Trabajo y matrimonio: puestos en la misma balanza


¿Porque nos esforzamos tanto en conservar un empleo y no ponemos el mismo esfuerzo para mantener un matrimonio duradero? Resulta paradójico la comparación pero en opinión de la experta argentina en temas de familia, Rita Barros Uriburru, cada vez más se cae en la torpeza de "endiosar el empleo" y "banalizar el matrimonio" revelando una preocupante falta de jerarquía de valores en la sociedad actual.

Según Rita Barros, "es una gran hipocresía menospreciar el esfuerzo por solucionar los problemas familiares, y valorar al mismo tiempo, el sacrificio necesario para mantener un trabajo". En ese sentido, la experta subrayó la necesidad de luchar y sacrificarse por sacar el matrimonio adelante, por construir día a día ese proyecto común que se lleva de a dos y en el que está en juego la felicidad de los padres y de los hijos.

Asimismo, precisó que es justamente la hipocresía el argumento preferido "y de moda" para justificar ahora el divorcio ya que se argumenta que es preferible "evitar la hipocresía" en vez que de que los cónyuges enfrenten problemas 'indisolubles'.

"Aquí, observó, lo único que se evidencia es la capacidad egoísta del ser humano, quien no quiere asumir la responsabilidad de su matrimonio -que es para toda la vida- ya que le resulta más 'practico' cambiarse de pareja".

Barros recalcó además que este argumento cae en profundas contradicciones, pues si queremos ser coherentes con nuestro discurso deberíamos rechazarla no sólo en el matrimonio, sino también en el trabajo y en las relaciones sociales.

"Tendríamos que estar de acuerdo en que debemos ser 100% sinceros con nuestra pareja y con nuestro jefe, con nuestros compañeros de trabajo y con nuestros clientes. Absolutamente sinceros, y por tanto -siguiendo la lógica de los divorcistas-, capaces de renunciar cuando las cosas se ponen mal, o de decirle a un cliente lo que realmente pensamos de él. Claro, que si eso sucediera, el índice de desempleo treparía del 16% al 90% en pocos días", manifestó.

En esta línea, la experta cuestionó la jerarquía de valores de las familias ya que si somos capaces de tolerar a clientes inoportunos y molestos, a jefes neuróticos y exigentes, ¿porque no hacerlo, entonces, con nuestros cónyuges? ¿Por qué somos incapaces de reconocer que la falta de esfuerzo para superar los problemas matrimoniales implica inmadurez afectiva?, preguntó.

Barros aseveró que para quien trabaja a disgusto en una empresa es hipocresía bajar la cabeza muchas veces al día solo porque se necesita ganar un sustento económico. Y si esa actitud, continuó, en el trabajo se le llama esfuerzo, sacrificio y paciencia, pues en el matrimonio se le es llamada hipocresía tan sólo para justificar el divorcio, siendo ésta la mayor de las hipocresías.

Así, es imposible actualmente llamar esfuerzo, sacrificio y paciencia a la lucha diaria por sacar adelante un matrimonio, que siempre está enfrentando dificultades, y se cae en diálogos absurdos como "no nos entendemos bien; es mejor yo por mi camino y tu por el tuyo, como buenos amigos", sin pensar en un momento en los hijos.

Camino duradero

El matrimonio es un compromiso superior al contrato laboral, ya que no en vano se lleva a cabo en un Registro Civil; se celebra delante de un juez, y se establecen responsabilidades muy importantes con respecto a la crianza de los hijos que puedan venir. Además, para los cristianos es un sacramento.

Hoy en día, la inestabilidad no sólo es exclusiva del sistema laboral sino también de la familia, concretamente del matrimonio. Verse de un día para otro sin trabajo no es peor que verse sin familia ya que el desempleo no provoca menores males que los que provoca el divorcio. Ahí la razón de porque muchos reinciden.

Sin embargo, hay una diferencia: las soluciones que las personas particulares pueden dar a la crisis económica son limitadas, pero es ilimitado el esfuerzo de que son capaces quienes -por amor- se empeñan tenazmente en superar las crisis matrimoniales. Porque en el matrimonio, siempre habrá problemas; encontrar las soluciones, siempre y en última instancia, es responsabilidad de los cónyuges.

Por tanto, se hace necesario que cada familia revise su jerarquía de valores, para no caer en el error de endiosar el empleo y paralelamente banalizar el matrimonio, imprescindible para el pleno desarrollo de todos los miembros de la familia.

Resulta una hipocresía, según la experta, "menospreciar el esfuerzo por solucionar los problemas familiares y valorar al mismo tiempo, el sacrificio necesario para mantener un trabajo o un cargo, cuando en muchas ocasiones, ello implica pasar por alto mil detalles para no enfrentarnos con el jefe, con los clientes o incluso con los votantes, en el caso de los políticos".

"Cada cosa en su lugar", aconseja Barros. "Incluso divorciarse resulta ser el peor negocio porque luego, hay que mantener dos o hasta tres familias al mismo tiempo", puntualizó.