15 de diciembre de 2024 Donar
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Papa Francisco: La Eucaristía es sacramento de amor, signo de unidad, vínculo de caridad

Imagen referencial. Papa Francisco con el Santísimo Sacramento en 2019. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

 En la mañana de este viernes 25 de agosto, en el Aula Pablo VI, el Papa Francisco recibió a los participantes en el peregrinaje promovido por las Hermanas Discípulas de Jesús Eucarístico, en conmemoración del centenario de la fundación de su instituto. 

Durante este encuentro, el Santo Padre recordó que este instituto nació para poner a la Eucaristía en el “centro de su vida”: "‘Sacramento de amor, signo de unidad, vínculo de caridad’ (Sacrosanctum Concilium, 47), como nos enseña el Concilio Vaticano II”. 

La fundación de las Hermanas Discípulas de Jesús Eucarístico en 1923 por el Venerable Obispo Raffaello Delle Nocche y las “intrépidas jóvenes Linda Machina y Silvia Di Somma”, afirmó el Papa Francisco, “marcó el comienzo de una historia de devoción, entrega y amor al servicio de los más necesitados”. 

“Amor, unidad y caridad. ¿Qué significa esto? Adorar, servir y reparar, es decir, llenar de ternura. No olvidemos que la ternura es uno de los rasgos de Dios: el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. No lo olvidemos”, añadió el Pontífice.

Aunque para el mundo pueda parecer "absurdo" abordar los problemas sociales a través de la oración de "adoración y reparación" de rodillas, siempre es efectivo, destacó el Santo Padre. 

Las Hermanas Discípulas de Jesús Eucarístico surgieron en una de las diócesis más pobres del sur de Italia después de la Primera Guerra Mundial y de la devastadora pandemia de la “gripe española”.

Fueron llamadas —expresó el Papa Francisco— a “llenar de ternura las heridas y los vacíos causados por el pecado en el ser humano y en la sociedad”, en primer lugar, “arrodillándose ante Jesús en la Hostia Consagrada y quedándose allí por mucho tiempo”. 

Mons. Delle Nocche recomendó que las hermanas permanecieran en oración ante la Eucaristía “incluso cuando parezca que no sentimos nada, en abandono tranquilo y confiado, porque ‘Magister adest’, ‘¡el Maestro está aquí!’ (Jn 11,28)".

“Para los criterios del mundo, esta estrategia de acción parecía absurda: frente a inmensas necesidades y con recursos casi nulos, ¿qué sentido tenía decirles a las hermanas que se arrodillaran a "adorar y reparar"? Sin embargo, como siempre, también en este caso, el camino de la fe y de la ofrenda de sí mismas funcionó”, aseguró el Santo Padre.

“La oración de esas valientes mujeres generó una fuerza contagiosa que pronto las llevó a emprender y promover obras de redención material, cultural y espiritual mucho más allá de todas las expectativas”, añadió. 

Hoy en día, las Hermanas Discípulas de Jesús Eucarístico cuentan con alrededor de 400 hermanas profesas, además de postulantes en casas de formación en Brasil, Filipinas, Ruanda e Italia. La congregación sigue teniendo una fuerte presencia en el sur de Italia, con 38 comunidades.

Ellas —sostuvo el Papa Francisco— “desataron una guerra diferente: una contra la pobreza, contra la injusticia; y propagaron una epidemia diferente: la del amor. Frente a la Primera Guerra Mundial, una guerra diferente contra la pobreza y la injusticia; frente a la epidemia, la "española", la epidemia del amor. Este fue su camino”.

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El Santo Padre instó a las Hermanas Discípulas de Jesús Eucarístico a continuar con su misión “en los cinco continentes, con los Centros Eucarísticos, las escuelas, las misiones y todos los servicios que realizan”. 

“Por lo tanto, partiendo del detenerse ante Jesús Eucaristía, Pan partido y Maestro que lava los pies de los discípulos (cf. Jn 13,3-15), aprendan ustedes también a mirar a los hermanos a través de la lupa de la Hostia consagrada”.

En este sentido, el Papa Francisco, siguiendo lo dicho por Mons. Delle Nocche, las invitó a ser “‘vasa Domini’, ‘cálices acogedores’, arrodilladas ante el Tabernáculo y con los brazos siempre abiertos hacia los hermanos”. 

Y les recordó citando una expresión de San Pablo VI: “La Eucaristía, ‘punto focal, cegador e iluminante’ de toda visión cristiana del hombre y del mundo, les impulse a cuidar”, de los miembros “más pobres, despreciados y marginados del Cuerpo de Cristo”. 

El Papa Francisco concluyó su discurso con una bendición y una petición: “Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Gracias!”.

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