Abogado de la Almas del Purgatorio y Padre de los Pobres
San Juan Masías nació en la Villa de Rivera del Fresno, Reino de Extremadura (España) en 1585.
Embarcó para América en 1616. Tomó el hábito dominicano en el Convento de Santa María Magdalena la Penitente de Lima, en 1620.
“Este convento llamado de la Recoleta Dominicana, fue fundado el año 1606 por el V. P. Juan de Lorenzana, confesor que fue de Santa Rosa en los tres últimos años de su vida; y dejó de existir tan venerable convento, por falta de personal, el año de 1869”.
Profesó solemnemente en 1623.
Murió el 16 de Septiembre de 1645, a la edad de sesenta años, seis meses y quince días.
Fue beatificado por Gregorio XVI el 21 de septiembre de 1834.
Fue canonizado por Pablo VI, en 1975.
Novena
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser Tú quien eres, infinitamente bueno, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido. Propongo firmemente nunca más pecar. Perezca yo mil veces, Dios mío, antes que piense el cometerlo. El pecado me ha privado de tu gracia; ha hecho a mi alma enemiga tuya y esclava del demonio; el ha puesto en un patíbulo ignominioso a mi Salvador, y le ha hecho derramar toda su sangre, para lavar la de manchas abominables que la habían desfigurado.
Postrado a tus pies, confieso que pequé; y desde este mismo instante me convierto a ti con toda mi alma. Mis ojos se han abierto ya, mi corazón está mudado. En adelante seré más cauto en prevenirme contra todo lo que pueda ser ofensa contra ti, y me preocuparé en guardar tus preceptos, en publicar y cantar tu misericordia, y en adquirir todas las virtudes que me faltan, imitando en cuanto pueda a tu escogido siervo San Juan Masías, bajo cuya protección espero me des tu bendición, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración para todos los días
Glorioso Juan Masías, que supiste grabar en el fondo de tu corazón ese divino precepto de la caridad, que por su importancia se inculca tanto en la antigua ley, y que la renueva y perfecciona Jesucristo en su Evangelio, declarándonos que es el primero y más grande de todos los mandamientos, y prometiendo la vida eterna al que lo cumpliese; tan fielmente le escuchas, como pronto supiste guardarlo y cumplirlo en todo el curso de tu vida. A tu ayuda acude mi suma debilidad y flaqueza, para que poniendo esta fundamental piedra al edificio de mi verdadera conversión, comience desde hoy a ejercitarlo y practicarlo, a fin de que consiga ser discípulo de Jesucristo, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Se reza el Padrenuestro, el Avemaría y Gloria.
Día primero
Consideración
Nació el niño Juan Masías en Rivera del Fresno, Reino de Extremadura (España), sus padres fueron Dn. Pedro Masías de Arcas y Dña. Inés Sánchez. Huérfano de padre y de madre a los cuatro años y medio, el cielo se encargó de él, cuidándole y dirigiéndole sus pasos por medio de S. Juan Evangelista.
Revelóle la Santísima Virgen, siendo aún adolescente, “que lo sacaría de su patria, lo trasladaría a lejanas tierras, y allí le haría gracias singulares”. En efecto: así sucedió. Condújole el Mensajero celestial de España a Nueva Granada, y de Nueva Granada, atravesando el continente americano, a Lima, Ciudad de los Reyes, como precioso regalo del Rey de los cielos al Reino del Perú. Nosotros debemos agradecer a Dios, por este nuevo obsequio hecho al Perú.
(Se pide la gracia que se desea obtener).
(Se rezará: Padrenuestro, Avemaría y Gloria).
Antífona
Confortado por la gracia del Altísimo, suspirabas por alcanzar los premios celestiales que ya gozas.
V: Ruega por nosotros San Juan Masías.
R: Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oración
Dios, que quisiste que el Bienaventurado Juan, tu confesor, prevenido con la abundancia de tu gracia, en el humilde estado de hermano, floreciese con el candor de las demás costumbres y heroicas virtudes; te rogamos nos concedas que de tal modo sigamos sus pasos, que merezcamos llegar a ti con puros pensamientos y deseos.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Día segundo
Oración preparatoria como el primer día
Huérfano de padre y madre, Juan Masías es recogido por un tío suyo quien lo dedica al pastoreo, desde la temprana edad de cinco años. Y es entonces cuando él recibe la paz de los bienaventurados que en sucesivas apariciones y visiones le dan el conocimiento de los más grandes misterios de nuestra Religión. Trasladado a Lima, también se dedica allí al preciado oficio de pastoreo de corderillos, por espacio de dos años, que fueron para él delicias del cielo; y nunca dejará este oficio sino fuera trocándolo por el Convento.
En el lugar de la casita donde viviera estos dos años, testigo mudo de tantos coloquios divinos con la Santísima Trinidad, con la Santísima Virgen, S. Juan Evangelista y el Santo Ángel de la Guarda, vino muy pronto a ser levantada una precisa iglesia, bajo la advocación de “Nuestra Señora del Patrocinio”; donde almas escogidas y consagradas al Señor, pertenecientes a la misma Orden Dominicana, sirven a Dios y a su Madre con la pureza y sencillez de pastorcillos en la soledad del convento.
San Juan Masías, alcánzanos la sencillez de los pastores para que obtengamos la paz del cielo.
(Se pide la gracia que se desea obtener).
(La oración final como el primer día)
Día tercero
Oración preparatoria como el primer día
Consideración
San Juan Evangelista reveló a su protegido que había una orden preferida de María, y la llamaba su Orden, la Orden del Santísimo Rosario; que tenía aquí en Lima un convento bajo la protección de Santa María Magdalena, su gran amiga y compañera del Calvario, y que era, además, Patrona de esa misma Orden de María, y que en este Convento le querían colocar Jesús y su Madre para acabar de santificarlo.
Llamó el pastorcillo a las puertas del Convento Dominicano de María Magdalena la Penitente, y el portero de aquel paraíso en la tierra, llamado Fr. Pablo de la Caridad, le echó los brazos al cuello diciéndole: “Hermano mío, mucho tiempo hace que te estaba esperando”. Habla al Prior, reúne éste a la comunidad, por votación unánime, sin más pruebas y conocimientos que los del cielo, le imponen con gozo de todos, en el mismo instante, el santo hábito. Queda nombrado portero auxiliar, para que, con el santo Fr. Pablo, se hiciera el novicio más santo. Descansó en el Señor el anciano portero, feliz de tener un sucesor de su gusto. El discípulo aventajó al maestro en el oficio y el venerable Fr. Pablo tiene por sucesor a San Juan Masías.
No son los cargos los que dignifican a los hombres sino los hombres los que dignifican los cargos.
(Se pide la gracia que se desea obtener).
(La oración final como el primer día)
Día cuarto
Oración preparatoria como el primer día.
Consideración
Tuvo también San Juan Masías el oficio de limosnero o sea el encargado de recoger la limosna y darla a los pobres. “A Fr. Pablo de la Caridad, sucedió la caridad de Fr. Juan”, según la frase popular de los indigentes, quienes eran socorridos con generoso corazón y pródiga mano.
Se quitaba a sí mismo el alimento para repartirlo entre sus amigos los pobres. Distribuía diariamente lo sobrante de la comunidad; obtuvo de los superiores el permiso necesario para recoger limosnas fuera de casa, con este fin. Unas veces multiplicaba los alimentos con su bendición; y otras acudía a la oración, pidiendo a la Santísima Virgen remediase las necesidades diciendo: “Madre, mis pobres no tienen qué comer”. La Santísima Virgen le contestaba: “Manda pedir a Fulano, que mi hijo le ablandará el corazón”. Y nunca pidió al indicado por la Madre del cielo que no alcanzara lo que pedía. Algunas veces sucedía, para escarmiento de avaros, que, con la negación de la limosna, les fuese la desgracia a la casa.
(Se pide la gracia que se desea obtener).
(La oración final como el primer día).
Día quinto
Oración preparatoria como el primer día
Consideración
Entre las devociones y prácticas de piedad de San Juan Masías, la primera que ocupa y llena toda la vida, es la del Rosario. Desde la edad de cinco años en que prometió a la Virgen rezar las tres partes, nunca las interrumpió, ni por cansancio, ni por enfermedades, ni molestias de viajes. Cuando tomó el hábito, entonces, en vez de quince misterios se impuso la obligación de rezar quince partes del Rosario. Con esta devoción tan del corazón de María y reina de las devociones, obtuvo el Santo extraordinaria piedad. Los moradores del cielo conversaban con él; y la Santísima Virgen, dándole a entender cuán gratas le eran estas preces, le habló en innumerables ocasiones, y se le apareció reiteradas veces. Delante de su altar fue favorecido con éxtasis y raptos; en alguna ocasión le sorprendieron elevado ocho codos del suelo, conversando con su Madre. A sus ruegos, se introdujo por primera vez en Lima, la fiesta del dulce nombre de María. Y los altares de la Reina del cielo los tenía siempre cubiertos de flores blancas que simbolizaban la pureza de la Santa Virgen. San Juan Masías, aumenta nuestra devoción al rezo del Rosario y seremos no sólo salvos sino santos.
(Se pide la gracia que se desea obtener).
(La oración final como el primer día).
Día sexto
Oración preparatoria como el primer día
Consideración
San Juan Masías tenía sus delicias con el Santísimo Sacramento del Altar. Pasaba largas horas delante del Sagrario; hacía muchas visitas al amor de sus amores y cuidaba de la lámpara, cebándola dos veces durante la noche. Se preparaba con ayunos y disciplinas, antes de acercarse a la Santa Comunión; y la recibía con todo fervor, cuantas veces le era dable, según las costumbres de aquellos tiempos. Pero donde se desbordaba su piedad y fervor era en las exposiciones mayores del Santísimo, en las procesiones solemnes de los terceros domingos de cada mes; y sobre todo en el monumento del Jueves Santo. Permanecía muchas horas delante del Santísimo, como si estuviera elevado o fuera una estatua rígida y sin movimiento.
Aumentemos nuestros recursos espirituales en la fuente de las gracias divinas, esto es; en la confesión frecuente y en la comunión cotidiana.
(Se pide la gracia que se desea alcanzar).
(La oración final como el primer día).
Día séptimo
Oración preparatoria como el primer día
Consideración
En el corazón puro, sencillo y ardiente de caridad de San Juan Masías, repercutían todas las miserias humanas y sus consecuencias. Los ardores que le causaban las consideraciones de los atributos de la infinita Justicia y Bondad de Dios, los convertía en lluvias de gracia y bendiciones para apagar las llamas del purgatorio. En su devoción encontró el modo de aliviar a las benditas almas, con la oración, rezos, mortificaciones de los sentidos, ayunos, disciplinas, cilicios, privaciones de sueños, y otros infinitos medios que su caridad inventaba. Estando orando delante de la Santísima Virgen, se le aparecieron en tropel, dos mil almas del Purgatorio que con voces lastimeras le decían: “Siervo de Dios, acuérdate de nosotras”. Se le aparecieron otras muchas ocasiones y le decían: “No nos eches en olvido, socórrenos con tus oraciones”. Otras veces le decían: “A mí, a mi, que soy la más necesitada. Estos clamores derretían en la caridad y devoción al Santo y le movían a tomar a su cargo las penas que ellas debían sufrir en el Purgatorio, para que, satisfecha la Justicia Divina, volaran a gozar de su infinita misericordia. La misma maña que se dio para aliviar toda miseria corporal, esa misma aumentada, se la dio para sacar almas de las penas del Purgatorio. Estando Juan Masías para morir, confesó obligado por la obediencia, que había sacado del Purgatorio un millón cuatrocientas mil almas.
Meditemos con frecuencia en nuestras postrimerías y pidamos a nuestro intercesor nos alcance la gracia de pasar el Purgatorio en vida o salir pronto de los tormentos.
(Se pide la gracia que se desea conseguir).
(La oración final como todos los días).
Día octavo
Oración preparatoria como el primer día
Consideración
El fervor iba poco a poco consumiendo la vida de Juan Masías. Cierto día llamó éste a Fr. Antonio del Rosario y le dijo: “toma estas llaves que yo me retiro y no sé si volveré”. Le dio una disentería rebelde a todo tratamiento médico. Señaló y presentó al Prior, por limosnero, a Fr. Dionisio Villa, pues ya tenía revelación del cielo de que la vida llegaba a su término, y se preocupaba más de los pobres que de sí mismo. Los facultativos, le dicen que no tiene remedio su mal; y él, exclama radiante de alegría: “¡Gracias a Dios!”. Pidió por favor que nadie tocara su cuerpo. Se confesó generalmente de toda su vida con abundantes lágrimas. Recibió el Santo Viático vestido con el hábito que le habría de servir de mortaja, puesto de rodillas en la cama. Quedó en éxtasis por largo rato, y al volver en sí, tornó a repetir: “¡Gracias a Dios!”. Iluminado su rostro con presagio de la gloria del cielo, dijo al Prior del Convento: “Levántese padre, y sea cortés, que aquí está Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima Virgen María, el Apóstol y Evangelista San Juan, San Pedro y San Pablo, la bendita Magdalena, mi padre Santo Domingo, San Luis Beltrán y otros Santos y Santas, fuera de la multitud innumerable de Ángeles”. Rezadas las preces de costumbre y contestando él a todo, con el Santo Crucifijo en las manos, y éstas entrelazadas, haciendo un acto extraordinario de amor a Dios, puestos los ojos en el cielo, rindió su alma al Creador.
La muerte de los Santos es preciosa, es como un sueño cuyo dulce despertar es en la gloria. Vivamos de tal manera que merezcamos tener una suerte semejante.
(Se pide la gracia que se desea obtener).
(La oración final como el primer día).
Día noveno
Oración preparatoria como el primer día
Consideración
El séquito glorioso que asistió a la muerte de Juan Masías, le acompañó en extraordinario tributo hasta la gloria, donde, por siglos infinitos, gozará de Dios como premio y galardón de sus heroicas virtudes. También aquí en la tierra gozará de la gloria que es dable en este mundo. Él mismo, antes de morir, confesó proféticamente: “Aquí han de erigirme templos; de qué modo, no lo sé; pero aquí está mi guía, patrono y jefe, S. Juan Evangelista, quien me dice que lo diga así”. Efectivamente, se ha levantado templos y en la santa Iglesia de Dios, se perpetúan sus rezos y alabanzas. Brilló en milagros y profecías, en vida y en muerte. Tantos y tan variados son los prodigios obrados por nuestro Santo, que es imposible reducirlos a número. En las iglesias de la Recoleta, el Patrocinio, Santo Domingo y el Santuario, que son los lugares donde los fieles invocan con más asiduidad y fervor, se cuentan por miles los exvotos de oro y plata que atestiguan estas maravillas. El patrocinio, lugar donde el vivió antes de ingresar al Convento, y donde se conserva su silla, es una oficina de prodigios y un jubileo permanente de favores obtenidos por su intercesión. Su cuerpo descansa en una urna de metal fino, que conserva la Iglesia de Santo Domingo. El centro del altar lo ocupa Santa Rosa, y a ambos lados están San Martín de Porras y San Juan Masías.
Santo mío, séme propicio, líbrame de la corrupción del pecado, y alcánzame la incorruptibilidad de la gloria. Te lo pido por las revelaciones que te hizo el cielo; por tu sencillez de pastorcito; por tu fidelidad y recogimiento de portero; por tu amor a los pobres; por tu ternísima devoción a la Santísima Virgen; por su amor a la Sagrada Eucaristía; por las benditas Almas del Purgatorio; por tu preciosa muerte; y por tu vida gloriosa en el cielo.
(Se pide la gracia que se desea alcanzar).
(La oración final como el primer día).
Cortesía de: José Gálvez Krüger