Por Robert Royal y James V. Schall, S. J.

Física post Einstein y metafísica papal
Por Robert Royal

Los científicos de los laboratorios europeos del centro de investigación nuclear anunciaron recientemente que pequeñísimas partículas llamadas neutrinos parecen viajar más rápido que la luz, lo que significaría que la teoría de Einstein sobre la relatividad, la base de la física moderna, podría haber ya explotado. El jueves, Benedicto XVI le dijo al Bundestag (Parlamento) alemán que la teoría del positivismo legal ha producido desastres morales y legales, cuando es asumida como la verdad absoluta sobre los seres humanos y la sociedad.

¿Qué descubrimiento es más revolucionario? Lo admitimos, se trata de naranjas y manzanas, pero elijo el del Papa. Podemos vivir sin Einstein, pero no sin la verdad (65 mil millones de neutrinos solares avanzan en un centímetro/segundo. Sólo 1 en 10 trillones interactúa con un átomo en nuestro planeta, lo que con frecuencia para ser el destino de la enseñanza papal también).

El discurso del Papa provocará numerosos comentarios. Es destacable no sólo por su riqueza, tal vez demasiado rico, ha de decirse, para los políticos alemanes, que no son tan diferentes que sus contrapartes norteamericanos, cuando se trata de asuntos filosóficos, teológicos y legales. Pero Benedicto XVI se dirigió claramente a más personas que el auditorio inmediato.

Como un alemán dirigiéndose a alemanas, recordó, por supuesto, la perversión de la política y la justicia se dio bajo el nazismo, y la perpetua amenaza – magnificada ahora por ‘el poder (tecnológico) antes inconcebible’ – de que el poder político derribe lo que es moralmente correcto. El Papa no es utopista, y él ha reconocido que un político tiene que ser exitoso al atraer el apoyo popular, pero eso debe siempre ser visto como una precondición para hacer lo que es correcto.

Benedicto fue invitado a Alemania, sin embargo, como Papa y en reconocimiento de “el rol que la Santa Sede tiene como compañero dentro de la comunidad de los pueblos y estados”. Lo que dijo sobre eso fue de lejos más significativo, preciso y de mucho mayor alcance.

Él invocó lo que llama “el fundamento del derecho”. Como corresponde a un Papa, citó un ejemplo bíblico, Salomón, a quien Dios alienta, al convertirse en rey, a hacer un pedido. Salomón solicitó, como es bien conocido, “un corazón sabio para que pueda gobernar al pueblo de Dios y discernir entre el bien y el mal”.

San Agustín remarcó que sin justicia un estado es un magno latrocinio (“un gran banda de bandidos”). Los alemanes, en particular, pueden entender eso, dijo Benedicto. Su gobierno en la memoria viva se convirtió en tal banda, “amenazando al mundo entero y llevándolo hasta el bordo del abismo”.

La cuestión perenne permanece: ¿cómo saber qué está bien y qué está mal? Para muchos asuntos, la regla de la mayoría es suficiente. Pero sobre “los temas fundamentales del derecho, en el que la dignidad de un hombre y la humanidad es amenazada, “todos los ciudadanos, y los cristianos en particular tendrán que resistir un sistema legal dado.

En retrospectiva, es fácil ver que quienes resistieron a los nazis estaban en lo correcto. No es fácil ver lo que podría generar tal resistencia hoy en día. Reconocer lo que es fundamentalmente bueno y justo nunca es una tarea simple, dice Benedicto, pero ha sido convertido en algo más complicado por algunos desarrollos modernos.

Históricamente, la noción de lo que es correcto ha sido casi siempre “lo basado en la religión”. Al menos en el catolicismo, sin embargo, esto casi nunca ha significado alguna forma revelada de estado. La Iglesia encuentra las fuentes del derecho en la naturaleza y la razón, ambas a su vez encontradas en la “razón creadora de Dios”. Como ha dicho en otras oportunidades, nuestras nociones de lo racional al final dependen de un Logos divino anterior.

El “corazón dócil” de Salomón, la filosofía estoica, el derecho romano y la tradición católica de la ley natural reflejan todas esta orientación básica e iluminan una serie de aproximaciones como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, y la ley básica alemana de la era post nazi.

Pero en la última mitad de siglo, la extensa tradición del “derecho natural” ha sido descartada por considerarse meramente católica. En realidad, en este punto en su argumentación, Benedicto sugiere, sin decirlo abiertamente, que un descarte similar hicieron los nazis al buscar todo el poder posible, a través de medios democráticos. Las teorías legales positivistas de Hans Kelsen –quien decía que la ley “daba sólo respuestas funcionales” y relegaba a Dios, la naturaleza y un robusto sentido de la racionalidad a juicios “subjetivos”– trágicamente alentaba a los alemanes respetuosos de la ley a aceptar lo que estaba mal en nombre de la legalidad.

Benedicto explícitamente menciona a Kelsen sin relacionarlo al triunfo del nazismo. Sin embargo advierte que:

Donde la razón positivista domina el campo de la exclusión de todo lo demás –y ese es ampliamente el caso de nuestro ambiente público– entonces las fuentes clásicas del conocimiento para la ética y el derecho son excluidas. Esta es una situación dramática que afecta a todos, y en el que el debate público es necesario. De hecho, una meta esencial de este discurso es dirigir una invitación urgente para lanzar uno.

Esta voluntad, sin duda, llevará a un llanto generalizado y al rechinar de dientes, ya que el mero reconocimiento de otras fuentes del derecho tiene implicaciones para una serie de temas neurálgicos contemporáneos.

Los críticos probablemente no se darán cuenta de que Benedicto, como de costumbre, permite un valor real para la razón positiva, pero precisa cuando alega ser la única racionalidad, se convierte en un bunker de concreto sin ventanas, cerrado a Dios y al mundo, y disminuye y amenazas a la humanidad. Europa en particular ahora se encuentra a sí misma en un estado de “desculturización”, vulnerable a las fuerzas radicales listas para llenar el vacío.

Sin endosar agenda política alguna, el Papa propuso al movimiento ecológico como una mira dentro, ante la necesidad de recuperar una naturaleza cargada de valores. Él cree también que nos falta un sentido de la naturaleza humana como inviolable, que no debe ser manipulada, y no debe ser algo que el ser humano cree a voluntad. Dios ha dado sentido y valor a la naturaleza y a la naturaleza humana que exige respeto: “De esta forma y no de otra, la libertad humana auténtica es alcanzada”.

No hay mucho que discutir sobre esto, claro está. Los prospectos no son buenos para llevarlos al otro lado del Atlántico. Pero, ¿hay alguna figura viviente que pueda referirse a estos asuntos fundamentales de la cultura de Occidente tan precisa, clara y bien académicamente hablando que el Papa?

Robert Royal es el editor-jefe de La Cuestión Católica y presidente del Faith & Reason Institute en Washington, D.C. Su libro más reciente es The God That Did Not Fail: How Religion Built and Sustains the West (El Dios que no falla: Cómo la religión construyó y sostiene a Occidente), ahora disponible en Encounter Books.

II
Palabras muy necesarias
Por James V. Schall, S. J.

El discurso del Papa al Parlamento alemán fue breve y directo. Les pide a los legisladores alemanes ser como Salomón: “elijan la sabiduría”. Muchos de ellos probablemente pensaron que ya habían hecho esa opción, lo que explica por qué están allí en primer lugar. Pero el Santo Padre sugiere que la sabiduría no es sólo lo que escogemos. Tiene un contenido objetivo que necesita ser descubierto. La sabiduría está siempre ante lo que no es sabio, ante lo que no es verdad.

Benedicto entiende los “derechos humanos” y la “ecología” benignamente en su discurso. Estos serán, cuando se vean en contextos modernos, términos que deban superar la ambigüedad. Por ello el Papa habla de los que es “correcto” y lo que es “equivocado”. Entiende los “derechos humanos”, el término más popular en la modernidad, para referirse una explicación de la ley natural sobre por qué la persona humana es dignificada y por qué la persona debe ser respetada en su totalidad.

“Derechos humanos”, con sus orígenes de facto en Hobbes, también significa cualquier cosa que un gobierno o un individuo quiere que signifique. Con frecuencia se refieren al poder del más fuerte, como el Papa hizo notar recordando la reciente historia alemana. El positivismo y el historicismo detrás de esta perspectiva de “derechos humanos” se discute con referencia a Hans Kelsen y su realización siendo anciano de que un “puro” concepto de razón no es suficiente: “Previamente él (Kelsen) dijo que las normas pueden solo venir de la voluntad. Así la naturaleza sólo podía contener normas, él añade, si hubiese una voluntad para ponerlas allí. Pero esto, afirma, presupondría un Dios Creador”.

Kelsen pensó que esta suposición de un Creador era “fútil”, pero el Papa sugiere que este es el mismo exacto punto: “¿Realmente no tiene objeto preguntarse si la razón objetiva que manifiesta a sí misma en la naturaleza no presupone una razón creadora?” Este Papa, como hizo en la Spe Salvao con Adorno y Horkheimer, gusta de citar a pensadores agnósticos alemanas para indicar un camino hacia las conclusiones correctas. La alternativa hacia la “voluntad divina” en política. Pero ambas voluntades, la divina y la humana están relacionadas al logos. El cristianismo nunca propuso el establecimiento de una ley divina como ley civil. Se detecta una referencia al Islam aquí: El cristianismo “ha señalado a la naturaleza y a la razón como las verdaderas fuentes del derecho”.

Benedicto usa la “ecología” como papel aluminio ante la racionalidad positivista que está separada de la naturaleza. Yo creo que la ecología tiene muchos tonos “desagradables”. La teoría ecológica es pionera en una forma en la que el hombre, en su dignidad individual, es reasumido en la naturaleza para convertirse en sujeto de fuerzas naturales y políticas sin un status independiente propio. El Papa usa la ecología para recordar el tema de la “ecología humana”, es decir, que hay una naturaleza humana que por sí misma debe ser respetada como indicando las bases de lo que somos.

La ecología, con los programas para salvar la tierra, con mucha frecuencia ha trabajado en contra de los intereses de los pobres y la gente común. El hombre no es para la tierra, la tierra es para el hombre. La tierra no es la diosa del hombre. El Papa entiende que un cuidado razonable se necesita pero no la noción de que los números del hombre y el bienestar están subordinados a las nociones dubitativas del calentamiento global, de la preservación de las especia y del control total del estado que fluye lógicamente de estas teorías. Con frecuencia han reemplazado otras teorías del absolutismo tales como el marxismo como la principal justificación para el control político de todos los seres humanos vivientes.

Dicho esto, el Papa, como hizo con los “derechos humanos”, guarda la palabra “ecología” pero le da un sentido diferente a los más usuales, que tienen una herencia dudosa y peligrosa. Aún está por verse si esta estrategia de redefinir conceptos populares funcionará. La aproximación antigua de ir a la puerta de alguien más pero abrir una propia puede ser la más práctica disponible hoy en día ante el confuso entendimiento de estas nociones. Sus significados dominantes ideológicos y el uso, sin embargo, no son los que el Papa abraza.

Creo que mi línea favorita en el discurso del Papa estuvo al comienzo cuando habló del Parlamento de su Alemania natal. Les dijo que sus miembros estaban para “trabajar por el bien de la República Federal Alemana”. Esa fue la palabra clave: el “bien” de la gente, no algo subjetivo, no algo basado solo en la voluntad. Estaba fundado en un entendimiento de lo que el hombre es en su vida política, en lo que su “bien”, incluyendo el bien trascendente, es.

La mayor alienación del mundo moderno tiene que ver solo con lo que es “bueno”, solo con quien es “bueno”. “El hombre no es la medida de todas las cosas”. La medida de todas las cosas es el bien querido por el Creador y entendido en nuestra naturaleza para ser bueno. No hacemos el bien para ser bueno. Ya lo descubrimos allí, ya bueno, ya bien. La negación de que hay un bien al que nos podemos ordenar conscientemente es lo que caracteriza nuestro tiempo. Sólo Dios es “bueno” como Platón y el Nuevo Testamento nos dicen. Esencialmente, esta verdad es la que Benedicto XVI afectuosamente recordó a sus compatriotas alemanes en su cuerpo gubernamental cuando lo invitaron a dirigirse a ellos. Muchos de ellos, sospecho, sabían que necesitaban escuchar tales palabras tan claramente dichas en su medio.

James V. Schall, S.J., es catedrático en la Georgetown University y un de los más prolíficos autores católicos en Estados Unidos. Si libro más reciente es The Mind That Is Catholic (La mente que es católica).