El próximo viaje internacional del Papa Francisco lo llevará a Mongolia, una democracia que se encuentra en medio de dos potencias autoritarias: Rusia y China.
Cuando el Santo Padre aterrice en la capital de Ulán Bator el 1 de septiembre, se convertirá en el primer Pontífice en la historia de la Iglesia en visitar Mongolia. Pero el viaje podría tener implicaciones geopolíticas más allá de la población de sólo 1.450 católicos.
Mongolia es una democracia postsoviética que continúa teniendo fuertes vínculos con sus vecinos geográficos China y Rusia, así como una importante relación diplomática con Estados Unidos, al que Mongolia llama su “tercer vecino”.
En el primer discurso del Papa Francisco en el Palacio de Gobierno mongol, el Sucesor de Pedro se dirigirá no sólo a los líderes democráticos de ese país, sino también al cuerpo diplomático local, que incluye a funcionarios de las embajadas de Rusia, China y Corea del Norte. Este discurso en particular presenta una oportunidad para que el Santo Padre envíe un mensaje a Moscú y Beijing.
Rusia
Los medios estatales rusos ya han señalado que están prestando mucha atención al viaje del Pontífice. El medio de noticias Tass, propiedad del Kremlin, incluso sugirió la posibilidad de una escala del avión papal en el aeropuerto de Moscú como lugar “neutral” para que el Papa Francisco se reúna con el Patriarca Ortodoxo Ruso Kirill.