Si bien pensar en Mongolia puede evocar imágenes de pueblos nómadas atravesando estepas abiertas a caballo, la ciudad más densamente poblada del país tiene la triste reputación de estar entre las capitales más contaminadas del mundo, especialmente en invierno.
El Papa Francisco aterrizará en la capital mongola, Ulán Bator, el 1 de septiembre, fecha que coincide con el Día Mundial de Oración por la Creación, establecido por el Santo Padre en 2015 después de publicar su histórica encíclica ambiental Laudato si'.
Como el Pontífice reveló recientemente que está escribiendo una segunda parte de Laudato si’ en la que abordará las “crisis ambientales recientes”, es probable que haga del “cuidado de nuestra casa común” un tema clave de su viaje a Mongolia, que se desarrollará del 31 de agosto al 4 de septiembre.
La calidad del aire de la capital de Mongolia se volvió tan tóxica en 2018 que una agencia de las Naciones Unidas emitió un informe considerándola una “crisis de salud infantil”. Las mediciones de partículas finas en el aire que pueden ser absorbidas desde el tracto respiratorio al torrente sanguíneo —llamadas PM2.5— encontraron que el nivel era 133 veces mayor de lo que la Organización Mundial de la Salud considera seguro.
La contaminación del aire es causada en parte por los asentamientos que rodean la ciudad, en lo que se llama el distrito Ger, donde las familias pobres queman carbón crudo obtenido en el mercado negro, así como neumáticos, botellas de plástico y otros desechos en sus viviendas, llamadas yurtas, para mantenerse calientes en los inviernos. Cuatro grandes plantas de carbón en Ulán Bator también contribuyen a la contaminación.
“La contaminación del aire se ha convertido en una crisis de salud infantil en Ulán Bator, poniendo en riesgo a todos los niños y embarazos”, según el informe de UNICEF.