El alfarero de la vida
Una historia sobre a descubrir el infinito amor de Dios por sus creaturas
El alfarero es el encargado de hacer vasijas de barro, de loza o de cerámica. Un alfarero puede hacer humildes botijos para beber agua fresca como hermosos jarrones que adornan los palacios de los reyes. Pero un jarrón tiene más valor en el mercado que un botijo, pero sólo en el mercado, ya que en la práctica la función de los jarrones es principalmente decorativa, mientras que se utilizan los botijos para beber agua fresca.
Sin embargo ni el botijo ni el jarrón podrían existir sin el alfarero. El barro mezclado con agua o el caolín mezclado con agua. Sin la intervención del alfarero, esto objetos no son nada. Y nada sale de ellos. Los súper milagros no existen. Podemos hacer la prueba, coger tierra mezclarla con agua, y luego amasarla. La dejamos para que repose pero no obtendremos nada, ya que necesitamos de las manos y del ingenio del alfarero para que éstas tomen forma.
El alfarero toma ese barro en sus manos y decide hacer un jarrón o un botijo. Lo pone en el torno y lo va modelando con sus manos, dándole forma. Supongamos que el barro o la porcelana tuviesen vida, y pudiesen escapar del torno. ¿En que acabarían en nada? En un montón de tierra mojada, que la lluvia arrastraría. Pero en el torno van tomando la forma y se convierten en botijo jarrón.
Podemos pensar que ya esta acabado el proceso, pues no, es preciso todavía, que el alfarero los meta en el horno, en la fragua, que soporten la prueba del fuego. También esta debe ser muy dolorosa, si los imaginamos con sentimientos. ¿Y que pasaría si el botijo o cualquiera de sus compañeros decidiese escaparse del horno, de la prueba?
Que se quebraría a la primera. Que no valdría para nada. Y habría que desecharlo como un trasto inútil.
Hay un alfarero distinto a los demás. Este tiene la particularidad de amar con locura a sus obras. Estas a su vez son libres. Y a veces rechazan el horno. O incluso el torno. Cuando uno de estos objetos se rompe, este Alfarero no deja el botijo roto, tirado en un rincón; por el contrario, lo toma de nuevo, amasándolo en el torno no con agua sino con Sangre, con la Sangre de Su Hijo. Porque ese Alfarero es el Padre Dios. Su Hijo Jesús. El botijo o el jarrón cada hombre o mujer. El Torno la fe. El horno la vida.