14 de agosto de 2024 Donar
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Hoy se recuerda a San Abel, quien respondió a los ataques de sus enemigos con humildad y oración

null/ San Abel, 5 de agosto / ACI Prensa

Cada 5 de agosto se conmemora a San Abel de Lobbes (Abel de Reims), monje benedictino, arzobispo de Reims (Francia) entre los años 743 y 748.

Nacido en Escocia (Reino Unido) emigró a la Europa continental donde recibiría el encargo de regentar a la Iglesia en Francia, dañada por las intromisiones del poder político.

Un ramillete de enemigos de la Iglesia

Carlos Martel (688-741), líder de los francos y abuelo de Carlomagno, de la misma manera como gozó de enorme prestigio por haber vencido en 732 a los musulmanes en Poitiers (lo que le valió detener la expansión árabe en Europa), así también se convirtió en un personaje cuestionable, amante del poder y constante interventor en asuntos eclesiales. Martel quería controlar a los obispos galos y se las arregló para favorecer el nombramiento de quienes le eran afines y la destitución de los que le resultaban incómodos. Cosa similar hizo con los abades de muchos monasterios. Además, no ocultaba su interés en apoderarse de los bienes y posesiones de la Iglesia, causando fricciones frecuentes e indignación entre los católicos.

A la muerte de Martel, Pipino el Breve (714-768), su hijo, quiso enmendar el daño hecho por su padre y nombró obispo de Reims a Abel, quien vivía en un monasterio en Bélgica. El deseo de Pipino era que la Iglesia en Galia recuperase su fortaleza espiritual.

Por su parte, el arzobispo depuesto de Reims, llamado Milo, mantendría una postura hostil contra Abel y conspiraría una y otra vez para sacarlo. Abel ni siquiera había logrado ser bien recibido en su sede episcopal, todo lo contrario, pues los líderes francos -tanto políticos como religiosos- no le eran afines. Lamentablemente, Pipino no le pudo dar el respaldo necesario, pues andaba inmiscuido en sus sucesivas campañas militares.

“Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles” (1Cor 1, 22-23)

Después de tres años en su sede, San Abel se retiró a su monasterio sin haber logrado cumplir con la tarea encomendada, mientras que Milo se hizo de la sede de Reims nuevamente. A pesar de este revés -tal y como lo señala el portal de la Conferencia Episcopal Francesa-, Abel “dio a la Iglesia su oración para compensar lo que no pudo dar a través de su ministerio episcopal”.

El santo nacido en Lobbes partió a la Casa del Padre el 5 de agosto de 770.

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