Santa Verónica, cuya fiesta se celebra cada 12 de julio, se presentó ante el emperador romano que regía cuando Cristo murió. ¿Cómo llegó y cómo el gobernante se curó milagrosamente con la imagen de Jesús impresa en su velo? Aquí te lo contamos.
De acuerdo a una historia apócrifa, es decir, que no es reconocida oficialmente por la Iglesia, el emperador Tiberio (42 a.C. - 37 d.C.), que sufría de una terrible enfermedad, había escuchado de un "médico" en Jerusalén que curaba cualquier mal sólo con su palabra.
Tiberio, sin saber que Poncio Pilato y los judíos habían matado a Cristo, le pidió a un hombre de confianza llamado Volusiano que fuera donde su gobernador de Jerusalén para que le mande al famoso "médico" lo más pronto posible.
Volusiano llegó a la ciudad santa y le comunicó el mandato del César a Pilato, quien lleno de temor por haber matado al inocente "médico", le pidió 14 catorce días de plazo.
Durante la espera, el delegado del emperador conoció a Santa Verónica y le preguntó dónde podía encontrar a aquel que curaba con su palabra.
Entonces, la santa le contestó: "Ese por quien preguntas se llamaba Jesucristo y era mi Señor y mi Dios, pero ya no está entre nosotros. Los judíos, por envidia, lo entregaron a Pilato, Pilato le condenó a muerte y murió crucificado".