- Tristeza persistente, lloriqueo y llanto profuso
- Desesperanza
- Pérdida de interés
en sus actividades favoritas; o inhabilidad para disfrutar
de las actividades favoritas previas
- Aburrimiento persistente
y falta de energía
- Aislamiento social, comunicación
pobre
- Baja autoestima y culpabilidad
- Sensibilidad extrema hacia
el rechazo y el fracaso
- Aumento en la dificultad
de relacionarse, coraje u hostilidad
- Dificultad en sus relaciones
- Quejas frecuentes de enfermedades
físicas, tales como dolor de cabeza o de estómago
- Ausencias frecuentes de la
escuela y deterioro en los estudios
- Concentración pobre
- Cambios notables en los patrones
de comer y de dormir
- Hablar de o tratar de escaparse de la casa
El cambio que realiza un niño con este problema se manifiesta por ejemplo: de jugar a menudo con sus amigos a pasar la mayor parte del tiempo solo, perdiendo interés por todo.
Las cosas que le gustaban antes ya no las disfruta. Además, a veces los niños y adolescentes deprimidos dicen que quisieran morir o hablan del suicidio. En algunos caso, ante esta situación de frustración, los adolescentes deprimidos pueden abusar del alcohol o de drogas tratando de sentirse mejor.
Es muy importante que los padres vayan más allá de los actos de los hijos, por ejemplo un niño se comienza a portar mal en la casa y escuela, lo más sencillo es castigarlo; sin embargo, es posible que en su interior este sufriendo por algo. Por ello, es fundamental el diálogo amical y confiado para que el niño o adolescente pueda compartir lo que está experimentando y así poder ayudarlo.