Cada 8 de agosto la Iglesia celebra al gran Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores más conocidos como Dominicos. El santo, estando en Roma, recibió dos objetos de manos de San Pedro y San Pablo con una importante indicación.
En el libro sobre los santos La leyenda dorada del Beato dominico Santiago de La Vorágine se cuenta que Santo Domingo se presentó al Papa Inocencio para pedirle su aprobación para el instituto que había fundado. Pero el Santo Padre no se mostró tan favorable.
Una noche el Pontífice soñó que la Basílica papal de Letrán, la primera basílica y madre de todas las iglesias del mundo, se empezó a resquebrajar. Cuando ya estaba por colapsar, el Papa vio a Domingo corriendo a sostener las paredes y muros. De esta manera evitó que se cayera.
El Santo Padre vio este sueño como una señal divina y envió a Santo Domingo donde sus seguidores. Él debía escoger con sus hermanos la regla que los guiaría y luego retornar a Roma para presentarla al Papa.
El santo fue con sus religiosos y eligieron la regla de San Agustín, pero lamentablemente Inocencio murió.
El Papa Honorio fue elegido y en 1216 Santo Domingo pudo volver a Roma para presentarse ante el nuevo Pontífice. Allí pidió nuevamente que se apruebe su institución. De esta manera, el nuevo Vicario de Cristo aprobó ese año la orden religiosa.