Cada 12 de septiembre se conmemora la fiesta del santo y dulce Nombre de María. Según la tradición, la Madre de Dios se llama así por un mandato celestial. Aquí los detalles.
El Beato dominico Santiago de La Vorágine (1230-1298), en su libro La leyenda dorada, recoge una historia muy antigua. Se dice que San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen, habían estado casados 20 años sin poder tener hijos. Por ello le prometieron al Señor que, si los bendecía con una criatura, ésta sería consagrada a su servicio.
En la fiesta judía de la Dedicación, Joaquín se dirigió al Templo junto a los demás varones. Cuando fue a depositar su ofrenda, el sacerdote lo sacó de allí reprochándole que no tenía hijos. El pobre Joaquín, avergonzado y triste, se retiró al campo.
Cierto día, un ángel resplandeciente se le apareció. El ser celestial lo animó a no tener miedo y le indicó que la llamada de atención que se le había dado en el Templo había sido injusta. Además, le señaló que sus oraciones habían sido escuchadas y que los méritos de sus limosnas a los pobres habían llegado al cielo.
Luego el ángel le explicó que en ciertas ocasiones el Señor no permite tener hijos por un tiempo para mostrar su providencia de una manera especial. Entonces, le dio ejemplos como el de la anciana Sara, madre de Isaac; el de Raquel, mamá de José (el de Egipto); y el de las madres de Sansón (el fuerte) y Samuel (el profeta). Todas ellas esperaron muchos años para concebir.
Posteriormente, le comunicó que su esposa Ana le daría una niña, a la cual debía llamar “María”. Entonces, le recordó que debían cumplir su promesa de consagrarla a Dios y le profetizó que de ella nacería el Salvador del mundo.