¡Madre mía!
¡Qué feliz estoy!
Quiero hoy contigo compartir
la alegría que tan intensamente vivo.
Deseo también pedirte
que me ayudes
a participar a otros
el alborozo que me embarga,
pues estoy firmemente convencido
que la alegría,
así como el amor,
son realidades que se difunden
por el testimonio
y por la comunicación.
Amén.