El Purpurado agregó que cuando nace un bebé en Mongolia, hay un ritual especial de nombramiento en el que el pequeño, de semanas de nacido, es lavado con un caldo de cordero dentro de la yurta, mientras la madre, que lo tiene en brazos, le susurra por primera vez su nombre tres veces.
"He asistido a este ritual varias veces y es muy conmovedor", expresó el Cardenal.
A través de su vida y obra en Mongolia, el Purpurado ha llegado a entender "susurrar el Evangelio" como un tipo de comunicación que se da sólo en el contexto de una relación o amistad y con confidencialidad y discreción.
"Se necesita mucho tiempo para sumergirse en una cultura hasta el punto en que se ha construido esta relación vital. Ya hay un canal abierto a través del cual puedes compartir lo que es más importante y precioso para ti, el Evangelio de Jesús", dijo.
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El Cardenal italiano explicó que el proceso de inculturación del Evangelio lleva siglos y es un proceso protagonizado por la gente del lugar "que ha acogido la fe en Cristo y que ha reinterpretado su propia vida a la luz del Evangelio".
"El Evangelio tiene que ser anunciado porque es un elemento de empoderamiento de las culturas y de ayuda para abrirse a nuevas dimensiones. Y si la evangelización no llega al corazón de la cultura, está destinada a ser como pintura superficial que se agrieta y se desvanece", añadió.
En su conferencia en Roma, el Cardenal misionero subrayó que es "fundamental que el Evangelio sea anunciado" hoy.
El Papa San Pablo VI reiteró esta necesidad en 1975 en su encíclica sobre la evangelización, Evangelii nuntiandi, en respuesta a "algunas importantes escuelas de pensamiento basadas en el relativismo, para las cuales cualquier intento de proponer el Evangelio habría sido visto como potencialmente perturbador", explicó el Cardenal. Señaló que la rebelión intelectual del siglo pasado contra la idea de la evangelización misionera "hoy ha dado paso a una búsqueda más humilde de autenticidad y profundidad".
Puso como ejemplo a San Pablo, que encarna "cómo un discípulo puede convertirse en un verdadero misionero, ya que toda su vida ha sido transfigurada por el encuentro con Cristo".
"El Evangelio, que es el centro de la misión evangelizadora de la Iglesia, no se puede ocultar", señaló. "Se tiene que ofrecer libremente, incluso teniendo en cuenta que puede ser malinterpretado, que puede crear algunos problemas", advirtió.