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San Cirilo de Alejandría

"Tesoro digno de ser venerado por todo el orbe".

"Te saludamos, María, Madre de Dios, tesoro digno de ser venerado por todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de Aquel que no puede ser contenido en lugar alguno, madre y virgen, por quien es llamado bendito en los santos evangelios el que viene en nombre del Señor.

Te saludamos a ti, que encerraste en tu seno virginal a Aquel que es inmenso e inabarcable; a ti, por quien la Santa Trinidad es adorada y glorificada; por quien la cruz preciosa es celebrada y adorada en todo el orbe; por quien exulta el cielo; por quien e alegran los ángeles y arcángeles; por quien son puestos en fuga los demonios; por quien la criatura, caída en el pecado, es elevada al cielo; por quien toda la creación, sujeta a la insensatez de la idolatría, llega al conocimiento de la verdad; por quien los creyentes obtienen la gracia del bautismo y el aceite de la alegría; por quien han sido fundamentadas las Iglesias en todo el orbe de la tierra; por quien todos los hombres son llamados a la conversión.

¿Quién habrá que sea capaz de cantar como es debido las alabanzas de María? Ella es madre y virgen a la vez; ¡que cosa tan admirable! Es una maravilla que me llena de estupor. ¿Quién ha oído jamás decir que le esté prohibido al constructor habitar en el mismo templo que él ha construido? ¿quién podrá tachar de ignominia el hecho de que la sirvienta sea adoptada como madre?

Hoy todo el mundo se alegra; quiera Dios que adoremos la unidad, que rindamos culto de santo temor a la Trinidad indivisa, al celebrar con nuestras alabanzas a María, siempre Virgen, templo santo de Dios."


San Bernardo

"El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de Ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto el Hacedor del hombre, al hacerse Hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual Él sabía que había de serle conveniente y agradable" (Homilía sobre la Virgen María).

"...Y el nombre de la Virgen era María"

Nos ocuparemos particularmente del santo maestro de la contemplación plena y de la acción perfecta:

"Y el nombre de la Virgen era María. Vamos a ocuparnos un poco de este nombre, que significa «Estrella del mar», y por eso se aplica con toda propiedad a la Virgen Madre. Efectivamente, es correctísimo compararla con una estrella.

Porque si todo astro irradia su luz sin destruirse, la Virgen dio a luz sin lesionarse su virginidad. Los rayos que emite no menguan a la estrella en su propia claridad como no menoscaba a la Virgen en su integridad el Hijo que nos da. María es la estrella radiante que nace de Jacob, cuya luz se difunde al mundo entero, cuyo resplandor brilla en los cielos y penetra en los abismos, se propaga por toda la tierra, abriga no tanto los cuerpos, como los espíritus, vigoriza las virtudes y extingue los vicios. María es, repito, la estrella más brillante y hermosa. Ahí está el mar ancho y dilatado, sobre el que se levanta infaliblemente esplendorosa con sus ejemplos y titilante con sus méritos.

Tú, quienquiera que seas y te sientas arrastrado por la corriente de este mundo, náufrago de la galerna y la tormenta, sin estribo en tierra firme, no apartes tu vista del resplandor de esta estrella si no quieres sumergirte bajo las aguas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si te ves arrastrado contra las rocas del abatimiento, mira a la estrella, invoca a María. Se eres batido por las olas de la soberbia, de la ambición, de la detracción o la envidia, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira o la avaricia o la seducción carnal sacuden con furia la navecilla de tu espíritu, vuelve los ojos a María. Si angustiado por la enormidad de tus crímenes, o aturdido por la deformidad de tu conciencia, o aterrado por el pavor del juicio, comienza a engullirte el abismo de la tristeza o el infierno de la desesperación, piensa en María. Se te asalta el peligro, la angustia o la duda, recurre a María, invoca a María. Que nunca se cierre tu boca al nombre de María, que no se ausente de tu corazón, que no olvides el ejemplo de su vida; así podrás contar con el sufragio de su intercesión.

Si la sigues, no te desviarás; si recurres a Ella, no desesperarás. Si la recuerdas, no caerás en el error. Si Ella te sostiene, no vendrás abajo. Nada temerás si te protege; si te dejas llevar por Ella, no te fatigarás; con su favor llegarás a puerto. De modo que tú mismo podrás experimentar con cuánta razón dice el evangelista: y la virgen se llamaba María."

Y no menos hermosas son estas palabras del mismo santo, fundador de una orden contemplativa, de los Templarios y autor de la Salve Regina:

"Nos ha precedido nuestra Reina. Sí, se nos ha anticipado y ha sido recibida con todos los honores; sus siervecillos la siguen llenos de confianza y gritando: Llévanos contigo. Correremos al olor de tus perfumes. Los peregrinos hemos enviado por delante a nuestra abogada; es la Madre del Juez y Madre de Misericordia. Negociará con humildad y eficacia nuestra salvación.

¡Qué regalo más hermoso envía hoy nuestra tierra al cielo! Con este gesto maravilloso de amistad -que es dar y recibir- se funden lo humano y lo divino. Lo terreno y lo celeste, lo humilde y lo sublime. El fruto más granado de la tierra está allí, de donde proceden los mejores regalos y los dones de más valor. Encumbrada a las alturas, la Virgen Santa prodigará sus dones a los hombres.

¿Y, cómo no lo va a hacer? Lo puede y lo quiere. Es la Reina del cielo, es misericordiosa. Y, sobre todo, es la Madre del Hijo único de Dios."

"Dice el profeta que vio construir en un monte altísimo una ciudad cuyas múltiples puertas describe. Señala, sin embargo, entre todas una cerrada, de la cual dice: Llevóme luego hacia la puerta exterior del santuario, que mira al oriente; y se hallaba cerrada. Y me dijo el Señor: Esta puerta ha de estar cerrada; no se abrirá ni entrará por ella hombre alguno; porque el Señor Dios de Israel penetrará por ella. Ha de estar cerrada porque aquí se sentará el príncipe para comer el pan en presencia del Señor (Ez 44.1-3). ¿Qué puerta es esta sino María, que permanece cerrada por ser virgen? Por tanto, esta puerta fue María, a través de la cual Cristo vino a este mundo, cuando salió a la luz gracias a un parto virginal. Se conservaron los sellos de la virginidad, mientras se desprendía Cristo de una virgen cuya grandeza no podía sostener el mundo entero.

Esta puerta ha de permanecer cerrada, dijo el Señor, y no se abrirá. ¡Bella puerta, María, que siempre se mantuvo cerrada y no se abrió! Pasó a Cristo a través de ella, pero no se abrió.

Y para que aprendamos que todo hombre tiene una puerta por la cual pasa Cristo, se dice: Elevad vuestras puertas, príncipes; elevaos puertas eternales, y penetrará el Rey de la gloria. ¡Con cuánta mayor razón puede decirse que había en María una puerta ante la cual se sentó y por la que pasó Cristo!

Esta puerta miraba a Oriente; porque difundió verdaderos resplandores aquella que engendró al Oriente y dio la luz al Sol de justicia."

"Ya sabes que has de concebir y dará a luz un hijo; ya has oído que no será por obra de varón, sino del Espíritu Santo. El ángel aguarda tu respuesta; es hora ya de que suba al que lo envió.

Señora, también nosotros esperamos esa palabra tuya de conmiseración, oprimidos miserablemente por la sentencia de nuestra condena. Mira que te ofrecen nada menos que el precio de nuestra salvación; si tú lo aceptas, seremos liberados inmediatamente. Todos fuimos creados en la eterna Palabra de Dios; pero estamos muriéndonos vivos. Con tu brevísima respuesta, seremos reanimados para recuperar la vida. Todo el mundo te espera expectante y postrado a tus pies. Y no sin razón; ya que de tu boca cuelga el consuelo de los afligidos, la liberación de los cautivos, la redención de los condenados y la salvación, en fin, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.

Responde ya, oh Virgen, que nos urge. Señora, di la palabra que ansían los cielos, los infiernos y la tierra. Ya ves que el mismo Rey y Señor de todos se ha prendado de tu belleza y desea ardientemente el asentimiento de tu palabra, por la que se ha propuesto salvar al mundo. hasta ahora le has complacido con tu silencio. Pero ahora suspira por escucharte.

Tú eres la mujer, por medio de la cual, Dios mismo, nuestro Rey, dispuso desde el principio realizar la salvación del mundo. Contesta con prontitud al ángel. ¿Qué digo yo? Al Señor mismo en la persona del ángel. Di una palabra y recibe a la Palabra; pronuncia la tuya y engendra la divina; expresa la transitoria y abraza la eterna. Es encantador el silencio pudoroso, pero es más necesaria la palabra sumisa. Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento y las entrañas al Creador."

"Mirad, se ha parado detrás de la tapia. Atisba por las ventanas, mira por las celosías (Cant 2,9) El esposo se aproxima al muro, se acerca a la pared, cuando se unió a la carne humana. La carne es la pared; la encarnación del Verbo es la aproximación del Esposo. Con las celosías y ventanas, por donde se dice que mira, pienso que se refiere a los sentidos corporales y a los afectos humanos, con los que comenzó a experimentar toda la indigencia del hombre. Se sirvió de las afecciones humanas y de los sentidos corporales, como si fueran celosías y ventanas, para conocer las miserias humanas y hacerse misericordioso por su propia experiencia de hombre.

Ya lo sabía antes, pero de otra manera. Se hizo lo que ya era, aprendió lo que ya sabía y buscó entre nosotros celosías y ventanas para explorar con mayor atención nuestras adversidades. Y encontró tantas aberturas en nuestra pared ruinosa y llena de resquicios, como debilidades y miserias nuestras experimentó en su cuerpo.

Debes procurar con toda vigilancia que encuentre siempre abiertas las celosías y ventanas de tus confesiones; a través de ellas podrá mirar con bondad en tu interior, porque su mirada es tu salvación. Y como hay dos clases de compunción: primero la tristeza por nuestros pecados y después la alegría por los dones recibidos, cuando confieso mis pecados sin la menor angustia de mi corazón es como si le abriera las celosías, o sea la ventana más cerrada.

Pero a veces el corazón se dilata con el amor, al considerar las bondades divinas y prorrumpe en alabanza y acción de gracias. Entonces le abro al Esposo, no la ventana estrecha, sino la más amplia, y por ella mira más complacido cuanto mayor es el sacrificio de alabanza que se le tributa."


San Anselmo

"¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te debiera tanto como al Él!"

"El cielo, las estrellas, la tierra, los ríos, el día y la noche, y todo cuanto está sometido al poder o utilidad de los hombres, se felicitan de la gloria perdida, pues una nueva gracia inefable, resucitada en cierto modo por ti, ¡oh Señora!, les ha sido concedida. Todas las cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas; se encontraban aplastadas por la opresión y como descoloridas por el abuso que de ellas hacían los servidores de los ídolos, para los que no habían sido creadas. Pero ahora, como resucitadas, felicitan a María, al verse regidas por el dominio y honradas por el uso de los que alaban al Señor.

Las cosas todas saltaron de gozo, al sentir que no sólo estaban regidas por la presencia rectora de Dios, su creador, sino que las santificaba. Tan grandes bienes eran obra del bendito fruto del seno bendito de la bendita María.

¡Oh Mujer, llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo, por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por la criatura.

¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te debiera tanto como al Él!"


San Germán de Constantinopla

"¿Quién combate tanto como tú, Santa María, a favor de los pecadores?

 "¿Quién combate tanto como tú, Santa María, a favor de los pecadores? Tú, que gozas de una autoridad maternal en relación con Dios, obtienes la gracia de un generoso perdón, incluso para quienes han pecado muy gravemente. No es posible, en efecto, que tú no seas escuchada, puesto que Dios, en todo y por todo, te obedece, como a su verdadera e inmaculada Madre. Por todo ello, el afligido confiadamente se refugia junto a ti, débil se apoya en ti y el que es combatido prevalece, por medio de ti, contra sus enemigos. Tú transformas «la cólera», el enojo, la tribulación, la expedición de ángeles malos (Sal 78); tú apartas las justas amenazas y cambias la sentencia de una merecida condena, porque tienes gran amor al pueblo que lleva el nombre de tu Hijo. Por eso, a su vez, el pueblo cristiano, que es posesión tuya, valorando su propia condición, confiadamente te encomienda sus plegarias, a fin de que tú las presentes a Dios.

¿Quién por tanto, no te proclamará bienaventurada? Tú eres el objeto de la contemplación de los ángeles; tú la dicha más extraordinaria de los hombres, tú el amparo del pueblo cristiano; tú el refugio al que acuden sin cesar los pecadores; tú, la invocada constantemente por los cristianos."

El mismo santo de glorioso recuerdo por su lucha contra los iconoclastas de esa época (hoy lamentablemente renacidos), declara en otra oportunidad:

"Único alivio mío, divino solio, refrigerio de mi sequedad, lluvia que desciende de Dios sobre mi árido corazón, lámpara resplandeciente en la oscuridad de mi alma, guía de mi camino, sostén de mi debilidad, vestido de mi desnudez, riqueza de mi extrema miseria, remedio de mis incurables heridas, término de mis lágrimas y de mis gemidos, liberación de toda desgracia, alivio de mis dolores, liberación de mi esclavitud, esperanza de mi salvación...

Que así sea, Señora mía. Que así sea, refugio mío, vida mía, ayuda mía, mi protección y mi gloria, esperanza mía y mi fortaleza. Concédeme disfrutar de los inenarrables e incomprensibles bienes de tu Hijo..."


San Efrén

"Clausura y sello contradijeron y persuadieron que tu eres celestial"

"El seno materno y el «sheol» proclamaron a grandes y jubilosas voces tu resurrección. El seno materno te concibió, cerrado como estaba, el «sheol» te dio a luz sellado como estaba. Contra la naturaleza te concibió el seno materno y te restituyó el «sheol». Cerrado estaba el sepulcro al que se había concedido guardar el cadáver, virginal era el seno que nadie había conocido. El seno virginal y el sepulcro cerrado como trompetas lo han hecho resonar en los oídos del pueblo sordo. Cerrado el seno materno, sellado el sepulcro bajo la calumnia. Ellos calumniaron la concepción: ¡simiente humana!, y la resurrección ¡polvo humano!. Clausura y sello contradijeron y persuadieron que tu eres celestial."


San Agustín

"Preocupaos más, por favor, de lo que dijo el Señor"

"Preocupaos más, por favor, de lo que dijo el Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Esta es mi madre y mis hermanos; y quien hiciere la voluntad de mi Padre, que me envió, es para mi un hermano, hermana y madre (Mt 12,49-50) ¿Acaso no hacía la voluntad del Padre la Virgen María, que en la fe creyó, en la fe concibió, elegida para que de Ella nos naciera la salvación? Hizo sin duda Santa María la voluntad del Padre; por eso es más para María ser discípula de Cristo que el haber sido su madre. Por eso era María bienaventurada, pues, antes de dar a luz, llevó en su seno al Maestro. Mira si es cierto lo que digo. Mientras caminaba el Señor con las turbas una mujer gritó: ¡Bienaventurado el vientre que te llevó! (Lc 11,27) Y el Señor le replicó: ¡Mas bien bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan! (Lc 11,28)

Por eso era bienaventurada María, porque oyó la palabra de Dios y la guardó: guardó la verdad en su mente mejor que la carne en su seno. Verdad es Cristo, carne es Cristo; Cristo Verdad estaba en la mente de María, Cristo carne estaba en el seno de María. Más es lo que está en la mente que lo que es llevado en el vientre. Santa es María, bienaventurada es María."


San Ambrosio

"Feliz, pues, Eva, que dio la ocasión, y aún más feliz María de la que nació Cristo"

 "Por la mujer vino el mal, por la mujer, el bien; ya que, por Eva, caímos y, por María, nos mantenemos en pie. Fuimos derribados por Eva, levantados por María; esclavizados por Eva, libertados por María. Eva nos privó de la longevidad, María nos devolvió la perpetuidad. Eva nos condenó por la manzana del árbol, María nos absolvió por el fruto del árbol, porque Cristo estuvo pendiente del madero como un fruto... Todo lo que Adán contrajo lo lavó María. Feliz, pues, Eva, que dio la ocasión, y aún más feliz María de la que nació Cristo... Por Eva crecemos, por María reinamos; por Eva fuimos arrastrados a la tierra, por María elevados al cielo. Y, para poner de manifiesto brevemente todo el misterio de la fe y mostrar que fueron dos en una, como todas lo son en ella, diremos: María estaba entonces en Eva, y Eva fue revelada después en María."


San Gregorio Nacianceno

"Si alguno no reconoce a Santa María como Madre de Dios, es que se halla separado de Dios".

"El Increado es creado (...) viene a ser recibido en la carne de la Virgen."

 "El Hijo de Dios en persona, aquel que existe desde toda la eternidad, aquel que es invisible, incomprensible, incorpóreo, principio de principio, luz de luz, fuente de vida e inmortalidad, expresión del supremo arquetipo, sello inmutable, imagen fidelísima, palabra y pensamiento del Padre. Él mismo, viene en ayuda de la criatura, que es su imagen; por amor del hombre se hace hombre.

Fue concebido en el seno de la Virgen, previamente purificada en su cuerpo y en su alma por el Espíritu; y así, siendo Dios, nació con la naturaleza humana que había asumido, y unió en su persona dos cosas entre sí contrarias, a saber; la carne y el espíritu, de las cuales, una confirió la divinidad, otra la recibió.

¡Oh nueva e inaudita mezcla! ¡Oh admirable equilibrio! ¿Qué sucede? El Increado es creado, el que no puede ser contenido en ningún espacio, viene a ser recibido en la carne de la Virgen.

El que es la plenitud se vacía; se vacía de su gloria por un breve tiempo para que yo sea partícipe de su plenitud. Enriquece a los demás, haciéndose pobre Él mismo, ya que acepta la pobreza de la condición humana, para que yo pueda conseguir las riquezas de su divinidad."


San Atanasio

"No se puede imaginar que esa plenitud de gracia fuese pasajera en la Santísima Virgen"

"El Espíritu Santo descendió al seno de la Virgen acompañado de todas las virtudes inseparables de su divina esencia, y convenientes a su soberanía; la llenó de todos sus bienes para hacerla agradable en todo. En verdad, por ello mereció llamarse «llena de gracia», porque fue llena con todas las gracias por el Espíritu; y porque la cubrió la sombra y la virtud del Espíritu. Ahora, pues, no se puede dudar que conservó inviolablemente esa virtud desde su concepción hasta su muerte, pues no se puede imaginar que esa plenitud de gracia fuese pasajera en la Santísima Virgen.

El Espíritu Santo descendió sobre la Virgen y la santificó como enseña el Espíritu de los Salmos: El Altísimo santificó su tabernáculo (Sal 46), y la virtud del Altísimo la cubrió con su sombra con su asentimiento y la cubre y la rodea todavía, y siempre la coronará, de suerte que la presencia continua del Espíritu Santo la hará eternamente llena de gracia."

Nuestro deber de defender la honra de la Iglesia principia en la de María.

Visto todo cuanto nos enseñan los Santos Padres, quienes vivieron en cercanía de tiempo y lugar los los parajes que recorrieron los Divinos Pies para salvación de los hombres, no es posible dudar de la catolicidad y perfección de la devoción mariana.

En días que se agrede y cuestiona todo cuanto tiene de bueno y laudable la Iglesia, el obligatorio para todo cristiano salir en defensa de la honra de su Santa Madre Iglesia y de María Santísima, Madre de Dios y de todos los hombres.

No importa cuanto rujan las fuerzas del mal, ni de qué argucias, sofismas y trampas se valgan para arrebatarnos el tesoro de la Iglesia y a la Gloria Universal.

"Por nosotros, tomada carne de la Vírgen María, Madre de Dios, hízose hombre".


San Sofronio de Jerusalén

Salve, madre de la alegría celeste;

salve, tú que alimentas en nosotros un gozo sublime;

salve, sede de la alegría que salva;

salve, tú que nos ofreces la alegría perenne;

salve, místico lugar de la alegría inefable;

salve, campo dignísimo de la alegría indecible.

Salve, manantial bendito de la alegría infinita;

salve, tesoro divino de la alegría sin fin;

salve, árbol frondoso de la alegría que da vida;

salve, madre de Dios, no desposada;

salve, Virgen íntegra después del parto;

salve, espectáculo admirable, más alto que cualquier prodigio.

¿Quién podrá describir tu esplendor?

¿Quién podrá contar tu misterio?

¿Quién será capaz de proclamar tu grandeza?

Tú has adornado la naturaleza humana.

tú has superado las legiones angélicas,

tú has superado a toda criatura,

Nosotros te aclamamos: Salve, llena de gracia.


San Anselmo

Salmos a la Virgen Gloriosa y Bendita

Ave, Madre, tu Hijo en su justicia dispone que venga sobre nosotros la justa ayuda del Padre

Tú, sondeas el corazón y las entrañas, Tú eres un Dios justo. Mi escudo es Dios, que salva a los hombres sinceros (Salmo 7)

Ave, Reina de las vírgenes, Madre, virgen después del parto; tu Hijo es el lote hermoso, la heredad que me encanta.

Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad. Bendeciré al Señor, hasta de noche me instruye internamente (Salmo 15)

Ave, Madre, la raza humana a tu Hijo en ti proclama, porque Él nos manifiesta las maravillas de su gracia.

Muestra, Señor, las maravillas de tu misericordia. Guárdame como a las niñas de tus ojos (Salmo 16)

Ave, los espíritus te alaban, toda virtud te canta; envuelto en la nube de tu carne, desde ti -oh cielo- el Señor tronaba.

...Y el Señor tronaba desde el cielo, el Soberano hacía oír su voz (Salmo 17)

Ave, de tu tálamo virginal Dios nació, y, colmándonos de gracia, como Esposo se nos dio.

El sale como el esposo de su tálamo, contento como un héroe a recorrer su camino (Salmo 18)

Ave, Sión, desde ti, Dios hecho carne es nuestro apoyo: el que hizo la paz en su cuerpo, se acuerda de nuestras ofrendas.

Que te apoye desde Sión; que se acuerde de todas tus ofrendas, que te escuche el Señor en el peligro, que te envíe auxilio desde el santuario (Salmo 19)

Ave, Madre, tu Hijo es torrente de delicias, Verbo del Padre hecho hombre, Luz de luz, fuente de vida.

Les das a beber del torrente de tus delicias... En Ti está la fuente viva y en tu luz veremos la luz (Salmo 35)

Ave, tú diste a luz a Jesucristo, diestra del Padre; al rostro del Dios invisible, en su luz, visible se hace.

No fue su espada la que ocupó la tierra, la que les dio la victoria, sino tu diestra y la luz de tu rostro, porque Tú los amabas (Salmo 43)

Ave, tu Hijo, el Altísimo, consagra su morada; el rayo de la luz Paterna se hace medicina nuestra.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada (Salmo 45)

Ave Madre, tu único Hijo, Dios y hombre, desde el confín de la tierra invoca, cuando en nosotros, sus miembros, implora.

Te invoco desde el confín de la tierra, llévame a una roca inaccesible, porque Tú eres mi refugio contra el enemigo (Salmo 60)

Ave, Madre, tu Hijo a Dios, su Padre, pidió y recibió en herencia las naciones que redimió.

Pídemelo y te daré en herencia las naciones; en posesión hasta los confines de la tierra (Salmo 2)

Ave, Madre, tu Hijo se durmió en su pasión, se acostó en el sepulcro, venció a la muerte en su resurrección.

Puedo acostarme y dormir y despertar, el Señor me sostiene (Salmo 3)

Ave, Madre singular, gracias a tu fecundidad son dichosos los hombres, absueltos de su maldad.

Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han enterrado su pecado (Salmo 31,1)

Ave, estrella virginal, tu fruto singular de la cítara nos habló cuando en la cruz murió. A Él bien le salmodiamos con el arpa de diez cuerdas cuando a Él le dedicamos el decálogo sagrado.

Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas, cantadle un cántico nuevo (Salmo 32)

Ave, Madre, tu hijo se hizo sacrificio por nosotros. Dios hecho carne se manifiesta como única medicina nuestra.

No pides sacrificio expiatorio; entonces yo digo: Aquí estoy. Dios mío lo quiero, llevo tu ley en mis entrañas (Salmo 39)

Ave, Madre, tu Hijo nos sanó de nuestro mal; único abogado, poderoso para defender y perdonar.

Yo dije: «Señor, ten misericordia; sáname porque he pecado contra ti» (Salmo 40)

Ave, virgen poderosa, tu Hijo en la cruz clavado alzó el poder del justo, rompió las cadenas del pecado.

Derribaré el poder de los malvados y se alzará el poder del justo (Salmo 74)

Ave, Madre, tu Hijo crucificado nos rescató, con el agua y con la sangre, con el cáliz de la salvación.

Me envolvían redes de muerte, caí en tristeza y angustia, invoqué al Señor: ¡Señor, salva mi vida! (Salmo 115)

Ave, celestial Señora, merced de tu fruto somos; pues, por su muerte gloriosa, hemos recibido vida.

La herencia que da el Señor son los hijos, su salario el fruto del vientre (Salmo 126)

Ave, en tu Hijo está la misericordia; Él derrama sobre su pueblo la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor: Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica... Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa (Salmo 129).

Ave, por tu Hijo, auxilio que envía Dios Padre, por los bienes que nos hizo en el Señor, nos alegramos.

Alegra mi corazón con tu auxilio, y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho (Salmo 12)

Ave, reina de la gracia, tu Hijo, Rey de la Gloria, es el Señor de los Ejércitos, Luz de luz, Cristo Dios.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los Ejércitos, Él es el Rey de la gloria (Salmo 23)

Ave, Madre, tu Hijo, al resucitar, se nos hizo júbilo por la mañana, gloria y esperanza.

Señor, sacase mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. Al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo (Salmo 29)

Ave, Madre, tu hijo se hizo salvador de nuestra almas; por lo cual invita el salmo: Pueblos todos batid palmas.

Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo, porque el Señor es sublime, emperador de toda la tierra (Salmo 46)

Ave, tu Hijo sobre el cielo está elevado y su gloria llena toda la tierra.

Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria. Te daré gracias ante los pueblos, señor; tañeré para Ti ante las naciones (Salmo 56)

Ave, por tu Hijo aclamamos a Dios Padre. Salmodiamos y alabamos, y con canto exultamos.

Aclamad a Dios, tierra entera. Decid a Dios: Qué temibles son tus obras. Que se postre ante Ti la tierra entera, que toquen en tu honor (Salmo 65)

Ave, Madre, a tu Hijo como al Dios verdadero, adoran, glorifican, alaban y engrandecen todos los pueblos.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor y a honrar tu nombre. Grande eres Tú y haces maravillas, Tú eres el único Dios (Salmo 85)

Ave, santuario del Rey, cuyo honor es la justicia, y el estrado de sus pies, el manto de la carne asumida.

Ensalzad al Señor Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies. Él es santo (Salmo 98)

Ave, por ti nuestra Sión aparecerá gloriosa; de tu Hijo son las obras y las creaturas todas.

Cuando el Señor reconstruya Sión y aparezca en su gloria... el pueblo que será creado alabará al Señor (Salmo 101)

Ave, Madre, desde ti, el Señor, el Hijo de Dios, nos ilumina, concebido por el Espíritu Santo y, de entre los muertos, resucitado.

El Señor es Dios, Él nos ilumina (Salmo 117)


Santo Tomás de Aquino

"María, por su divina maternidad, tiene una relación real con el Verbo de Dios hecho carne; esta relación se termina en la Persona increada del Verbo encarnado, pues Ella es la Madre de Jesús, que es Dios. La maternidad de María no se termina en la humanidad de Jesús, sino en la Persona misma de Jesús: es Él, y no su humanidad, quien es el Hijo de María".


Catecismo de San Pío X

"El Hijo de Dios se hizo hombre tomando, en la purísimas entrañas de la Vírgen María, por obra del Espíritu Santo, un cuerpo como el nuestro y un alma como la nuestra".


San Ireneo

"Este Cristo, que como Logos del Padre estaba con el Padre...fue dado a luz por una Vírgen".


San Hipólito

"El Verbo descendió del cielo a la Santísima Vírgen para que, encarnado en Ella y hecho hombre en todo menos en el pecado, salvara a Adán, que había perecido".