Devoción a los santos ángeles

El enunciado doctrinal más claro y más completo que tenemos actualmente sobre los Ángeles es el que encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica, promulgada por el Papa Juan Pablo II.

Después de definir los caracteres esenciales de los Ángeles: criaturas puramente espirituales, personales e inmortales, muestra a los Ángeles al rededor de Cristo y en la vida de la Iglesia. Esta exposición, breve y completa, resume maravillosamente toda la enseñanza de los Papas a este respecto. Juan Pablo II, elabora - a partir de la obra de Santo Tomás de Aquino - una síntesis racional sobre el lugar de los Ángeles en la jerarquía de las criaturas, sus cualidades y privilegios, su repartición en órdenes y grados según sus propiedades. Inteligentes y libres, los Ángeles fueron llamados por Dios ha hacer una elección entre el bien y el mal, elección que, en razón de la perfección de su naturaleza, fue necesariamente radical e irrevocable. Unos, enceguecidos por su orgullo y atrincherados en su amor propio, se rebelaron contra Dios para separarse de Él por siempre. Son estos, pues, los demonios; enemigos implacables de Dios y de su designio de amor para la humanidad.

Otros, que eligieron deliberadamente a Dios como Bien supremo y soberano, se unieron a Él y a su dicha por la eternidad. La obra principal de los Ángeles buenos es la de contemplar y la de alabar a Dios continuamente. “Sus Ángeles ven sin cesar el rostro de mi Padre que está en los cielos”, decía Jesús a los niños. Pero los Ángeles, ejercen también un rol de mediación entre Dios y los hombres. Como su nombre lo indica, son los enviados, los embajadores de Dios para colaborar con el plan divino en el conjunto de la Creación. Tienen, precisamente la  misión de ayudar a los hombres a alcanzar la salvación. Según la enseñanza tradicional de la Iglesia, un Ángel es concedido a cada ser humano para ser su compañero, su apoyo y su protector durante todo su peregrinaje terrestre. Los Ángeles guardianes son, respecto de nosotros, extremadamente solícitos, constantes y diligentes, velando por nuestra salvaguarda corporal, pero  sobretodo por nuestra salud espiritual. Los poderes sobrenaturales - que tienen como Ángeles - hacen de ellos auxiliares particularmente preciosos en la lucha que debemos tener contra los demonios. En reciprocidad, tenemos frente a ellos deberes de respeto, de veneración, de gratitud y de confianza. Conviene no olvidar nunca su presencia, e invocarlos frecuentemente.

En la inmensa legión de espíritus celestes, tres de los más grandes, de aquellos llamados “Árcángeles”, aparecen en la Biblia con un nombre propio que corresponde a su misión: son Miguel, Gabriel y Rafael. San Miguel, cuyo nombre significa “¿Quién como Dios?”, es el campeón, el defensor y el vengador de los derechos de Dios, el protector titulado de la Iglesia y de todos los fieles, el guardián de las almas y el Ángel de la Paz. San Gabriel, fue elegido para ser el Ángel de la Anunciación, el mensajero enviado por Dios para anunciar a la Virgen María la Encarnación del Hijo de Dios. Pio XII lo proclamó patrón celeste de las comunicaciones. En cuanto a San Rafael, lo conocemos - por el libro de Tobías -  como el guía de los viajeros y el sanador de los enfermos.

Fuente: José Gálvez Krüger
Director de la Revista de Humanidades
“Studia Limensia”