El Evangelio del Miércoles de Ceniza (Mateo 6: 1-6; 16-18) nos relata como el Señor Jesús les enseña a sus discípulos a hacer penitencia. Jesús precisó tres áreas básicas para la práctica de la penitencia en la vida de todo cristiano: ayuno, oración y caridad. ¿Como aplicar estos principios a los más pequeños del hogar? ¿Cómo podemos enseñarles hacer penitencia por amor al Señor Jesús? Aquí algunos consejos para introducir a nuestros hijos en la práctica de la penitencia aprovechando estas dos últimas semanas previas a la Semana Santa.
Ayuno
El prolífico
escritor inglés C.S Lewis hizo una interesante observación
acerca de la gula (glotonería) en su magistral obra "Cartas
del Diablo a su Sobrino". Lewis enfatizó que sobre
la gula es importante tener en cuenta ser conscientes sobre que,
cuando y donde se come.
Para nuestros hijos,
esto perfectamente se puede trasladar a la renuncia de comer cualquier
cosa que no sea pizza o las donas, o en casos menos extremos,
a un fuerte desprendimiento por los vegetales.
Sin embargo, el truco
esta en alentar a los chicos a que ellos puedan vencer esas aversiones
por ciertos platos de comida, en vez de inducirlos a rechazar
dulces o chocolates. Es necesario que nos aseguremos de que ellos
entienden el porque de este cambio, el cual debe salir desde el
corazón y no hacerlo de mala gana. Si la acción
se ha hecho bien, entonces será una verdadera penitencia
la cual tendrá muchos beneficios duraderos. Asegúrese
de que ellos entiendan que no es necesario que les guste la comida;
sólo que tengan la voluntad para eliminar por un momento
su engreimiento y puedan comer ese plato de comida.
Debido a nuestra caída naturaleza humana, siempre podemos controlar nuestros gustos y disgustos, y Dios no está esperando una super-humana habilidad por parte de nosotros; Él espera, por el contrario, que nosotros seamos obedientes al Plan que tiene trazado para nosotros, lo cual siempre implica algunos sacrificios.
Caridad
Todos los cristianos
conocen que se debe compartir el dinero con los pobres. Pero los
niños no ganan dinero. Nosotros debemos darles algunas
monedas para que las coloquen en la alcancía del templo.
¿Pero esto verdaderamente los ayuda a entender el concepto
de caridad, o simplemente lo toman como un juego?
Durante la Cuaresma,
la mayoría de católicos participa en distintas campañas
de solidaridad con los más pobres y necesitados de su comunidad,
país y del mundo. Se les pide hacer pequeños ofrecimientos
en nombre de la pobreza y hambruna que azota al mundo.
Este año, en
lugar de darles dinero a sus hijos para que lo pongan en su alcancía,
enséñeles a ganarse ese dinero. Pon una lista en
el refrigerador de la casa con todas las tareas que ellos puedan
hacer y por las cuales recibirían algunas monedas. Por
ejemplo, podrían ganarse una moneda por cada plato que
laven; o dos si es que ellos lo hacen sin que se les pida primero.
Tres si ayudan a cortar el césped o sacar la basura y recoger
el correo.
Al final, el niño deberá ser alentado a que comparta el dinero ganado con aquellos que son menos afortunados que él.
Oración
Muchos santos, desde
temprana edad, fueron enseñados por sus padres a orar.
Estas oraciones fueron muy sencillas -algunas veces ellos mismas
la hacían- como Ángel de la Guarda o el Ave María.
Pero la fe y la atención con la que fueron dichas hace
una tremenda diferencia en los niños.
Como padres, debemos
alentar a que el niño desarrolle una vida de oración
a través del ejemplo. Dejemos que ellos nos vean orando
y con claros signos piedad. No asumamos que, por observarnos en
actitud de cabizbajos en el banco de la Iglesia entienda el mensaje
de que nosotros verdaderamente amamos al Señor. El niño
es una persona concreta, y por lo tanto, nuestras acciones externas
lo deberán ayudar a entender nuestra disposición
interior (la cual ellos no la pueden ver).
Junto a la oración
dicha, los santos alcanzaba una relación muy íntima
a través de la oración mental. La meditación
católica es basada en una figura mental. Por ejemplo, alguien
que esté meditando en la crucifixión, forma una
figura mental de ese evento, y luego, haciendo un lado todo tipo
de distracción en la mente, se concentra en esa imaginación.
Esto es demasiado para un chico de 8 años. Un niño, a menudo, no puede hacer un dibujo mental. Y es aquí donde los padres entran en escena. Pasa algún tiempo con tu hijo, quizás unos 15 minutos la tarde del domingo, y escoge un misterio del Rosario. Toma al niño en tus brazos y descríbele la escena de la vida de Cristo. Luego pregúntale lo que él piensa acerca de poner ese imagen en su mente. Intenta y guíalo hacia un diálogo con Cristo en vez de que sea sólo contigo. Tu deberás decirle: "¿Que le dirías al Niños Jesús y a la Virgen María si los vieras en Belén?" Si puedes ayudar a tu hijo a cultivar el hábito de la conversación interior, entonces lo habrás empujado hacia el camino de la santidad.
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