En el bullicioso corazón del catolicismo que es Roma, el Arzobispo Georg Gänswein fue en su día un estrecho colaborador del Papa Benedicto XVI. El martes, el antiguo prefecto de la Casa Pontificia se vio buscando consuelo en una pequeña aldea bávara llamada Maria Vesperbild, que normalmente cuenta con una muy modesta población.
Sin embargo, en la Solemnidad de la Asunción de María, este tranquilo pueblo del distrito de Suabia de Baviera se transformó, atrayendo a varios cientos de peregrinos, todos deseosos de presenciar el regreso del Prelado alemán a la escena pública.
El contraste era marcado: de la grandeza de los pasillos del Vaticano a la serena sencillez de un santuario rural dedicado a Nuestra Señora. Pero fue aquí, entre las ondulantes colinas boscosas y los devotos peregrinos, donde la voz de Mons. Gänswein resonó con conmovedora claridad, llamando la atención sobre la importancia del día.
Los fieles en la Misa con Mons. Gänswein. Crédito: Bernhard Weizenegger / Maria Vesperbild
"Sólo podemos agradecer a la Madre Iglesia que se haya abstenido de domesticar o atontar la fe, prefiriendo exponerse al ridículo y a la incomprensión antes que acabar siendo una cosa resbaladiza e indiferente con la que nadie estará en desacuerdo, pero que ya nadie celebrará", señaló.