos), escrito por Robert Benson el autor, es un escritor que habla del futuro, muestra cómo serán las cosas al final. Y quita las diferencias, todas, y también quita los dolores... y la eutanasia es una de esas cosas, la muerte suave, la selección antes de nacer... Esto nos muestra cómo veía este hombre los conflictos actuales. Hoy tenemos cuidado con las colonizaciones ideológicas que arruinan la vida humana y van en contra de la vida humana. Hoy se borra la vida de los abuelos, por ejemplo; cuando la riqueza humana entra en el diálogo entre abuelos y nietos... se borra: son viejos, no sirven. Con la vida no se juega. Esta vez no hablé con el presidente, pero la última vez sí, cuando vino y le dije mi opinión: con la vida no se juega, sea la ley de no dejar crecer al niño en el vientre de la madre, la ley de eutanasia en la enfermedad o en la vejez, esto no digo que sea una cosa de fe, es una cosa humana, humana; ahí está la fea compasión. La ciencia ha venido a hacer menos dolorosas algunas enfermedades dolorosas y las acompaña con mucha medicina. Con la vida no se juega.
Javier Martínez Brocal Ogáyar – Diario español ABC:
Santo Padre, gracias por responder a las preguntas, por este tiempo que nos lo dedica a nosotros, por este camino tan intenso y rico en contenidos. Hasta el último momento, Usted habló de Ucrania y el cardenal Zuppi acaba de llegar a Beijing. ¿Hay avances en esta misión? ¿Al menos en la cuestión humanitaria del regreso de los niños? Luego, una pregunta un tanto dura, ya que personalmente experimento que esta misión no ha logrado hasta ahora ningún resultado concreto. Usted en una audiencia habló de frustración. ¿Siente frustración? Gracias.
Papa Francisco:
Eso es cierto, se siente cierta frustración, porque la Secretaria de Estado está haciendo todo lo posible para ayudar en esto, incluso la “misión Zuppi” fue allí, hay algo con los niños que va bien, pero me viene a la mente esta guerra que también es un poco interesado no sólo en el problema ruso-ucraniano, sino también en la venta de armas, el comercio de armas. Decía un economista hace unos meses que hoy las inversiones que más ingresos generan son las fábricas de armas, ¡ciertamente fábricas de la muerte! El pueblo ucraniano es un pueblo mártir, tiene una historia muy atormentada, una historia que hace sufrir, no es la primera vez: en tiempos de Stalin sufrieron mucho, mucho, mucho, es un pueblo mártir. Pero no hay que jugar con el martirio de este pueblo, debemos ayudarles a resolver las cosas de la mejor manera posible, lo real es lo posible. En las guerras lo real es lo posible, no crear ilusiones: que mañana los dos líderes en guerra irán a comer juntos, pero en la medida de lo posible, donde iremos a hacer lo que sea posible. Ahora he visto que algunos países retroceden, que no entregan las armas, y se inicia un proceso donde el mártir seguramente será el pueblo ucraniano. ¡Y eso es una cosa fea!
Has cambiado de tema y por eso quisiera volver al primer tema, el viaje. Marsella es una civilización de muchas culturas, de muchas culturas, es un puerto de migrantes. Un tiempo había migrantes hacía Cayenne de ahí salían los condenados a prisión. El Arzobispo (de Marsella, ndr) me ha regalado Manon Lescaut para recordarme esta historia. Pero Marsella es una cultura de encuentro. Ayer en el encuentro con representantes de diversas confesiones – conviven musulmanes, judíos, cristianos - pero se ha la convivencia, es una cultura de la ayuda, Marsella es un mosaico creativo, es esta cultura de la creatividad.