El Papa Francisco celebró este sábado la Misa final en su viaje apostólico a Marsella (Francia), en medio de la cual recordó la necesidad “de un nuevo salto de fe” para la vida de la Iglesia, en especial en Francia y el resto de Europa.
“Hoy nuestra vida, la vida de la Iglesia, Francia, Europa necesitan esto: la gracia de un salto, de un nuevo salto de fe, de caridad y de esperanza. Necesitamos recuperar la pasión y el entusiasmo, redescubrir el gusto del compromiso por la fraternidad, de seguir corriendo el riesgo del amor en las familias y hacia los más débiles, y de reencontrar en el Evangelio una gracia que transforma y embellece la vida”, expresó durante la homilía pronunciada el 23 de septiembre en el Estadio Velódromo de Marsella.
Tras participar en la sesión final de los “Encuentros del Mediterráneo”, entre otras actividades, el Papa Francisco se trasladó hasta el estadio, en un trayecto donde estuvieron presentes cerca de 100.000 fieles. Al llegar, dio algunas vueltas dentro del recinto, y a las 6:15 p.m. (hora local), presidió la Eucaristía ante unas 50.000 personas.
El Pontífice inició su homilía con el relato bíblico de la visita de la Virgen a su prima Isabel, un momento en el que María, llevando al niño Jesús en su seno, fue recibida con una explosión de alegría por parte del niño que Isabel esperaba. El Papa ilustró cómo María, al igual que David, “se levantó y partió hacia la región de Jerusalén”, convirtiéndose en la verdadera Arca de la Alianza que introdujo al Señor encarnado en el mundo.
“María, por tanto, es presentada como la verdadera Arca de la Alianza, que introduce al Señor encarnado en el mundo. Es la joven Virgen que sale al encuentro de la anciana estéril y, llevando a Jesús, se convierte en signo de la visita de Dios que vence toda esterilidad", afirmó.