Segunda Parte "JESUCRISTO EVANGELIZADOR VIVIENTE EN SU IGLESIA"

«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19 -20). «En estas palabras está contenida la proclama solemne de la evangelización» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 2).

El Santo Padre nos ha convocado para comprometer a la Iglesia de América Latina y el Caribe en una Nueva Evangelización y «trazar ahora, para los próximos años, una nueva estrategia evangelizadora, un plan global de evangelización» (Juan Pablo II, Discurso a la II Asamblea plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina, 14. 6. 91, 4).

Queremos presentar algunos elementos que nos servirán de base para concretar estas orientaciones en las Iglesias locales del Continente.

A partir de la Nueva Evangelización, «el elemento englobante» o «idea central» que ha iluminado nuestra Conferencia, entenderemos en su verdadera dimensión la Promoción Humana, respuesta a «la delicada y difícil situación en la que se encuentran los países latinoamericanos» (Carta del Cardenal Bernardin Gantin, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de América Latina y al Presidente del CELAM, 12. 12. 90) y enfocaremos el desafío del diálogo entre el Evangelio y los distintos elementos que conforman nuestras culturas para purificarlas y perfeccionarlas desde dentro, con la enseñanza y el ejemplo de Jesús, hasta llegar a una Cultura Cristiana.

(Santo Domingo, Conclusiones 22)

Capítulo I
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Toda evangelización parte del mandato de Cristo a sus apóstoles y sucesores, se desarrolla en la comunidad de los bautizados, en el seno de comunidades vivas que comparten su fe, y se orienta a fortalecer la vida de adopción filial en Cristo, que se expresa principalmente en el amor fraterno.

Después de preguntarnos qué es la Nueva Evangelización podremos comprender mejor que ella tiene su punto de partida en la Iglesia, en la fuerza del Espíritu, en continuo proceso de conversión, que busca testimoniar la unidad dentro de la diversidad de ministerios y carismas y que vive intensamente su compromiso misionero. Sólo una Iglesia evangelizada es capaz de evangelizar.

Las situaciones trágicas de injusticia y sufrimiento de nuestra América, que se han agudizado más después de Puebla, piden respuestas que sólo podrá dar una Iglesia, signo de reconciliación y portadora de la vida y la esperanza que brotan del Evangelio.

(Santo Domingo, Conclusiones 23)

¿Qué es la Nueva Evangelización?

La Nueva Evangelización tiene como punto de partida la certeza de que en Cristo hay una «" inescrutable riqueza" (Ef 3, 8), que no agota ninguna cultura, ni ninguna época, y a la cual podemos acudir siempre los hombres para enriquecernos» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 6). Hablar de Nueva Evangelización es reconocer que existió una antigua o primera. Sería impropio hablar de Nueva Evangelización de tribus o pueblos que nunca recibieron el Evangelio. En América Latina se puede hablar así, porque aquí se ha cumplido una primera evangelización desde hace 500 años.

Hablar de Nueva Evangelización no significa que la anterior haya sido inválida, infructuosa o de poca duración. Significa que hoy hay desafíos nuevos, nuevas interpelaciones que se hacen a los cristianos y a los cuales es urgente responder.

Hablar de Nueva Evangelización, como lo advirtió el Papa en el discurso inaugural de esta IV Conferencia, no significa proponer un nuevo Evangelio diferente del primero: hay un solo y único Evangelio del cual se pueden sacar luces nuevas para los problemas nuevos.

Hablar de Nueva Evangelización no quiere decir reevangelizar. En América Latina no se trata de prescindir de la primera evangelización sino de partir de los ricos y abundantes valores que ella ha dejado para profundizarlos y complementarlos, corrigiendo las deficiencias anteriores. La Nueva Evangelización surge en América Latina como respuesta a los problemas que presenta la realidad de un continente en el cual se da un divorcio entre fe y vida hasta producir clamorosas situaciones de injusticia, desigualdad social y violencia. Implica afrontar la grandiosa tarea de infundir energías al cristianismo de América Latina.

Para Juan Pablo II la Nueva Evangelización es algo operativo, dinámico. Es ante todo una llamada a la conversión (cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural, 1) y a la esperanza, que se apoya en las promesas de Dios y que tiene como certeza inquebrantable la Resurrección de Cristo, primer anuncio y raíz de toda evangelización, fundamento de toda promoción humana, principio de toda auténtica cultura cristiana (cf. ib., 25). Es también un nuevo ámbito vital, un nuevo Pentecostés (cf. ib., 30 -31) donde la acogida del Espíritu Santo hará surgir un pueblo renovado constituido por hombres libres conscientes de su dignidad (cf. ib., 19) y capaces de forjar una historia verdaderamente humana. Es el conjunto de medios, acciones y actitudes aptos para colocar el Evangelio en diálogo activo con la modernidad y lo post -moderno, sea para interpelarlos, sea para dejarse interpelar por ellos. También es el esfuerzo por inculturar el Evangelio en la situación actual de las culturas de nuestro continente.

(Santo Domingo, Conclusiones 24)

El sujeto de la Nueva Evangelización es toda la comunidad eclesial según su propia naturaleza: nosotros los Obispos, en comunión con el Papa, nuestros presbíteros y diáconos, los religiosos y religiosas, y todos los hombres y mujeres que constituimos el Pueblo de Dios.

(Santo Domingo, Conclusiones 25)

La Nueva Evangelización tiene como finalidad formar hombres y comunidades maduras en la fe y dar respuesta a la nueva situación que vivimos, provocada por los cambios sociales y culturales de la modernidad. Ha de tener en cuenta la urbanización, la pobreza y la marginación. Nuestra situación está marcada por el materialismo, la cultura de la muerte, la invasión de las sectas y propuestas religiosas de distintos orígenes.

Esta situación nueva trae consigo también nuevos valores, el ansia de solidaridad, de justicia, la búsqueda religiosa y la superación de ideologías totalizantes.

Destinatarios de la Nueva Evangelización son también las clases medias, los grupos, las poblaciones, los ambientes de vida y de trabajo, marcados por la ciencia, la técnica y los medios de comunicación social.

La Nueva Evangelización tiene la tarea de suscitar la adhesión personal a Jesucristo y a la Iglesia de tantos hombres y mujeres bautizados que viven sin energía el cristianismo, «han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio» (Rmi 33).

(Santo Domingo, Conclusiones 26)

El contenido de la Nueva Evangelización es Jesucristo, Evangelio del Padre, que anunció con gestos y palabras que Dios es misericordioso con todas sus creaturas, que ama al hombre con un amor sin límites y que ha querido entrar en su historia por medio de Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, para liberarnos del pecado y de todas sus consecuencias y para hacernos partícipes de su vida divina (cf. Juan Pablo II, Homilía en Veracruz, México, 7. 5. 90). En Cristo todo adquiere sentido. él rompe el horizonte estrecho en que el secularismo encierra al hombre, le devuelve su verdad y dignidad de Hijo de Dios y no permite que ninguna realidad temporal, ni los estados, ni la economía, ni la técnica se conviertan para los hombres en la realidad última a la que deban someterse. Dicho con palabras de Pablo VI, evangelizar es anunciar «el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazareth, Hijo de Dios» (EN 22).

Esta Evangelización tendrá fuerza renovadora en la fidelidad a la Palabra de Dios, su lugar de acogida en la comunidad eclesial, su aliento creador en el Espíritu Santo, que crea en la unidad y en la diversidad, alimenta la riqueza carismática y ministerial y se proyecta al mundo mediante el compromiso misionero.

(Santo Domingo, Conclusiones 27)

¿Cómo debe ser esta Nueva Evangelización? El Papa nos ha respondido: Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión.

Nueva en su ardor. Jesucristo nos llama a renovar nuestro ardor apostólico. Para esto envía su Espíritu, que enciende hoy el corazón de la Iglesia. El ardor apostólico de la Nueva Evangelización brota de una radical conformación con Jesucristo, el primer evangelizador. Así, el mejor evangelizador es el santo, el hombre de las bienaventuranzas (cf. Rmi 90 -91). Una evangelización nueva en su ardor supone una fe sólida, una caridad pastoral intensa y una recia fidelidad que, bajo la acción del Espíritu, genere una mística, un entusiasmo incontenible en la tarea de anunciar el Evangelio y capaz de despertar la credibilidad para acoger la Buena Nueva de la Salvación.

(Santo Domingo, Conclusiones 28)

Nueva en sus métodos. Nuevas situaciones exigen nuevos caminos para la evangelización. El testimonio y el encuentro personal, la presencia del cristiano en todo lo humano, así como la confianza en el anuncio salvador de Jesús (kerygma) y en la actividad del Espíritu Santo, no pueden faltar.

Se ha de emplear, bajo la acción del Espíritu creador, la imaginación y creatividad para que de manera pedagógica y convincente el Evangelio llegue a todos. Ya que vivimos en una cultura de la imagen, debemos ser audaces para utilizar los medios que la técnica y la ciencia nos proporcionan, sin poner jamás en ellos toda nuestra confianza.

Por otra parte es necesario utilizar aquellos medios que hagan llegar el Evangelio al centro de la persona y de la sociedad, a las raíces mismas de la cultura y «no de una manera decorativa, como un barniz superficial» (EN 20).

(Santo Domingo, Conclusiones 29)

Nueva en su expresión. Jesucristo nos pide proclamar la Buena Nueva con un lenguaje que haga más cercano el mismo Evangelio de siempre a las nuevas realidades culturales de hoy. Desde la riqueza inagotable de Cristo, se han de buscar las nuevas expresiones que permitan evangelizar los ambientes marcados por la cultura urbana e inculturar el Evangelio en las nuevas formas de la cultura adveniente. La Nueva Evangelización tiene que inculturarse más en el modo de ser y de vivir de nuestras culturas, teniendo en cuenta las particularidades de las diversas culturas, especialmente las indígenas y afroamericanas. (Urge aprender a hablar según la mentalidad y cultura de los oyentes, de acuerdo a sus formas de comunicación y a los medios que están en uso). Así, la Nueva Evangelización continuará en la línea de la encarnación del Verbo. La Nueva Evangelización exige la conversión pastoral de la Iglesia. Tal conversión debe ser coherente con el Concilio. Lo toca todo y a todos: en la conciencia y en la praxis personal y comunitaria, en las relaciones de igualdad y de autoridad; con estructuras y dinamismos que hagan presente cada vez con más claridad a la Iglesia, en cuanto signo eficaz, sacramento de salvación universal.

(Santo Domingo, Conclusiones 30)

1.1. La Iglesia convocada a la santidad

Iluminación doctrinal

Durante nuestra IV Conferencia hemos estado, como María, escuchando la Palabra, para comunicarla a nuestros pueblos. Hemos sentido que el Señor Jesús repetía el llamamiento a una vida santa (cf. Ef 1, 4), fundamento de toda nuestra acción misionera.

La Iglesia, como misterio de unidad, encuentra su fuente en Jesucristo. Sólo en él puede dar los frutos de santidad que Dios espera de ella. Sólo participando de su Espíritu puede transmitir a los hombres la auténtica palabra de Dios. Solamente la santidad de vida alimenta y orienta una verdadera promoción humana y cultura cristiana. Sólo con él, por él y en él puede dar a Dios, Padre omnipotente, el honor y la gloria por los siglos de los siglos.

(Santo Domingo, Conclusiones 31)

Llamado a la santidad

La Iglesia es comunidad santa (cf. 1Pe 2, 9) en primer lugar por la presencia en ella del Cordero que la santifica por su espíritu (cf. Ap 21, 22s; 22, 1 -5; Ef 1, 18; 1Cor 3, 16; 6, 19; LG 4). Por eso, sus miembros deben esforzarse cada día por vivir, en el seguimiento de Jesús y en obediencia al Espíritu, «para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor» (Ef 1, 4). éstos son los hombres y mujeres nuevos que América Latina y el Caribe necesitan: los que han escuchado con corazón bueno y recto (cf. Lc 8, 15) el llamado a la conversión (cf. Mc 1, 15) y han renacido por el Espíritu Santo según la imagen perfecta de Dios (cf. Col 1, 15; Rom 8, 29), que llaman a Dios «Padre» y expresan su amor a él en el reconocimiento de sus hermanos (cf. DP 327), que son bienaventurados porque participan de la alegría del Reino de los cielos, que son libres con la libertad que da la Verdad y solidarios con todos los hombres, especialmente con los que más sufren. La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga. La santidad «es la clave del ardor renovado de la Nueva Evangelización» (Juan Pablo II, Homilía en Salto, Uruguay, 9. 5. 88, 4).

(Santo Domingo, Conclusiones 32)

Convocada por la palabra

La Iglesia, comunidad santa convocada por la Palabra, tiene como uno de sus oficios principales predicar el Evangelio (cf. LG 25). Los obispos de las Iglesias particulares que peregrinan en América Latina y el Caribe y todos los participantes reunidos en Santo Domingo, queremos asumir, con el renovado ardor que los tiempos exigen, el llamado que el Papa, sucesor de Pedro, nos ha hecho a emprender una Nueva Evangelización, muy conscientes de que evangelizar es necesariamente anunciar con gozo el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el Reino y el misterio de Jesús de Nazareth, Hijo de Dios (cf. EN 22).

Kerygma y catequesis. Desde la situación generalizada de muchos bautizados en América Latina, que no dieron su adhesión personal a Jesucristo por la conversión primera, se impone, en el ministerio profético de la Iglesia, de modo prioritario y fundamental, la proclamación vigorosa del anuncio de Jesús muerto y resucitado (Kerygma; cf. Rmi 44), raíz de toda evangelización, fundamento de toda promoción humana y principio de toda auténtica cultura cristiana (cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural, 25).

Este ministerio profético de la Iglesia comprende también la catequesis que, actualizando incesantemente la revelación amorosa de Dios manifestada en Jesucristo, lleva la fe inicial a su madurez y educa al verdadero discípulo de Jesucristo (cf. CT 19). Ella debe nutrirse de la Palabra de Dios leída e interpretada en la Iglesia y celebrada en la comunidad para que al escudriñar el misterio de Cristo ayude a presentarlo como Buena Nueva en las situaciones históricas de nuestros pueblos.

Igualmente pertenece al ministerio profético de la Iglesia el servicio que los teólogos prestan al pueblo de Dios (cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural, 7). Su tarea, enraizada en la Palabra de Dios y cumplida en abierto diálogo con los pastores, en plena fidelidad al magisterio, es noble y necesaria. Su labor así cumplida puede contribuir a la inculturación de la fe y la evangelización de las culturas, como también a nutrir una teología que impulse la pastoral, que promueva la vida cristiana integral, hasta la búsqueda de la santidad. Una labor teológica así comprendida impulsa el trabajo en favor de la justicia social, los derechos humanos y la solidaridad con los más pobres. No olvidamos, sin embargo, que la función profética de Cristo es participada por todo el «pueblo santo de Dios» y que éste la ejerce en primer lugar «difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad» (LG 12). El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de evangelización, como lo hizo presente vigorosamente Jesús en varias ocasiones (cf. Mt 7, 21 -23; 25, 31 -46; Lc 10, 37; 19, 1 -10) y lo enseñaron también los Apóstoles (cf. Stgo 2, 14 -18).

(Santo Domingo, Conclusiones 33)

Celebración liturgica

La Iglesia santa encuentra el sentido último de su convocación en la vida de oración, alabanza y acción de gracias que cielo y tierra dirigen a Dios por «sus obras grandes y maravillosas» (Ap 15, 3s; cf. 7, 9 -17). ésta es la razón por la cual la liturgia «es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10). Pero la liturgia es acción del Cristo total, Cabeza y miembros, y, como tal, debe expresar el sentido más profundo de su oblación al Padre: obedecer, haciendo de toda su vida la revelación del amor del Padre por los hombres. Así como la celebración de la última Cena está esencialmente unida a la vida y al sacrificio de Cristo en la cruz y lo hace cotidianamente presente por la salvación de todos los hombres, así también, los que alaban a Dios reunidos en torno al Cordero son los que muestran en sus vidas los signos testimoniales de la entrega de Jesús (cf. Ap 7, 13s). Por eso, el culto cristiano debe expresar la doble vertiente de la obediencia al Padre (glorificación) y de la caridad con los hermanos (redención), pues la gloria de Dios es que el hombre viva. Con lo cual lejos de alienar a los hombres los libera y los hace hermanos.

(Santo Domingo, Conclusiones 34)

El servicio litúrgico así cumplido en la Iglesia tiene por sí mismo un valor evangelizador que la Nueva Evangelización debe situar en un lugar muy destacado. En la liturgia se hace presente hoy Cristo Salvador. La Liturgia es anuncio y realización de los hechos salvíficos (cf. SC 6) que nos llegan a tocar sacramentalmente; por eso, convoca, celebra y envía. Es ejercicio de la fe, útil tanto para el de fe robusta como para el de fe débil, e incluso para el no creyente (cf. 1Cor 14, 24 -25). Sostiene el compromiso con la Promoción Humana, en cuanto orienta a los creyentes a tomar su responsabilidad en la construcción del Reino, «para que se ponga de manifiesto que los fieles cristianos, sin ser de este mundo, son la luz del mundo» (SC 9). La celebración no puede ser algo separado o paralelo a la vida (cf. 1Pe 1, 15). Por último, es especialmente por la liturgia como el Evangelio penetra en el corazón mismo de las culturas.

Toda la ceremonia litúrgica de cada sacramento tiene también un valor pedagógico; el lenguaje de los signos es el mejor vehículo para que «el mensaje de Cristo penetre en las conciencias de las personas y (desde ahí) se proyecte en el" ethos" de un pueblo, en sus actitudes vitales, en sus instituciones y en todas sus estructuras» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 20; cf. Juan Pablo II, Discurso a los intelectuales, Medellín, 5. 7. 86, 2). Por esto, las formas de la celebración litúrgica deben ser aptas para expresar el misterio que se celebra y a la vez claras e inteligibles para los hombres y mujeres (cf. Juan Pablo II, Discurso a la UNESCO, 2. 6. 80, 6).

(Santo Domingo, Conclusiones 35)

Religiosidad popular

La religiosidad popular es una expresión privilegiada de la inculturación de la fe. No se trata sólo de expresiones religiosas sino también de valores, criterios, conductas y actitudes que nacen del dogma católico y constituyen la sabiduría de nuestro pueblo, formando su matriz cultural. Esta celebración de la fe, tan importante en la vida de la Iglesia de América Latina y el Caribe, está presente en nuestra preocupación pastoral. Las palabras de Pablo VI (cf. EN 48), recibidas y desarrolladas por la Conferencia de Puebla en propuestas claras, son aún hoy válidas (cf. DP 444ss). Es necesario que reafirmemos nuestro propósito de continuar los esfuerzos por comprender cada vez mejor y acompañar con actitudes pastorales las maneras de sentir y vivir, comprender y expresar el misterio de Dios y de Cristo por parte de nuestros pueblos, para que purificadas de sus posibles limitaciones y desviaciones lleguen a encontrar su lugar propio en nuestras Iglesias locales y en su acción pastoral.

(Santo Domingo, Conclusiones 36)

Contemplación y compromiso

Queremos concluir estas palabras acerca de la Iglesia como misterio de comunión que se realiza plenamente en la santidad de sus miembros, recordando y agradeciendo a Dios la vida contemplativa y monástica presente hoy en América Latina. La santidad, que es el desarrollo de la vida de la fe, la esperanza y la caridad recibida desde el bautismo, busca la contemplación del Dios que ama y de Jesucristo su Hijo. La acción profética no se entiende ni es verdadera y auténtica sino a partir de un real y amoroso encuentro con Dios que atrae irresistiblemente (cf. Am 3, 8; Jer 20, 7 -9; Os 2, 16s). Sin una capacidad de contemplación, la liturgia, que es acceso a Dios a través de signos, se convierte en acción carente de profundidad. Agradecemos a Dios la presencia de hombres y mujeres consagrados a la contemplación en una vida según los consejos evangélicos; ellos son un signo viviente de la santidad de todo el pueblo de Dios y un llamado poderoso a todos los cristianos a crecer en la oración como expresión de fe ardorosa y comprometida, de amor fiel que contempla a Dios en su vida íntima Trinitaria y en su acción salvífica en la historia, y de esperanza inquebrantable en el que ha de volver para introducirnos en la gloria de su Padre, que es también nuestro Padre (cf. Jn 20, 17).

(Santo Domingo, Conclusiones 37)

Desafios pastorales

Las consideraciones arriba hechas, acerca de la santidad de la Iglesia, de su carácter profético y de su vocación celebrativa, nos llevan a reconocer algunos desafíos que nos parecen fundamentales, a los que es preciso responder para que la Iglesia sea plenamente en América Latina y el Caribe el misterio de la comunión de los hombres con Dios y entre sí.

En la Iglesia se multiplican los grupos de oración, los movimientos apostólicos, formas nuevas de vida y de espiritualidad contemplativa, además de diversas expresiones de la religiosidad popular. Muchos laicos toman conciencia de su responsabilidad pastoral en sus diversas formas. Crece el interés por la Biblia, lo cual exige una pastoral bíblica adecuada que dé a los fieles laicos criterios para responder a las insinuaciones de una interpretación fundamentalista o a un alejamiento de la vida en la Iglesia para refugiarse en las sectas.

(Santo Domingo, Conclusiones 38)

Entre nuestros mismos católicos el desconocimiento de la verdad sobre Jesucristo y de las verdades fundamentales de la fe es un hecho muy frecuente y, en algunos casos, esa ignorancia va unida a una pérdida del sentido del pecado. Frecuentemente la religiosidad popular, a pesar de sus inmensos valores, no está purificada de elementos ajenos a la auténtica fe cristiana ni lleva siempre a la adhesión personal a Cristo muerto y resucitado.

(Santo Domingo, Conclusiones 39)

Predicamos poco acerca del Espíritu que actúa en los corazones y los convierte, haciendo así posible la santidad, el desarrollo de las virtudes y el valor para tomar cada día la cruz de Cristo (cf. Mt 10, 38; 16, 24).

(Santo Domingo, Conclusiones 40)

Todo esto nos obliga a insistir en la importancia del primer anuncio (kerygma) y en la catequesis. Damos gracias a Dios por los esfuerzos de tantos y tantas catequistas que cumplen su servicio eclesial con sacrificio, sellado a veces con sus vidas. Pero debemos reconocer como pastores que aún queda mucho por hacer. Existe todavía mucha ignorancia religiosa, la catequesis no llega a todos y muchas veces llega en forma superficial, incompleta en cuanto a sus contenidos, o puramente intelectual, sin fuerza para transformar la vida de las personas y de sus ambientes.

(Santo Domingo, Conclusiones 41)

Se ha perdido en gran medida la práctica de la «dirección espiritual», que sería muy necesaria para la formación de los laicos más comprometidos, aparte de ser condición para que maduren vocaciones sacerdotales y religiosas.

(Santo Domingo, Conclusiones 42)

Respecto a la liturgia queda aún mucho por hacer en cuanto a asimilar en nuestras celebraciones la renovación litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II, y en cuanto a ayudar a los fieles a hacer de la celebración eucarística la expresión de su compromiso personal y comunitario con el Señor. No se ha logrado aún plena conciencia de lo que significa la centralidad de la liturgia como fuente y culmen de la vida eclesial, se pierde en muchos el sentido del «día del Señor» y de la exigencia eucarística que conlleva, persiste la poca participación de la comunidad cristiana y aparecen quienes intentan apropiarse de la liturgia sin consideración de su verdadero sentido eclesial. Se ha descuidado la seria y permanente formación litúrgica según las instrucciones y documentos del Magisterio, en todos los niveles (cf. Carta apostólica «Vicesimus quintus annus», 4). No se atiende todavía al proceso de una sana inculturación de la liturgia; esto hace que las celebraciones sean aún, para muchos, algo ritualista y privado que no los hace conscientes de la presencia transformadora de Cristo y de su Espíritu ni se traduce en un compromiso solidario para la transformación del mundo.

(Santo Domingo, Conclusiones 43)

La consecuencia de todo esto es una falta de coherencia entre la fe y la vida en muchos católicos, incluidos, a veces, nosotros mismos o algunos de nuestros agentes pastorales. La falta de formación doctrinal y de profundidad en la vida de la fe hace de muchos católicos presa fácil del secularismo, el hedonismo y el consumismo que invaden la cultura moderna y, en todo caso, los hace incapaces de evangelizarla.

(Santo Domingo, Conclusiones 44)

Líneas pastorales

La Nueva Evangelización exige una renovada espiritualidad que, iluminada por la fe que se proclama, anime, con la sabiduría de Dios, la auténtica promoción humana y sea el fermento de una cultura cristiana. Pensamos que es preciso continuar y acentuar la formación doctrinal y espiritual de los fieles cristianos, y en primer lugar del clero, religiosos y religiosas, catequistas y agentes pastorales, destacando claramente la primacía de la gracia de Dios que salva por Jesucristo en la Iglesia, por medio de la caridad vivida y a través de la eficacia de los sacramentos.

(Santo Domingo, Conclusiones 45)

Es preciso anunciar de tal manera a Jesús que el encuentro con él lleve al reconocimiento del pecado en la propia vida y a la conversión, en una experiencia profunda de la gracia del Espíritu recibida en el bautismo y la confirmación. Esto supone una revaloración del sacramento de la penitencia, cuya pastoral debería prolongarse en dirección espiritual de quienes muestran la madurez suficiente para aprovecharla.

(Santo Domingo, Conclusiones 46)

Debemos procurar que todos los miembros del pueblo de Dios asuman la dimensión contemplativa de su consagración bautismal y «aprendan a orar» imitando el ejemplo de Jesucristo (cf. Lc 11, 1), de manera que la oración esté siempre integrada con la misión apostólica en la comunidad cristiana y en el mundo. Frente a muchos- también cristianos- que buscan en prácticas ajenas al cristianismo respuestas a sus ansias de vida interior, debemos saber ofrecer la rica doctrina y la larga experiencia que tiene la Iglesia.

(Santo Domingo, Conclusiones 47)

Una tal evangelización de Cristo y de su vida divina en nosotros debe mostrar la exigencia ineludible de acomodar la conducta al modelo que él nos ofrece. La coherencia de la vida de los cristianos con su fe es condición de la eficacia de la Nueva Evangelización. Para eso es necesario conocer bien las situaciones concretas vividas por el hombre contemporáneo para ofrecerle la fe como elemento iluminador. Esto supone también una clara predicación de la moral cristiana que abarque tanto la conducta personal y familiar como la social. La práctica de pequeñas comunidades pastoralmente bien asistidas constituye un buen medio para aprender a vivir la fe en estrecha comunión con la vida y con proyección misionera. En este campo es muy significativo también el aporte de los movimientos apostólicos.

(Santo Domingo, Conclusiones 48)

La Nueva Evangelización debe acentuar una catequesis kerygmática y misionera. Se requieren, para la vitalidad de la comunidad eclesial, más catequistas y agentes pastorales, dotados de un sólido conocimiento de la Biblia que los capacite para leerla, a la luz de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, y para iluminar desde la Palabra de Dios su propia realidad personal, comunitaria y social. Ellos serán instrumentos especialmente eficaces de la inculturación del Evangelio. Nuestra catequesis ha de tener un itinerario continuado que abarque desde la infancia hasta la edad adulta, utilizando los medios más adecuados para cada edad y situación. Los catecismos son subsidios muy importantes para la catequesis; son a la vez camino y fruto de un proceso de inculturación de la fe. El «Catecismo de la Iglesia Católica», ya anunciado por el Papa Juan Pablo II, orientará la elaboración de nuestros futuros catecismos.

(Santo Domingo, Conclusiones 49)

La función profética de la Iglesia que anuncia a Jesucristo debe mostrar siempre los signos de la verdadera «valentía» (parresía: cf. Hch 4, 13; 1Tes 2, 2) en total libertad frente a cualquier poder de este mundo. Parte necesaria de toda predicación y de toda catequesis debe ser la Doctrina Social de la Iglesia, que constituye la base y el estímulo de la auténtica opción preferencial por los pobres.

(Santo Domingo, Conclusiones 50)

Nuestras Iglesias locales, que se expresan plenamente en la liturgia y en primer lugar en la Eucaristía, deben promover una seria y permanente formación litúrgica del pueblo de Dios en todos sus niveles, a fin de que pueda vivir la liturgia espiritual, consciente y activamente. Esta formación deberá tener en cuenta la presencia viva de Cristo en la celebración, su valor pascual y festivo, el papel activo que le cabe a la Asamblea y su dinamismo misionero. Una preocupación especial debe ser la de promover y dar una seria formación a quienes estén encargados de dirigir la oración y la celebración de la Palabra en ausencia del sacerdote. Nos parece, en fin, que es urgente darle al domingo, a los tiempos litúrgicos y a la celebración de la Liturgia de las Horas todo su sentido y su fuerza evangelizadora.

(Santo Domingo, Conclusiones 51)

La celebración comunitaria debe ayudar a integrar en Cristo y su misterio los acontecimientos de la propia vida, debe hacer crecer en la fraternidad y la solidaridad, debe atraer a todos.

(Santo Domingo, Conclusiones 52)

Hemos de promover una liturgia que en total fidelidad al espíritu que el Concilio Vaticano II quiso recuperar en toda su pureza busque, dentro de las normas dadas por la Iglesia, la adopción de las formas, signos y acciones propias de las culturas de América Latina y el Caribe. En esta tarea se deberá poner una especial atención a la valorización de la piedad popular, que encuentra su expresión especialmente en la devoción a la Santísima Virgen, las peregrinaciones a los santuarios y en las fiestas religiosas iluminadas por la Palabra de Dios. Si los pastores no nos empeñamos a fondo en acompañar las expresiones de nuestra religiosidad popular purificándolas y abriéndolas a nuevas situaciones, el secularismo se impondrá más fuertemente en nuestro pueblo latinoamericano y será más difícil la inculturación del Evangelio.

(Santo Domingo, Conclusiones 53)

1.2. Comunidades eclesiales vivas y dinámicas

«Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 21). ésta es la oración de Jesucristo por su Iglesia. Para ella ha pedido que viva la unidad, según el modelo de la unidad trinitaria (cf. GS 24). Así procuraron vivir los primeros cristianos en Jerusalén.

Conscientes de que el momento histórico que vivimos nos exige «delinear el rostro de una Iglesia viva y dinámica que crece en la fe, se santifica, ama, sufre, se compromete y espera en su Señor» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 25), queremos volver a descubrir al Señor Resucitado que hoy vive en su Iglesia, se entrega a ella, la santifica (cf. Ef 5, 25 -26) y la hace signo de la unión de todos los hombres entre sí y de éstos con Dios (cf. LG 1).

Queremos reflejar este «rostro» en nuestras Iglesias particulares, parroquias y demás comunidades cristianas. Buscamos dar impulso evangelizador a nuestra Iglesia a partir de una vivencia de comunión y participación, que ya se experimenta en diversas formas de comunidades existentes en nuestro continente.

(Santo Domingo, Conclusiones 54)

1.2.1. La Iglesia particular

Las Iglesias particulares tienen como misión prolongar para las diversas comunidades «la presencia y la acción evangelizadora de Cristo» (DP 224), ya que están «formadas a imagen de la Iglesia Universal, en las cuales y a base de las cuales existe la Iglesia Católica, una y única» (LG 23).

La Iglesia particular está llamada a vivir el dinamismo de comunión -misión, «la comunión y la misión están profundamente unidas entre sí; se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión... siempre es el único e idéntico Espíritu el que convoca y une a la Iglesia y el que la envía a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra» (Chl 32).

La Iglesia particular es igualmente «comunión orgánica... caracterizada por la simultánea presencia de la diversidad y de la complementariedad de las vocaciones y condiciones de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades» (Chl 20).

«En la unidad de la Iglesia local, que brota de la Eucaristía, se encuentra todo el Colegio episcopal con el sucesor de Pedro a la cabeza, como perteneciente a la misma esencia de la Iglesia particular. En torno al Obispo y en perfecta comunión con él tienen que florecer las parroquias y comunidades cristianas como células pujantes de vida eclesial» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 25).

La Iglesia particular, conforme a su ser y a su misión, por congregar al Pueblo de Dios de un lugar o región, conoce de cerca la vida, la cultura, los problemas de sus integrantes y está llamada a generar allí con todas sus fuerzas, bajo la acción del Espíritu, la Nueva Evangelización, la promoción humana, la inculturación de la fe (cf. Rmi 54).

(Santo Domingo, Conclusiones 55)

En general nuestras diócesis carecen de suficientes agentes calificados de pastoral. Muchas de ellas aún no poseen una clara y verdadera planificación pastoral. Es urgente avanzar en el camino de la comunión y participación, que muchas veces es obstaculizado por la falta del sentido de Iglesia y del auténtico espíritu misionero.

(Santo Domingo, Conclusiones 56)

Por eso es indispensable:

- Promover el aumento y la adecuada formación de los agentes para los diversos campos de la acción pastoral, conforme a la eclesiología del Vaticano II y el magisterio posterior.

- Impulsar procesos globales, orgánicos y planificados que faciliten y procuren la integración de todos los miembros del pueblo de Dios, de las comunidades y de los diversos carismas, y los oriente a la Nueva Evangelización, incluida la misión «ad gentes».

(Santo Domingo, Conclusiones 57)

1.2.2. La parroquia

La parroquia, comunidad de comunidades y movimientos, acoge las angustias y esperanzas de los hombres, anima y orienta la comunión, participación y misión. «No es principalmente una estructura, un territorio, un edificio, ella es" la familia de Dios, como una fraternidad animada por el Espíritu de unidad"... La parroquia está fundada sobre una realidad teológica porque ella es una comunidad eucarística... La parroquia es una comunidad de fe y una comunidad orgánica en la que el párroco, que representa al obispo diocesano, es el vínculo jerárquico con toda la Iglesia particular» (Chl 26).

Si la parroquia es la Iglesia que se encuentra entre las casas de los hombres, ella vive y obra entonces profundamente insertada en la sociedad humana e íntimamente solidaria con sus aspiraciones y dificultades.

La parroquia tiene la misión de evangelizar, de celebrar la liturgia, de impulsar la promoción humana, de adelantar la inculturación de la fe en las familias, en las Cebs, en los grupos y movimientos apostólicos y, a través de todos ellos, a la sociedad.

La parroquia, comunión orgánica y misionera, es así una red de comunidades.

(Santo Domingo, Conclusiones 58)

Sigue todavía lento el proceso de renovación de la parroquia en sus agentes de pastoral y en la participación de los fieles laicos.

Es urgente e indispensable dar solución a los interrogantes que se presentan a las parroquias urbanas para que éstas puedan responder a los desafíos de la Nueva Evangelización. Hay desfase entre el ritmo de la vida moderna y los criterios que animan ordinariamente a la parroquia.

(Santo Domingo, Conclusiones 59)

Hemos de poner en práctica estas grandes líneas:

- Renovar las parroquias a partir de estructuras que permitan sectorizar la pastoral mediante pequeñas comunidades eclesiales en las que aparezca la responsabilidad de los fieles laicos.

- Cualificar la formación y participación de los laicos, capacitándolos para encarnar el Evangelio en las situaciones específicas donde viven o actúan.

- En las parroquias urbanas se deben privilegiar planes de conjunto en zonas homogéneas para organizar servicios ágiles que faciliten la Nueva Evangelización.

- Renovar su capacidad de acogida y su dinamismo misionero con los fieles alejados y multiplicar la presencia física de la parroquia mediante la creación de capillas y pequeñas comunidades.

(Santo Domingo, Conclusiones 60)

1.2.3. Las comunidades eclesiales de base

La comunidad eclesial de base es célula viva de la parroquia, entendida ésta como comunión orgánica y misionera.

La CEB en sí misma, ordinariamente integrada por pocas familias, está llamada a vivir como comunidad de fe, de culto y de amor; ha de estar animada por laicos, hombres y mujeres adecuadamente preparados en el mismo proceso comunitario; los animadores han de estar en comunión con el párroco respectivo y el obispo.

«Las comunidades eclesiales de base deben caracterizarse siempre por una decidida proyección universalista y misionera que les infunda un renovado dinamismo apostólico» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 25). «Son un signo de vitalidad de la Iglesia, instrumento de formación y de evangelización, un punto de partida válido para una nueva sociedad fundada sobre la civilización del amor» (Rmi 51).

(Santo Domingo, Conclusiones 61)

Cuando no existe una clara fundamentación eclesiológica y una búsqueda sincera de comunión, estas comunidades dejan de ser eclesiales y pueden ser víctimas de manipulación ideológica o política.

(Santo Domingo, Conclusiones 62)

Consideramos necesario:

- Ratificar la validez de las comunidades eclesiales de base fomentando en ellas un espíritu misionero y solidario y buscando su integración con la parroquia, con la diócesis y con la Iglesia universal, en conformidad con las enseñanzas de la «Evangelii Nuntiandi» (cf. EN 55).

- Elaborar planes de acción pastoral que aseguren la preparación de los animadores laicos que asistan a estas comunidades en íntima comunión con el párroco y el obispo.

(Santo Domingo, Conclusiones 63)

.2.4. La familia cristiana

La familia cristiana es «Iglesia doméstica», primera comunidad evangelizadora. «No obstante los problemas que en nuestros días asedian al matrimonio y la institución familiar, ésta, como célula primera y vital de la sociedad, puede generar grandes energías que son necesarias para el bien de la humanidad» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 18). Es necesario hacer de la pastoral familiar una prioridad básica, sentida, real y operante. Básica como frontera de la Nueva Evangelización. Sentida, esto es, acogida y asumida por toda la comunidad diocesana. Real porque será respaldada concreta y decididamente con el acompañamiento del obispo diocesano y sus párrocos. Operante significa que debe estar inserta en una pastoral orgánica. Esta pastoral debe estar al día en instrumentos pastorales y científicos. Necesita ser acogida desde sus propios carismas por las comunidades religiosas y los movimientos en general.

(Santo Domingo, Conclusiones 64)

1.3. En la unidad del Espíritu y con diversidad de ministerios y carismas

El bautismo nos constituye pueblo de Dios, miembros vivos de la Iglesia. Por la acción del Espíritu Santo participamos de todas las riquezas de gracia que nos regala el Resucitado.

Es este mismo Espíritu el que nos da la posibilidad de reconocer a Jesús como Señor y nos lleva a construir la unidad de la Iglesia desde distintos carismas que él nos confía para «provecho común» (cf. 1Cor 12, 3 -11). He aquí nuestra grandeza y nuestra responsabilidad. Ser portadores del mensaje salvador para los demás.

(Santo Domingo, Conclusiones 65)

Así, el ministerio salvífico de Cristo (cf. Mt 20, 28; Jn 10, 10) se actualiza a través del servicio de cada uno de nosotros. Existimos y servimos en una Iglesia rica en ministerios.

(Santo Domingo, Conclusiones 66)

1.3.1. Los ministerios ordenados

El ministerio de los obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro, y el de los presbíteros y diáconos es esencial para que la Iglesia responda al designio salvífico de Dios con el anuncio de la palabra, con la celebración de los sacramentos y en la conducción pastoral. El ministerio ordenado es siempre un servicio a la humanidad en orden al reino. Hemos recibido «la fuerza del Espíritu Santo» (cf. Hch 1, 8) para ser testigos de Cristo e instrumentos de vida nueva.

Volvemos a escuchar hoy la voz del Señor quien, con los desafíos de la hora actual, nos llama y envía; queremos permanecer fieles al Señor y a los hombres y mujeres, sobre todo los más pobres, para cuyo servicio hemos sido consagrados.

(Santo Domingo, Conclusiones 67)

a) El desafio de la unidad

El Concilio nos recordó la dimensión comunitaria de nuestro ministerio: colegialidad episcopal, comunión presbiteral, unidad entre los diáconos. A nivel continental y en cada una de nuestras Iglesias particulares, existen ya organismos de integración y coordinación. Es notorio el esfuerzo de unidad con los religiosos que comparten los esfuerzos pastorales en cada Diócesis.

Reconocemos, sin embargo, que existen causas de preocupación en nuestras Iglesias particulares: divisiones y conflictos que no siempre reflejan la unidad que ha querido el Señor.

Por otra parte, la escasez de ministros y el recargo de trabajo que impone a algunos el ejercicio de su ministerio hacen que muchos permanezcan aislados.

Por tanto, se hace necesario vivir la reconciliación en la Iglesia, recorrer todavía el camino de unidad y de comunión de nosotros, los pastores, entre nosotros mismos y con las personas y comunidades que se nos han encomendado.

(Santo Domingo, Conclusiones 68)

Por eso nos proponemos:

- Mantener las estructuras que están al servicio de la comunión entre los ministros ordenados, prestando especial atención a los respectivos papeles subsidiarios y sin desmedro de las competencias propias, en conformidad al derecho de la Iglesia. Según las necesidades y lo que enseña la experiencia tales estructuras pueden revisarse y redimensionarse, precisando su competencia y naturaleza. Entre estas instancias están las conferencias episcopales, las provincias y regiones eclesiásticas, los consejos presbiterales y, a nivel continental, el CELAM.

- En la formación inicial de los futuros pastores y en la formación permanente de obispos, presbíteros y diáconos queremos impulsar, muy especialmente, el espíritu de unidad y comunión.

(Santo Domingo, Conclusiones 69)

b) La exigencia de una profunda vida espiritual

El sacerdocio procede de la profundidad del inefable misterio de Dios. Nuestra existencia sacerdotal nace del amor del Padre, de la gracia de Jesucristo y de la acción santificadora y unificante del Espíritu Santo; esta misma existencia se va realizando para el servicio de una comunidad a fin de que todos se hagan dóciles a la acción salvadora de Cristo (cf. Mt 20, 28; PDV 12).

El Sínodo Episcopal de 1990 y la exhortación post -sinodal «Pastores dabo vobis» han delineado de manera clara las notas características de una espiritualidad sacerdotal, con una insistencia honda sobre la caridad pastoral (cf. PDV cap. 3).

(Santo Domingo, Conclusiones 70)

Por estas razones nos proponemos:

- Buscar en nuestra oración litúrgica y privada y en nuestro ministerio una permanente y profunda renovación espiritual para que en los labios, en el corazón y en la vida de cada uno de nosotros, esté siempre presente Jesucristo.

- Crecer en el testimonio de santidad de vida a la que estamos llamados, con la ayuda de los medios que ya tenemos en nuestras manos: «los encuentros de espiritualidad sacerdotal, como los ejercicios espirituales, los días de retiro o de espiritualidad» (PDV 80) y otros recursos que señala el Documento Pontificio Post -sinodal.

(Santo Domingo, Conclusiones 71)

c) La urgencia de la formación permanente

San Pablo recomienda a su discípulo que reavive el don que ha recibido por la imposición de las manos (cf. 2Tim 1, 6). Juan Pablo II nos ha recordado que la Iglesia necesita presentar modelos creíbles de sacerdotes que sean ministros convencidos y fervorosos de la Nueva Evangelización (cf. PDV n. 8 y cap. 6).

Existe una conciencia creciente de la necesidad e integralidad de la formación permanente, entendida y aceptada como camino de conversión y medio para la fidelidad. Las implicaciones concretas que tiene esta formación para el compromiso del sacerdote con la Nueva Evangelización exigen crear y estimular cauces concretos que la puedan asegurar. Cada vez aparece con más fuerza la necesidad de acompañar el proceso de crecimiento, intentando que los desafíos que el secularismo y la injusticia le plantean puedan ser asimilados y respondidos desde la caridad pastoral. Igual atención hemos de prestar a los sacerdotes ancianos o enfermos.

(Santo Domingo, Conclusiones 72)

Consideramos importante:

- Elaborar proyectos y programas de formación permanente para obispos, sacerdotes y diáconos, las comisiones nacionales del clero y los consejos presbiterales.

- Motivar y apoyar a todos los ministros ordenados para una formación permanente estructurada conforme a las orientaciones del magisterio pontificio.

(Santo Domingo, Conclusiones 73)

d) La indispensable cercanía a nuestras comunidades

El Buen Pastor conoce sus ovejas y es conocido por ellas (cf. Jn 10, 14). Servidores de la comunión, queremos velar por nuestras comunidades con entrega generosa, siendo modelos para el rebaño (cf. 1Pe 5, 1 -5). Queremos que nuestro servicio humilde haga sentir a todos que hacemos presente a Cristo Cabeza, Buen Pastor y Esposo de la Iglesia (cf. PDV 10).

La cercanía a cada una de las personas permite a los pastores compartir con ellas las situaciones de dolor e ignorancia, de pobreza y marginación, los anhelos de justicia y liberación. Es todo un programa para vivir mejor nuestra condición de ministros de la reconciliación (cf. 2Cor 5, 18), dando a cada uno motivos de esperanza (cf. 1Pe 3, 15), por el anuncio salvador de Jesucristo (cf. Gál 5, 1)

(Santo Domingo, Conclusiones 74)

- Nosotros, obispos, nos proponemos organizar mejor una pastoral de acompañamiento de nuestros presbíteros y diáconos, para apoyar a quienes se encuentran en ambientes especialmente difíciles.

- Todos los ministros queremos conservar una presencia humilde y cercana en medio de nuestras comunidades para que todos puedan sentir la misericordia de Dios. Queremos ser testigos de solidaridad con nuestros hermanos.

(Santo Domingo, Conclusiones 75)

e) La atención a los diáconos permanentes

Para el servicio de la comunión en América Latina, tiene importancia el ministerio de los diáconos. Ellos son, en forma muy privilegiada, signos del Señor Jesús «que no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20, 28). Su servicio será el testimonio evangélico frente a una historia en que se hace presente cada vez más la iniquidad y se ha enfriado la caridad (cf. Mt 24, 12).

Para una Nueva Evangelización que, por el servicio de la Palabra y la Doctrina Social de la Iglesia, responda a las necesidades de promoción humana y vaya generando una cultura de solidaridad, el diácono permanente, por su condición de ministro ordenado e inserto en las complejas situaciones humanas, tiene un amplio campo de servicio en nuestro Continente.

(Santo Domingo, Conclusiones 76)

- Queremos reconocer nuestros diáconos más por lo que son que por lo que hacen.

- Queremos acompañar a nuestros diáconos en el discernimiento para que logren una formación inicial y permanente, adecuada a su condición.

- Continuaremos nuestra reflexión sobre la espiritualidad propia de los diáconos fundamentada en Cristo siervo, para que vivan con hondo sentido de fe su entrega a la Iglesia y su integración con el presbiterio diocesano.

- Queremos ayudar a los diáconos casados para que sean fieles a su doble sacramentalidad: la del matrimonio y la del orden y para que sus esposas e hijos vivan y participen con ellos en la diaconía. La experiencia de trabajo y su papel de padres y esposos los constituyen en colaboradores muy calificados para abordar diversas realidades urgentes en nuestras Iglesias particulares.

- Nos proponemos crear los espacios necesarios para que los diáconos colaboren en la animación de los servicios en la Iglesia, detectando y promoviendo líderes, estimulando la corresponsabilidad de todos para una cultura de la reconciliación y la solidaridad. Hay situaciones y lugares, principalmente en las zonas rurales alejadas y en las grandes áreas urbanas densamente pobladas, donde sólo a través del diácono se hace presente un ministro ordenado.

(Santo Domingo, Conclusiones 77)

1.3.2. Las vocaciones al ministerio prebiterial y los seminarios

«Sucedió que por aquellos días se fue Jesús al monte para orar, y se pasó la noche en la oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (Lc 6, 12 -13; Mc 3, 13 -14).

«Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9, 36 -38).

En el marco de una Iglesia «comunión para la misión», el Señor, que nos llama a todos a la santidad, llama a algunos para el servicio sacerdotal.

(Santo Domingo, Conclusiones 78)

a) La pastoral vocacional: una prioridad

Estamos frente a hechos innegables: hay un aumento de las vocaciones sacerdotales, ha crecido el interés por una pastoral que presente a los jóvenes, con claridad, la posibilidad de un llamado del Señor.

Pero los jóvenes llamados no pueden sustraerse a los cambios familiares, culturales, económicos y sociales del momento. La desintegración familiar puede impedir una experiencia de amor que prepare para la entrega generosa de toda la vida. El contagio de una sociedad «permisiva» y consumista no favorece una vida de austeridad y sacrificio. Puede suceder que la motivación vocacional resulte, sin quererlo el candidato, viciada con razones no evangélicas.

(Santo Domingo, Conclusiones 79)

Por eso consideramos muy importante:

- Estructurar una pastoral vocacional inserta en la pastoral orgánica de la diócesis, en estrecha vinculación con la pastoral familiar y la juvenil. Es urgente preparar agentes y encontrar recursos para este campo de la pastoral y apoyar el compromiso de los laicos en la promoción de vocaciones consagradas.

- Fundamentar la pastoral vocacional en la oración, en la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, la catequesis de la confirmación, la devoción mariana, el acompañamiento con la dirección espiritual y un compromiso misionero concreto; éstos son los principales medios que ayudarán a los jóvenes en su discernimiento.

- Procurar el fomento de las vocaciones que provengan de todas las culturas presentes en nuestras Iglesias particulares. El Papa nos ha invitado a prestar atención a las vocaciones de indígenas (cf. Juan Pablo II, Mensaje a los indígenas, 12. 10. 92, 6; Mensaje a los afroamericanos, 12. 10. 92, 5).

(Santo Domingo, Conclusiones 80)

- Mantienen su validez los seminarios menores y centros afines debidamente adaptados a las condiciones de la época actual para los jóvenes de los últimos años de educación media en los que empieza a manifestarse un fuerte deseo por la opción hacia el sacerdocio. En algunos países y en ambientes familiares muy deteriorados son necesarias estas instituciones para que los jóvenes crezcan en su vivencia cristiana y puedan hacer una más madura opción vocacional.

(Santo Domingo, Conclusiones 81)

Ante el resurgimiento de vocaciones entre los adolescentes, es tarea nuestra su adecuada promoción, discernimiento y formación.

- En nuestra pastoral vocacional tendremos muy en cuenta las palabras del Santo Padre: «condición indispensable para la Nueva Evangelización es poder contar con evangelizadores numerosos y cualificados. Por ello, la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas... ha de ser una prioridad de los obispos y un compromiso de todo el pueblo de Dios» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 26).

(Santo Domingo, Conclusiones 82)

b) Los seminarios

Signo de alegría y de esperanza es el nacimiento de seminarios mayores en nuestro continente y el aumento del número de alumnos en ellos. En general, se trabaja por un ambiente favorable a la dirección espiritual y se procura «estar al día» en la formación, especialmente pastoral, de los futuros sacerdotes.

Preocupa, sin embargo, la dificultad para encontrar el equipo de formadores adecuado a las necesidades de cada seminario, lo que produce un detrimento en la calidad de la formación.

En muchos casos el medio social del cual provienen los candidatos «los marca» con modos de vida muy secularizados o los hace llegar al seminario con limitaciones en su formación humana o intelectual y aun en los fundamentos de su fe cristiana.

(Santo Domingo, Conclusiones 83)

Frente a estas realidades nos proponemos:

- Asumir plenamente las directivas de la exhortación post -sinodal «Pastores dabo vobis» y revisar, desde ella, nuestras «Normas básicas para la formación sacerdotal» en cada país.

- Seleccionar y preparar formadores, aprovechando los cursos que ofrecen el CELAM y otras instituciones. Antes de abrir un seminario es necesario asegurar la presencia del equipo de formadores.

- Revisar la orientación de la formación impartida en cada uno de nuestros seminarios para que corresponda a las exigencias de la Nueva Evangelización, con sus consecuencias para la promoción humana y la inculturación del Evangelio. Sin disminuir las exigencias de una seria formación integral, dar particular interés al desafío que representa la formación sacerdotal de aquellos candidatos que provienen de culturas indígenas y afroamericanas.

- Procurar una formación integral que ya desde el seminario disponga para la formación permanente del sacerdote.

(Santo Domingo, Conclusiones 84)

1.3.3. La Vida Consagrada

La vida consagrada, como don del Espíritu Santo a su Iglesia, que pertenece a la vida íntima y santidad de la Iglesia (cf. LG 44; EN 69), es manifestada por el testimonio heroico de muchas religiosas y religiosos que a partir de su singular alianza con Dios hacen presente en todas las situaciones, hasta las más difíciles, la fuerza del Evangelio.

Por la vivencia fiel de los consejos evangélicos participan del misterio y de la misión de Cristo, irradian los valores del Reino, glorifican a Dios, animan la propia comunidad eclesial e interpelan a la sociedad (cf. Lc 4, 14 -21; 9, 1 -6). Los consejos evangélicos tienen una profunda dimensión pascual, ya que suponen una identificación con Cristo, en su muerte y resurrección (cf. Juan Pablo II, «Los Caminos del Evangelio», 29. 6. 90, 17).

Por su experiencia testimonial, la vida religiosa «ha de ser siempre evangelizadora para que los necesitados de la luz de la fe acojan con gozo la Palabra de salvación; para que los pobres y los más olvidados sientan la cercanía de la solidaridad fraterna; para que los marginados y abandonados experimenten el amor de Cristo; para que los sin voz se sientan escuchados; para que los tratados injustamente hallen defensa y ayuda» (Juan Pablo II, Homilía en la Catedral de Santo Domingo, 10. 10. 92, 8).

La Virgen María, que pertenece tan profundamente a la identidad cristiana de nuestros pueblos latinoamericanos (cf. DP 283), es modelo de vida para los consagrados y apoyo seguro de su fidelidad.

A raíz del Concilio Vaticano II, y bajo el impulso de Medellín y Puebla, ha habido un esfuerzo de renovación de los religiosos, una «vuelta a las fuentes» y la primitiva inspiración de los institutos (cf. «Perfectae Caritatis», 2). Las conferencias de Superiores Mayores cumplen un papel importante para la vida consagrada; respetando el fin y el espíritu de cada instituto, tratan asuntos comunes y establecen la conveniente cooperación con los pastores de la Iglesia (cf. C. I. C. 708).

La vida consagrada, siendo don peculiar de Dios a su Iglesia, es necesariamente eclesial y enriquece a las Iglesias particulares. Los religiosos de América Latina renuevan su adhesión al Papa. A partir de las disposiciones de «Mutuae relationes», es preciso un esfuerzo de mayor conocimiento recíproco entre las diversas formas de vida consagrada y las Iglesias particulares.

(Santo Domingo, Conclusiones 85)

De singular fecundidad evangelizadora y misionera es la vida contemplativa; ella testimonia con toda su vida la primacía de lo absoluto de Dios. Con alegría constatamos su aumento de vocaciones y el envío a otros países.

(Santo Domingo, Conclusiones 86)

La experiencia de los institutos seculares es significativa y ellos están en crecimiento. Por su consagración intentan armonizar los valores auténticos del mundo contemporáneo con el seguimiento de Jesús vivido desde la secularidad; han de ocupar, pues, un puesto importante en la labor de la Nueva Evangelización para la promoción humana y la inculturación del Evangelio.

(Santo Domingo, Conclusiones 87)

A esta tarea de evangelización contribuyen también generosamente y están llamadas a proseguir con sus características específicas las sociedades de vida apostólica.

(Santo Domingo, Conclusiones 88)

Otra forma de consagración es la de las vírgenes consagradas a Dios por el obispo diocesano, esposas místicas de Jesucristo, que se entregan al servicio de la Iglesia (cf. C. I. C. 604, 1).

(Santo Domingo, Conclusiones 89)

La mujer consagrada contribuye a impregnar de Evangelio nuestros procesos de promoción humana integral y da dinamismo a la pastoral de la Iglesia. Ella se encuentra frecuentemente en los lugares de misión que ofrecen mayor dificultad y es especialmente sensible al clamor de los pobres. Por esto es necesario responsabilizarla más en la programación de la acción pastoral y caritativa.

(Santo Domingo, Conclusiones 90)

«La obra de evangelización (dice el Papa) en América Latina ha sido, en gran parte, fruto de vuestro servicio misionero... También en nuestros días los religiosos y religiosas representan una fuerza evangelizadora y apostólica primordial en el continente latinoamericano» (Juan Pablo II, «Los Caminos del Evangelio», 29. 6. 90, 2. 3).

En su carta a los religiosos de América Latina (Juan Pablo II, «Los Caminos del Evangelio», 29. 6. 90) el Santo Padre les plantea los siguientes retos: seguir «en la vanguardia misma de la predicación, dando siempre testimonio del Evangelio de la salvación» (n. 24). «Evangelizar a partir de una profunda experiencia de Dios» (n. 25). «Mantener vivos los carismas de los fundadores» (n. 26). Evangelizar en estrecha colaboración con los obispos, sacerdotes y laicos, dando ejemplo de renovada comunión (cf. n. 27). Estar en la vanguardia de la evangelización de las culturas (cf. n. 28). Responder a la necesidad de evangelizar más allá de nuestras fronteras.

(Santo Domingo, Conclusiones 91)

Líneas pastorales

Esta IV Conferencia señala los siguientes compromisos y líneas de acción pastoral con relación a la vida consagrada:

- Reconocer la vida consagrada como un don para nuestras Iglesias particulares.

- Fomentar la vocación a la santidad en las religiosas y religiosos valorando su vida por su misma existencia y testimonio. Por eso queremos respetar y fomentar la fidelidad a cada carisma fundacional como contribución a la Iglesia.

- Dialogar en las comisiones mixtas y otros organismos previstos en el Documento de la Santa Sede «Mutuae Relationes» para responder a las distintas tensiones y conflictos desde la comunión eclesial. Queremos que en nuestros seminarios se fomente el conocimiento de la teología de la vida religiosa y que, en las casas de formación de los religiosos, se dé especial importancia a la teología de la Iglesia particular presidida por el obispo y, además, un conocimiento de la espiritualidad específica del sacerdote diocesano.

- Queremos alentar las iniciativas de los Superiores Mayores en favor de una formación inicial y permanente y de un acompañamiento espiritual de los religiosos y religiosas para que éstos puedan responder a los retos de la Nueva Evangelización. Trataremos de impulsar un espíritu misionero que despierte en los religiosos el anhelo de servir más allá «de nuestras fronteras».

- Apoyar y asumir el ser y la presencia misionera de los religiosos en la Iglesia particular, sobre todo cuando su opción por los pobres los lleva a puestos de vanguardia de mayor dificultad o de inserción más comprometida.

(Santo Domingo, Conclusiones 92)

- Procurar que los religiosos y religiosas que se encuentran trabajando pastoralmente en una Iglesia particular lo hagan siempre en perfecta comunión con el obispo y los presbíteros.

(Santo Domingo, Conclusiones 93)

1.3.4. Los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo

El Pueblo de Dios está constituido en su mayoría por fieles cristianos laicos. Ellos son llamados por Cristo como Iglesia, agentes y destinatarios de la Buena Noticia de Salvación, a ejercer en el mundo, viña de Dios, una tarea evangelizadora indispensable. A ellos se dirigen hoy las palabras del Señor: «Id también vosotros a mi viña» (Mt 20, 3 -4) y estas otras: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16, 15; cf. Chl 33).

Como consecuencia del bautismo los fieles son insertados en Cristo y son llamados a vivir el triple oficio sacerdotal, profético y real. Esta vocación debe ser fomentada constantemente por los pastores en las Iglesias particulares.

(Santo Domingo, Conclusiones 94)

a) Los laicos hoy en nuestras Iglesias

Hoy, como signo de los tiempos, vemos un gran número de laicos comprometidos en la Iglesia: ejercen diversos ministerios, servicios y funciones en las comunidades eclesiales de base o actividades en los movimientos eclesiales. Crece siempre más la conciencia de su responsabilidad en el mundo y en la misión «ad gentes». Aumenta así el sentido evangelizador de los fieles cristianos. Los jóvenes evangelizan a los jóvenes. Los pobres evangelizan a los pobres.

Los fieles laicos comprometidos manifiestan una sentida necesidad de formación y de espiritualidad.

(Santo Domingo, Conclusiones 95)

Sin embargo se comprueba que la mayor parte de los bautizados no han tomado aún conciencia plena de su pertenencia a la Iglesia. Se sienten católicos, pero no Iglesia. Pocos asumen los valores cristianos como un elemento de su identidad cultural y por lo tanto no sienten la necesidad de un compromiso eclesial y evangelizador. Como consecuencia, el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, del arte, de la literatura y de los medios de comunicación social no son guiados por criterios evangélicos. Así se explica la incoherencia que se da entre la fe que dicen profesar y el compromiso real en la vida (cf. DP 783).

Se comprueba también que los laicos no son siempre adecuadamente acompañados por los Pastores en el descubrimiento y maduración de su propia vocación.

La persistencia de cierta mentalidad clerical en numerosos agentes de pastoral, clérigos e incluso laicos (cf. DP 784), la dedicación de muchos laicos de manera preferente a tareas intra -eclesiales y una deficiente formación les privan de dar respuestas eficaces a los desafíos actuales de la sociedad.

(Santo Domingo, Conclusiones 96)

b) Los desafios para los laicos

Las urgencias de la hora presente en América Latina y el Caribe reclaman:

Que todos los laicos sean protagonistas de la Nueva Evangelización, la Promoción Humana y la Cultura Cristiana. Es necesaria la constante promoción del laicado, libre de todo clericalismo y sin reducción a lo intra -eclesial.

Que los bautizados no evangelizados sean los principales destinatarios de la Nueva Evangelización. ésta sólo se llevará a cabo efectivamente si los laicos conscientes de su bautismo responden al llamado de Cristo a convertirse en protagonistas de la Nueva Evangelización.

Es urgente un esfuerzo para favorecer, en el marco de la comunión eclesial, la búsqueda de santidad de los laicos y el ejercicio de su misión.

(Santo Domingo, Conclusiones 97)

c) Principales líneas pastorales

- Acrecentar la vivencia de la Iglesia -comunión, que nos lleva a la corresponsabilidad en la misión de la Iglesia. Fomentar la participación de los laicos en los Consejos Pastorales, a diversos niveles de la estructura eclesial. Evitar que los laicos reduzcan su acción al ámbito intra -eclesial, impulsándolos a penetrar los ambientes socio -culturales y a ser en ellos protagonistas de la transformación de la sociedad a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia.

- Promover los consejos de laicos, en plena comunión con los pastores y adecuada autonomía, como lugares de encuentro, diálogo y servicio, que contribuyan al fortalecimiento de la unidad, la espiritualidad y la organización del laicado: estos consejos de laicos son también espacios de formación y pueden establecerse en cada diócesis en la Iglesia de cada país y abarcar tanto a los movimientos de apostolado como a los laicos que, estando comprometidos con la Evangelización, no están integrados en grupos apostólicos.

(Santo Domingo, Conclusiones 98)

- Incentivar una formación integral, gradual y permanente de los laicos mediante organismos que faciliten «la formación de formadores» y programen cursos y escuelas diocesanas y nacionales, teniendo una particular atención a la formación de los pobres (cf. Chl 63).

- Los pastores procuraremos, como objetivo pastoral inmediato, impulsar la preparación de laicos que sobresalgan en el campo de la educación, de la política, de los medios de comunicación social, de la cultura y del trabajo. Estimularemos una pastoral específica para cada uno de estos campos de tal manera que quienes estén presentes en ellos sientan todo el respaldo de sus pastores. Estarán incluidos también los militares, a quienes corresponde siempre estar al servicio de la libertad, la democracia y la paz de los pueblos (cf. GS 79).

- Teniendo presente que la santidad es un llamado a todos los cristianos, los pastores procurarán los medios adecuados que favorezcan en los laicos una auténtica experiencia de Dios. Incentivarán también publicaciones específicas de espiritualidad laical.

(Santo Domingo, Conclusiones 99)

- Favorecer la organización de los fieles laicos a todos los niveles de la estructura pastoral, basada en los criterios de comunión y participación y respetando «la libertad de asociación de los fieles laicos en la Iglesia» (cf. Chl 29 -30).

(Santo Domingo, Conclusiones 100)

d) Ministerios conferidos a los laicos

El Documento de Puebla recogió la experiencia del Continente en cuanto a los ministerios conferidos a laicos y dio orientaciones claras para que, de acuerdo con los carismas de cada persona y las necesidades de cada comunidad, se fomentase «una especial creatividad en el establecimiento de ministerios o servicios que pueden ser ejercidos por laicos, de acuerdo con las necesidades de la evangelización» (DP 833; cf. 804 -805; 811 -817).

El Sínodo de los Obispos en 1987 y la Exhortación Apostólica «Christifideles laici» han insistido en la importancia de mostrar que estos ministerios «tienen su fundamento sacramental en el Bautismo y en la Confirmación» (Chl 23).

Fieles a las orientaciones del Santo Padre, queremos continuar fomentando estas experiencias que dan un amplio margen de participación a los laicos (cf. Chl 21 -23), y que responden a necesidades de muchas comunidades que, sin esta valiosa colaboración, carecerían de todo acompañamiento en la catequesis, la oración y la animación de sus compromisos sociales y caritativos.

Consideramos que «nuevas expresiones y nuevos métodos» para nuestra misión evangelizadora encuentran amplios campos de realización en «ministerios, oficios y funciones» que pueden desempeñar algunos laicos (cf. Chl 23) cuidadosamente escogidos y preparados. Una forma adecuada podría ser que a una familia completa se le dé el encargo pastoral de animar a otras familias, preparándose debidamente para este oficio.

(Santo Domingo, Conclusiones 101)

e) Los movimientos y asociaciones de la Iglesia

Como respuesta a las situaciones de secularismo, ateísmo e indiferencia religiosa y como fruto de la aspiración y necesidad de lo religioso (cf. Chl 4), el Espíritu Santo ha impulsado el nacimiento de movimientos y asociaciones de laicos que han producido ya muchos frutos en nuestras Iglesias.

Los movimientos dan importancia fundamental a la Palabra de Dios, la oración en común y la atención especial a la acción del Espíritu. Hay casos también en que, a la experiencia de una fe compartida, sigue siempre una necesidad de comunicación cristiana de bienes, primer paso para una economía de solidaridad.

Las asociaciones de apostolado son legítimas y necesarias (cf. AA 18); siguiendo la orientación del Concilio, se reconoce un lugar especial a la Acción Católica por su vinculación profunda a la Iglesia particular (cf. AA 20; Chl 31). Ante los riesgos de algunos movimientos y asociaciones que pueden llegar a cerrarse sobre sí mismos, es particularmente urgente tener en cuenta los «criterios de eclesialidad» indicados en la exhortación post -sinodal «Christifideles laici» n. 30. Es necesario acompañar a los movimientos en un proceso de inculturación más definido y alentar la formación de movimientos con una mayor impronta latinoamericana.

«La Iglesia espera mucho de todos aquellos laicos que, con entusiasmo y eficacia evangélica, operan a través de los nuevos movimientos apostólicos, que han de estar coordinados en la pastoral de conjunto y que responden a la necesidad de una mayor presencia de la fe en la vida social» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 27).

(Santo Domingo, Conclusiones 102)

f) Los laicos, línea pastoral prioritaria

La importancia de la presencia de los laicos en la tarea de la Nueva Evangelización, que conduce a la promoción humana y llega a informar todo el ámbito de la cultura con la fuerza del Resucitado, nos permite afirmar que una línea prioritaria de nuestra pastoral, fruto de esta IV Conferencia, ha de ser la de una Iglesia en la que los fieles cristianos laicos sean protagonistas. Un laicado, bien estructurado con una formación permanente, maduro y comprometido, es el signo de Iglesias particulares que han tomado muy en serio el compromiso de Nueva Evangelización.

(Santo Domingo, Conclusiones 103)

1.3.5. Las mujeres

En Cristo, plenitud de los tiempos, la igualdad y complementariedad con que el hombre y la mujer fueron creados (cf. Gén 1, 27) se hace posible, «ya que no hay hombre ni mujer, ya que todos somos uno en Cristo» (Gál 3, 26 -29). Jesús acogió a las mujeres, les devolvió su dignidad y les confió después de su resurrección la misión de anunciarlo (cf. MD 16). Cristo, «nacido de mujer» (Gál 4, 4) nos da a María, que precede a la Iglesia mostrando en forma eminente y singular el modelo de Virgen y de Madre (cf. LG 63). Ella es protagonista de la historia por su cooperación libre, llevada a la máxima participación con Cristo (cf. DP 293). María ha representado un papel muy importante en la evangelización de las mujeres latinoamericanas y ha hecho de ellas evangelizadoras eficaces, como esposas, madres, religiosas, trabajadoras, campesinas, profesionales. Continuamente les inspira la fortaleza para dar la vida, inclinarse ante el dolor, resistir y dar esperanza cuando la vida está más amenazada, encontrar alternativas cuando los caminos se cierran, como compañera activa, libre y animadora de la sociedad.

(Santo Domingo, Conclusiones 104)

Situación

En nuestro tiempo la sociedad y la Iglesia han crecido en la conciencia de la igual dignidad de la mujer y el varón. Aunque teóricamente se reconoce esta igualdad, en la práctica con frecuencia se la desconoce. La Nueva Evangelización debe ser promotora decidida y activa de la dignificación de la mujer; esto supone profundizar en el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.

- Hoy se difunden diversas proposiciones reduccionistas sobre la naturaleza y misión de la mujer, se niega su específica dimensión femenina, se la pospone en su dignidad y derechos, se la convierte en objeto de placer, con un papel secundario en la vida social. Ante esto queremos proponer la doctrina evangélica sobre la dignidad y vocación de la mujer, subrayando su papel «como madre, defensora de la vida y educadora del hogar» (DP 846).

(Santo Domingo, Conclusiones 105)

En la familia y en la construcción del mundo hoy gana terreno una mayor solidaridad entre hombres y mujeres, pero hacen falta pasos más concretos hacia la igualdad real y el descubrimiento de que ambos se realizan en la reciprocidad.

Tanto en la familia como en las comunidades eclesiales y en las diversas organizaciones de un país, las mujeres son quienes más comunican, sostienen y promueven la vida, la fe y los valores. Ellas han sido durante siglos «el ángel custodio del alma cristiana del continente» (cf. Juan Pablo II, Homilía en Santo Domingo, 11. 10. 92, 9). Este reconocimiento choca escandalosamente con la frecuente realidad de su marginación, de los peligros a los que se somete su dignidad, de la violencia de la que es objeto muchas veces. A aquella que da y que defiende la vida, le es negada una vida digna. La Iglesia se siente llamada a estar del lado de la vida y defenderla en la mujer.

(Santo Domingo, Conclusiones 106)

Compromisos pastorales

Consideramos urgentes estas líneas de acción:

- Denunciar valientemente los atropellos a las mujeres latinoamericanas y caribeñas, sobre todo a las campesinas, indígenas, afroamericanas, migrantes y obreras, incluso los que se cometen por los medios de comunicación social contra su dignidad. Promover la formación integral para que se dé una verdadera toma de conciencia de la dignidad común del varón y la mujer. Anunciar proféticamente el ser verdadero de la mujer, sacando del Evangelio la luz y la esperanza de lo que ella es en plenitud, sin reducirla a modalidades culturales transitorias. Crear espacios para que la mujer pueda descubrir sus propios valores, apreciarlos y aportarlos abiertamente a la sociedad y a la Iglesia.

(Santo Domingo, Conclusiones 107)

- Desarrollar la conciencia de los sacerdotes y dirigentes laicos para que acepten y valoren a la mujer en la comunidad eclesial y en la sociedad, no sólo por lo que ellas hacen, sino sobre todo por lo que son. Fomentar una actitud de análisis crítico ante los mensajes de los medios de comunicación sobre los estereotipos que éstos presentan sobre la feminidad. Discernir a la luz del Evangelio de Jesús los movimientos que luchan por la mujer desde distintas perspectivas, para potenciar sus valores, iluminar lo que puede parecer confuso y denunciar lo que resulta contrario a la dignidad humana. Al leer las Escrituras, anunciar con fuerza lo que el Evangelio significa para la mujer y desarrollar una lectura de la Palabra de Dios que descubra los rasgos que la vocación femenina aporta al plan de Salvación.

(Santo Domingo, Conclusiones 108)

- Crear en la educación nuevos lenguajes y símbolos que no reduzcan a nadie a la categoría de objeto, sino que rescaten el valor de cada uno como persona, y evitar en los programas educativos los contenidos que discriminan a la mujer, reduciendo su dignidad e identidad. Es importante poner en práctica programas de educación para el amor y educación sexual en la perspectiva cristiana, buscar caminos para que se den entre el varón y la mujer relaciones interpersonales basadas en el mutuo respeto y aprecio, el reconocimiento de las diferencias, el diálogo y la reciprocidad. Se ha de incorporar a las mujeres en el proceso de toma de decisiones responsablemente en todos los ámbitos: en la familia y en la sociedad. Urge contar con el liderazgo femenino, y promover la presencia de la mujer en la organización y la animación de la Nueva Evangelización de América Latina y el Caribe. Es necesario impulsar una pastoral que promueva a las mujeres indígenas en lo social, en lo educativo y en lo político.

(Santo Domingo, Conclusiones 109)

- Denunciar todo aquello que, atentando contra la vida, afecte la dignidad de la mujer, como el aborto, la esterilización, los programas antinatalistas, la violencia en las relaciones sexuales; favorecer los medios que garanticen una vida digna para las mujeres más expuestas: empleadas domésticas, migrantes, campesinas, indígenas, afroamericanas, trabajadoras humildes y explotadas; intensificar y renovar el acompañamiento pastoral a mujeres en situaciones difíciles: separadas, divorciadas, madres solteras, niñas y mujeres prostituidas a causa del hambre, del engaño y del abandono.

(Santo Domingo, Conclusiones 110)

1.3.6. Los adolescentes y los jóvenes

Jesús ha recorrido las etapas de la vida de toda persona humana: niñez, adolescencia, juventud, edad adulta. él se revela como el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14, 5). Al nacer asumió la condición de niño pobre y sometido a sus padres, recién nacido fue perseguido (cf. Mt 2, 13). El mismo Jesús, revelación del Padre que quiere la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10), devuelve la vida a su amigo Lázaro (cf. Jn 11), al joven hijo de la viuda de Naim (cf. Lc 7, 7 -17) y a la joven hija de Jairo (cf. Mc 5, 21 -43). él sigue llamando hoy a los jóvenes para dar sentido a sus vidas.

La misión de los adolescentes y jóvenes en América Latina que caminan hacia el tercer milenio cristiano es prepararse para ser los hombres y mujeres del futuro, responsables y activos en las estructuras sociales, culturales y eclesiales, para que, incorporados por el Espíritu de Cristo y por su ingenio en conseguir soluciones originales, contribuyan a lograr un desarrollo cada vez más humano y más cristiano (cf. Juan Pablo II, Homilía en Higüey, 12. 10. 92, 5).

(Santo Domingo, Conclusiones 111)

Situación

Muchos jóvenes son víctimas del empobrecimiento y de la marginación social, de la falta de empleo y del subempleo, de una educación que no responde a las exigencias de sus vidas, del narcotráfico, de la guerrilla, de las pandillas, de la prostitución, del alcoholismo, de abusos sexuales, muchos viven adormecidos por la propaganda de los medios de comunicación social y alienados por imposiciones culturales, y por el pragmatismo inmediatista que ha generado nuevos problemas en la maduración afectiva de los adolescentes y de los jóvenes.

Por otra parte constatamos que hay adolescentes y jóvenes que reaccionan al consumismo imperante y se sensibilizan con las debilidades de la gente y el dolor de los más pobres. Buscan insertarse en la sociedad, rechazando la corrupción y generando espacios de participación genuinamente democráticos. Cada vez son más los que se congregan en grupos, movimientos y comunidades eclesiales para orar y realizar distintos servicios de acción misionera y apostólica. Los adolescentes y los jóvenes están cargados de interrogantes vitales y presentan el desafío de tener un proyecto de vida personal y comunitario que dé sentido a sus vidas y así logren la realización de sus capacidades; manifiestan el desafío de ser acompañados en sus caminos de crecimiento en su fe y trabajo eclesial y preocupaciones de transformación necesaria de la sociedad por medio de una pastoral orgánica.

(Santo Domingo, Conclusiones 112)

En la Iglesia de América Latina los jóvenes católicos organizados en grupos piden a los pastores acompañamiento espiritual y apoyo en sus actividades, pero sobre todo necesitan en cada país líneas pastorales claras que contribuyan a una pastoral juvenil orgánica.

(Santo Domingo, Conclusiones 113)

Compromisos pastorales

Nos proponemos ejecutar las siguientes acciones pastorales:

- Reafirmar la «opción preferencial» por los jóvenes proclamada en Puebla no sólo de modo afectivo sino efectivamente; esto debe significar una opción concreta por una pastoral juvenil orgánica, donde haya un acompañamiento y apoyo real con diálogo mutuo entre jóvenes, pastores y comunidades. La efectiva opción por los jóvenes exige mayores recursos personales y materiales por parte de las parroquias y de las diócesis. Esta pastoral juvenil debe tener siempre una dimensión vocacional.

(Santo Domingo, Conclusiones 114)

Para cumplirla proponemos una acción pastoral:

- Que responda a las necesidades de maduración afectiva y a la necesidad de acompañar a los adolescentes y jóvenes en todo el proceso de formación humana y crecimiento de la fe. Habrá que dar importancia especial al sacramento de la Confirmación, para que su celebración lleve a los jóvenes al compromiso apostólico y a ser evangelizadores de otros jóvenes.

- Que capacite para conocer y responder críticamente a los impactos culturales y sociales que reciben y los ayude a comprometerse en la pastoral de la Iglesia y en las necesarias transformaciones de la sociedad.

(Santo Domingo, Conclusiones 115)

- Que dinamice una espiritualidad del seguimiento de Jesús, que logre el encuentro entre la fe y la vida, que sea promotora de la justicia, de la solidaridad y que aliente un proyecto esperanzador y generador de una nueva cultura de vida.

(Santo Domingo, Conclusiones 116)

- Que asuma las nuevas formas celebrativas de la fe, propias de la cultura de los jóvenes, y fomente la creatividad y la pedagogía de los signos, respetando siempre los elementos esenciales de la liturgia.

(Santo Domingo, Conclusiones 117)

- Que anuncie, en los compromisos asumidos y en la vida cotidiana, que el Dios de la vida ama a los jóvenes y quiere para ellos un futuro distinto sin frustraciones ni marginaciones, donde la vida plena sea fruto accesible para todos.

(Santo Domingo, Conclusiones 118)

- Que abra a los adolescentes y jóvenes espacios de participación en la misma Iglesia. Que el proceso educativo se realice a través de una pedagogía que sea experiencial, participativa y transformadora. Que promueva el protagonismo a través de la metodología del ver, juzgar, actuar, revisar y celebrar. Tal pedagogía ha de integrar el crecimiento de la fe en el proceso de crecimiento humano, teniendo en cuenta los diversos elementos como el deporte, la fiesta, la música, el teatro.

- Esta pastoral debe tener en cuenta y fortalecer todos los procesos orgánicos válidos y largamente analizados por la Iglesia desde Puebla hasta ahora. Cuidará muy especialmente de dar relevancia a la pastoral juvenil de medios específicos donde viven y actúan los adolescentes y los jóvenes: campesinos, indígenas, afroamericanos, trabajadores, estudiantes, pobladores de periferias urbanas, marginados, militares y jóvenes en situaciones críticas.

- La Iglesia con su palabra y su testimonio debe ante todo presentar a los adolescentes y a los jóvenes a Jesucristo en forma atractiva y motivante, de modo tal que sea para ellos el camino, la verdad y la vida que responde a sus ansias de realización personal y a sus necesidades de encontrar sentido a la misma vida.

(Santo Domingo, Conclusiones 119)

- Para responder a la realidad cultural actual, la pastoral juvenil deberá presentar, con fuerza y de un modo atractivo y accesible a la vida de los jóvenes, los ideales evangélicos. Deberá favorecer la creación y animación de grupos y comunidades juveniles vigorosas y evangélicas, que aseguren la continuidad y perseverancia de los procesos educativos de los adolescentes y jóvenes y los sensibilicen y comprometan a responder a los retos de la promoción humana, de la solidaridad y de la construcción de la civilización del amor.

(Santo Domingo, Conclusiones 120)

1.4. Para anunciar el Reino a todos los pueblos

Cristo nos revela al Padre y nos introduce en el Misterio de la vida trinitaria por el Espíritu. Todo pasa por Cristo, que se hace camino, verdad y vida. Por el bautismo recibimos la filiación divina, y hechos todos hijos de Dios, todos los pueblos de América Latina hemos sido hechos también hermanos entre nosotros.

Hemos sido introducidos en el Misterio de la comunión trinitaria porque Cristo se ha hecho uno con nosotros, asumiendo la condición de siervo y todo lo que lleva nuestra condición humana menos el pecado, para transformarla, vivificarla y hacerla cada vez más humana y divina. De esta manera incluso ahora Cristo entra en el corazón de nuestros pueblos, los asume y los transforma.

Al incorporarnos a él, nos comunica su vida amorosa, como la vid a los sarmientos, infundiéndonos su Espíritu, que nos hace capaces de perdonar, de amar a Dios sobre todas las cosas y a todos los hermanos sin diferencia de razas, naciones o situaciones económicas. Jesucristo es así la semilla de una nueva humanidad reconciliada.

(Santo Domingo, Conclusiones 121)

En América Latina son muchos los que viven en la pobreza, que alcanza con frecuencia niveles escandalosos. Sin embargo, incluso en situaciones límites, somos capaces de amarnos, de vivir unidos a pesar de nuestras diferencias y de aportar al mundo entero nuestra acendrada experiencia de fraternidad.

(Santo Domingo, Conclusiones 122)

Con alegría testimoniamos que en Jesucristo tenemos la liberación integral para cada uno de nosotros y para nuestros pueblos; liberación del pecado, de la muerte y de la esclavitud, que está hecha de perdón y de reconciliación.

Jesucristo nos convoca en su Iglesia, que es sacramento de comunión evangelizadora. En ella debemos vivir la unidad de nuestras Iglesias en la caridad, comunicando y anunciando esa comunión a todo el mundo con la Palabra, con la Eucaristía y con los demás sacramentos. La Iglesia vive para evangelizar; su vida y vocación se realizan cuando se hace testimonio, cuando provoca la conversión y conduce a los hombres y a las mujeres a la salvación (cf. EN 15). «Así, pues, desde el día en que los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo, la Iglesia inició la gran tarea de la evangelización» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 2).

(Santo Domingo, Conclusiones 123)

Jesucristo nos da la vida para comunicarla a todos. Nuestra misión nos exige que, unidos a nuestros pueblos, estemos abiertos a recibir esta vida en plenitud, para comunicarla abundantemente a las Iglesias a nosotros encomendadas, y también más allá de nuestras fronteras. Pedimos perdón por nuestras fragilidades e imploramos la gracia del Señor para cumplir más eficazmente la misión que hemos recibido. Invitamos a todos para que, renovados en el Espíritu, anuncien también a Jesucristo, y se conviertan en misioneros de la vida y la esperanza para todos nuestros hermanos.

La Nueva Evangelización tiene que ser capaz de despertar un nuevo fervor misionero en una Iglesia cada vez más arraigada en la fuerza y el poder perennes de Pentecostés (cf. EN 41).

(Santo Domingo, Conclusiones 124)

1.4.1. Que proyecte a la misión «Ad Gentes»

Nacida del amor salvífico del Padre, la misión del Hijo con la fuerza del Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18), esencia misma de la Iglesia (cf. AG 2) y objeto fundamental de esta IV Conferencia, es para nosotros nuestro principal cometido.

Juan Pablo II en su encíclica misionera nos ha llevado a discernir tres modos de realizar esa misión: la atención pastoral en situaciones de fe viva, la Nueva Evangelización y la acción misionera «ad gentes» (cf. Rmi 33).

Renovamos este último sentido de la misión, sabiendo que no puede haber Nueva Evangelización sin proyección hacia el mundo no cristiano, pues como anota el Papa: «La Nueva Evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal» (Rmi 2).

Podemos decir con satisfacción que el desafío de la misión ad gentes propuesto por Puebla ha sido asumido desde nuestra pobreza, compartiendo la riqueza de nuestra fe con la que el Señor nos ha bendecido. Reconocemos, sin embargo, que la conciencia misionera «ad gentes» es todavía insuficiente o débil.

Los Congresos Misioneros Latinoamericanos (COMLAS), los Congresos misioneros Nacionales, los grupos y movimientos misioneros y la ayuda de Iglesias hermanas han sido un incentivo para tomar conciencia de esta exigencia evangélica.

(Santo Domingo, Conclusiones 125)

Desafios pastorales

- No se ha insistido lo suficiente en que seamos mejores evangelizadores.

- Nos encerramos en nuestros propios problemas locales, olvidando nuestro compromiso apostólico con el mundo no cristiano.

- Descargamos nuestro compromiso misionero en algunos de nuestros hermanos y hermanas que los cumplen por nosotros.

(Santo Domingo, Conclusiones 126)

Raíz de todo lo anterior es la carencia de un explícito programa de formación misionera en la mayoría de los seminarios y casas de formación.

(Santo Domingo, Conclusiones 127)

Invitamos a cada Iglesia particular del continente latinoamericano para que:

- Introduzca en su pastoral ordinaria la animación misionera, apoyada en un centro misionero diocesano, sostenido por un equipo misionero, movido por una espiritualidad viva para una acción misionera, creativa y generosa.

- Establezca una positiva relación con las Obras Misionales Pontificias, las cuales deben tener un responsable eficaz y el apoyo de la Iglesia particular.

- Promueva la cooperación misionera de todo el Pueblo de Dios traducida en oración, sacrificio, testimonio de vida cristiana y ayuda económica.

- Integre en los programas de formación sacerdotal y religiosa cursos específicos de misionología e instruya a los candidatos al sacerdocio sobre la importancia de la inculturación del Evangelio.

- Forme agentes de pastoral autóctonos con espíritu misionero, en la línea señalada por la Encíclica «Redemptoris Missio».

- Asuma con valentía el envío misionero, ya de sacerdotes como de religiosos y laicos. Coordine los recursos humanos y materiales que fortalezcan los procesos de formación, envío, acompañamiento y reinserción de los misioneros.

(Santo Domingo, Conclusiones 128)

1.4.2. Que vivifique la fe de los bautizados alejados

Nuestro Dios es el Padre rico en misericordia. él respeta la libertad de sus hijos e hijas y espera el tiempo del retorno, saliendo al encuentro de aquellos que se han alejado de su casa (cf. Lc 15).

(Santo Domingo, Conclusiones 129)

Desafios pastorales

En América Latina y el Caribe numerosos bautizados no orientan su vida según el Evangelio.

Muchos de ellos se apartan de la Iglesia o no se identifican con ella. Entre ésos, aunque no exclusivamente, hay muchos jóvenes y personas más críticas de la acción de la Iglesia. Hay otros que, habiendo emigrado de sus regiones de origen, se desarraigan de su ambiente religioso.

(Santo Domingo, Conclusiones 130)

Líneas pastorales

Como pastores de la Iglesia esto nos preocupa. Al mismo tiempo nos duele ver cómo muchos de nuestros fieles no son capaces de comunicar a los demás la alegría de su fe. Jesucristo nos pide que seamos la «sal de la tierra», la levadura en la masa. Por ello, la Iglesia, pastores y fieles, sin descuidar la atención de los cercanos, debe salir al encuentro de los que están alejados.

Muchas puertas de estos hermanos alejados esperan el llamado del Señor (cf. Ap 3, 20) a través de los cristianos que, asumiendo misioneramente su bautismo y confirmación, salen al encuentro de aquellos que se alejaron de la casa del Padre. Por eso sugerimos:

- Promover un nuevo impulso misionero hacia estos fieles, saliendo a su encuentro. La Iglesia no debe quedarse tranquila con los que la aceptan y siguen con mayor facilidad.

- Predicarles, en una forma viva y alegre, el kerygma.

- Organizar campañas misioneras que descubran la novedad siempre actual de Jesucristo, entre las que pueden destacarse las visitas domiciliarias y las misiones populares.

- Aprovechar los momentos de contacto que los bautizados mantienen con la Iglesia, tales como el bautismo de sus hijos, la primera comunión, la confirmación, la enfermedad, el matrimonio, las exequias, para descubrirles la novedad siempre actual de Jesucristo.

- Buscar una proximidad con aquellos que no pueden ser alcanzados directamente, a través de los medios de comunicación social.

- Motivar y alentar a las comunidades y movimientos eclesiales para que redoblen su servicio evangelizador dentro de la orientación pastoral de la Iglesia local.

(Santo Domingo, Conclusiones 131)

1.4.3. Que reuna a todos los hermanos en Cristo

Padre «que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 21). Esta súplica de Cristo justifica la denuncia del Concilio Vaticano II al señalar el escándalo de la división de los cristianos (cf. UR 1), y nos exige encontrar los caminos más eficaces para alcanzar la unidad en la verdad.

(Santo Domingo, Conclusiones 132)

Desafios pastorales

El gran desafío con el que nos encontramos es esta división entre los cristianos; división que se ha agravado por diversos motivos a lo largo de la historia.

- La existencia de una confusión sobre el tema, fruto de una deficiente formación religiosa, y de otros factores.

- El fundamentalismo proselitista de grupos sectarios cristianos que obstaculizan el sano camino del ecumenismo.

(Santo Domingo, Conclusiones 133)

- En situación similar a los cristianos separados podemos colocar a todo el pueblo judío. También el diálogo con él es desafío para nuestra Iglesia.

(Santo Domingo, Conclusiones 134)

Líneas pastorales

Por eso también nosotros, con el Papa Juan Pablo II, decimos: «El ecumenismo es una prioridad en la pastoral de la Iglesia de nuestro tiempo». Para dar una respuesta adecuada a este desafío sugerimos:

- Consolidar el espíritu y el trabajo ecuménico en la verdad, la justicia y la caridad.

- Profundizar las relaciones de convergencia y diálogo con aquellas Iglesias que rezan con nosotros el Credo Niceno -Constantinopolitano, comparten los mismos sacramentos y la veneración por Santa María, la Madre de Dios, si bien no reconocen el primado del Romano Pontífice.

- Intensificar el diálogo teológico ecuménico.

- Alentar la oración en común por la unidad de los cristianos y de modo particular la semana de oración por la unidad de los creyentes.

- Promover la formación ecuménica en los cursos de formación de los agentes de pastoral, principalmente en los seminarios.

- Alentar el estudio de la Biblia entre teólogos y estudiosos de la Iglesia y de las denominaciones cristianas.

- Mantener y reforzar programas e iniciativas de cooperación conjunta en el campo social y la promoción de valores comunes.

- Valorizar la sección de Ecumenismo del CELAM (SECUM) y colaborar con sus iniciativas.

(Santo Domingo, Conclusiones 135)

1.4.4. Que dialogue con las religiones no cristianas

«Dios, en un diálogo que dura a lo largo de los siglos, ha ofrecido y sigue ofreciendo la salvación a la humanidad. Para ser fiel a la iniciativa divina, la Iglesia debe entrar en diálogo de salvación con todos» (Diálogo y Anuncio, 38). Al promover este diálogo, la Iglesia sabe bien que éste tiene un carácter testimonial dentro del respeto a la persona e identidad del interlocutor (cf. DP 1114).

(Santo Domingo, Conclusiones 136)

Desafios pastorales

- La importancia de profundizar un diálogo con las religiones no cristianas presentes en nuestro continente, particularmente las indígenas y afroamericanas, durante mucho tiempo ignoradas o marginadas.

- La existencia de prejuicios e incomprensiones como obstáculo para el diálogo.

(Santo Domingo, Conclusiones 137)

Líneas pastorales

Para intensificar el diálogo interreligioso consideramos importante:

- Alentar un cambio de actitud de nuestra parte, dejando atrás prejuicios históricos, para crear un clima de confianza y cercanía.

- Promover el diálogo con judíos y musulmanes, pese a las dificultades que sufre la Iglesia en los países en donde estas religiones son mayoritarias.

- Profundizar en los agentes de pastoral el conocimiento del judaísmo y del islamismo.

- Animar en los agentes de pastoral el conocimiento de las otras religiones y formas religiosas presentes en el continente.

- Buscar acciones en favor de la paz, de la promoción y defensa de la dignidad humana, así como la cooperación en la defensa de la creación y el equilibrio ecológico, como una forma de encuentro con otras religiones.

- Buscar ocasiones de diálogo con las religiones afroamericanas y de los pueblos indígenas, atentos a descubrir en ellas las «semillas del Verbo», con un verdadero discernimiento cristiano, ofreciéndoles el anuncio integral del Evangelio y evitando cualquier forma de sincretismo religioso.

(Santo Domingo, Conclusiones 138)

1.4.5. La sectas fundamentalistas

El problema de las sectas ha adquirido proporciones dramáticas y ha llegado a ser verdaderamente preocupante sobre todo por el creciente proselitismo.

(Santo Domingo, Conclusiones 139)

Las sectas fundamentalistas son grupos religiosos que insisten en que sólo la fe en Jesucristo salva y que la única base de la fe es la Sagrada Escritura, interpretada de manera personal y fundamentalista, por lo tanto con exclusión de la Iglesia, y la insistencia en la proximidad del fin del mundo y del juicio próximo.

Se caracterizan por su afán proselitista mediante insistentes visitas domiciliarias, gran difusión de Biblias, revistas y libros; la presencia y ayuda oportunista en momentos críticos de la persona o de la familia y una gran capacidad técnica en el uso de los medios de comunicación social. Cuentan con una poderosa ayuda financiera proveniente del extranjero y del diezmo que obligatoriamente tributan todos los adheridos.

Están marcados por un moralismo riguroso, por reuniones de oración con un culto participativo y emotivo, basado en la Biblia, y por su agresividad contra la Iglesia, valiéndose con frecuencia de la calumnia y de la dádiva. Aunque su compromiso con lo temporal es débil, se orientan hacia la participación política encaminada a la toma del poder.

La presencia de estas sectas religiosas fundamentalistas en América Latina ha aumentado de manera extraordinaria desde Puebla hasta nuestros días.

(Santo Domingo, Conclusiones 140)

Desafios pastorales

Dar una respuesta pastoral eficaz ante el avance de las sectas, haciendo más presente la acción evangelizadora de la Iglesia en aquellos sectores más vulnerables, como migrantes, poblaciones sin atención sacerdotal y con gran ignorancia religiosa, personas sencillas o con problemas materiales y de familia.

(Santo Domingo, Conclusiones 141)

Líneas pastorales

- Que la Iglesia sea cada vez más comunitaria y participativa y con comunidades eclesiales, grupos de familias, círculos bíblicos, movimientos y asociaciones eclesiales, haciendo de la parroquia una comunidad de comunidades.

- Provocar en los católicos la adhesión personal a Cristo y a la Iglesia por el anuncio del Señor resucitado.

- Desarrollar una catequesis que instruya debidamente al pueblo, explicando el misterio de la Iglesia, sacramento de salvación y comunión, la mediación de la Virgen María y de los santos y la misión de la jerarquía.

- Promover una Iglesia ministerial con el aumento de ministros ordenados y la promoción de ministros laicos debidamente formados para impulsar el servicio evangelizador en todos los sectores del Pueblo de Dios.

(Santo Domingo, Conclusiones 142)

- Afianzar la identidad de la Iglesia cultivando aspectos que le son característicos como:

a) La devoción al misterio de la Eucaristía, sacrificio y banquete pascual;

b) La devoción a la Santísima Virgen, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia;

c) La comunión y obediencia al Romano Pontífice y al propio obispo;

d) La devoción a la Palabra de Dios leída en la Iglesia.

(Santo Domingo, Conclusiones 143)

- Procurar que en todos los planes de pastoral sea una prioridad la dimensión contemplativa y la santidad, a fin de que la Iglesia pueda hacer presencia de Dios en el hombre contemporáneo, que tiene tanta sed de él.

(Santo Domingo, Conclusiones 144)

- Crear condiciones para que todos los ministros del Pueblo de Dios den testimonio de vida y caridad, espíritu de servicio, capacidad de acogida, sobre todo en momentos de dolor y de crisis.

- Promover una liturgia viva, participativa y con proyección a la vida.

(Santo Domingo, Conclusiones 145)

- Instruir ampliamente, con serenidad y objetividad, al pueblo sobre las características y diferencias de las diversas sectas y sobre las respuestas a las injustas acusaciones contra la Iglesia.

- Promover las visitas domiciliarias con laicos preparados y organizar la pastoral del retorno para acoger a los católicos que regresan a la Iglesia.

(Santo Domingo, Conclusiones 146)

1.4.6. Nuevos movimientos religisos o movimientos religiosos libres

Fenomenológicamente se trata de hechos socio -culturales protagonizados por sectores marginados y también capas medias y pudientes en América Latina, que a través de formas religiosas generalmente sincréticas logran expresar su identidad y anhelos humanos. Desde el punto de vista de la fe católica, estos fenómenos pueden ser considerados como signos de los tiempos, y también como advertencia de que existen ambientes humanos donde la Iglesia está ausente y debe replantear su acción evangelizadora.

Cabe distinguir varias corrientes o tipos de fenómeno:

- formas para -cristianas o semi -cristianas, como Testigos de Jehová, y Mormones. Cada uno de estos movimientos tiene sus características, pero en común manifiestan un proselitismo, un milenarismo, y rasgos organizativos empresariales;

- formas esotéricas que buscan una iluminación especial y comparten conocimientos secretos y un ocultismo religioso. Tal es el caso de corrientes espiritistas, rosacruces, gnósticos, teósofos, etc.;

- filosofías y cultos con facetas orientales, pero que rápidamente se están adecuando a nuestro continente, tales como Hare Krishna, la Luz Divina, Ananda Marga y otros, que aportan un misticismo y una experiencia comunal;

- grupos derivados de las grandes religiones asiáticas, ya sea del budismo (seicho no ié, etc.), del hinduismo (yoga, etc.), o del islam (bahá' i), que no sólo expresan a migrantes del Asia sino que también echan raíces en sectores de nuestra sociedad;

- empresas socio -religiosas, como la secta Moon o la Nueva Acrópolis, que tienen objetivos ideológicos y políticos bien precisos, junto con sus expresiones religiosas, cruzadas mediante medios de comunicación y campañas proselitistas, que cuentan con apoyo o inspiración del primer mundo, y que religiosamente insisten en la conversión inmediata y la sanación, y donde resaltan las llamadas «iglesias electrónicas»;

- una multitud de centros de «cura divina» o atención a malestares espirituales y físicos de gente con problemas y pobre. Estos cultos terapéuticos atienden individualmente a sus clientes.

(Santo Domingo, Conclusiones 147)

Ante la multiplicidad de nuevos movimientos religiosos, con expresiones muy diversas entre sí, queremos centrar nuestra atención sobre las causas de su crecimiento (cf. DP 1122) y los desafíos pastorales que plantean.

(Santo Domingo, Conclusiones 148)

Son muchas y variadas las causas que explican el interés que despiertan en algunos. Entre ellas se debe señalar:

- La permanente y progresiva crisis social que suscita una cierta angustia colectiva, la pérdida de identidad y el desenraizamiento de las personas.

- La capacidad de estos movimientos para adaptarse a las circunstancias sociales y para satisfacer momentáneamente algunas necesidades de la población. En todo esto no deja de tener cierta presencia el gusto por lo novedoso.

- El distanciamiento de la Iglesia de sectores- ya sea populares o pudientes- que buscan nuevos canales de expresión religiosa, en los que no se debe descartar una evasión de los compromisos de la fe. Su habilidad para ofrecer aparente solución a los deseos de «sanación» por parte de gente atribulada.

(Santo Domingo, Conclusiones 149)

Desafios pastorales

- Nuestro mayor desafío está en evaluar la acción evangelizadora de la Iglesia y determinar así a cuáles ambientes humanos llega y a cuáles no llega esta acción.

- Cómo dar una respuesta adecuada a las preguntas que las personas se hacen sobre el sentido de su vida, sobre el sentido de la relación con Dios, en medio de la permanente y progresiva crisis social.

- Adquirir un mejor conocimiento de las identidades y culturas de nuestros pueblos.

(Santo Domingo, Conclusiones 150)

Líneas pastorales

Ante estos desafíos proponemos estas líneas pastorales:

- Ayudar en el discernimiento de los problemas de la vida a la luz de la fe. En este sentido hay que revalorizar el sacramento de la Penitencia y la orientación espiritual.

- Procurar adaptar nuestra evangelización y celebraciones de fe a las culturas y necesidades subjetivas de los fieles sin falsear el Evangelio.

- Hacer una revisión profunda de nuestro trabajo pastoral a fin de mejorar la calidad de nuestros medios y de nuestro testimonio.

- Dar un trato diferenciado a los movimientos religiosos según su índole y sus actitudes en relación con la Iglesia.

(Santo Domingo, Conclusiones 151)

- Promover una liturgia viva en la que los fieles se introduzcan al misterio.

- Presentar una antropología cristiana que dé el sentido de la potencialidad humana, el sentido de la resurrección y el sentido de las relaciones con el universo (horóscopos). No olvidar que el indiferentismo debe ser combatido mediante una presentación adecuada del sentido último del hombre, a lo que mucho ayudará la presentación de los novísimos.

(Santo Domingo, Conclusiones 152)

1.4.7. Que convoque a los sin Dios y a los indiferentes

El fenómeno de la no -creencia crece hoy en América Latina y el Caribe y preocupa a la Iglesia sobre todo por aquellos que viven como si no fueran bautizados (cf. EN 56).

Una modalidad es el «secularismo» que niega a Dios, o porque sostiene que todas las realidades se explican por sí solas sin recurrir a Dios, o porque se considera a Dios enemigo, alienante del hombre. Esta posición secularista se debe distinguir del proceso llamado «secularización», el cual sostiene legítimamente que las realidades materiales de la naturaleza y del hombre son en sí «buenas» y sus leyes deben ser respetadas, y que la libertad es para la autorrealización humana y es respetada por Dios (cf. GS 36).

Lo otro es el «indiferentismo» de aquéllos, que o rechazan toda religión porque la consideran inútil o nociva para la vida humana y por eso no les interesa, o bien sostienen que todas las religiones son equivalentes y por tanto ninguna puede presentarse como única verdadera.

(Santo Domingo, Conclusiones 153)

Desafios pastorales

- El secularismo es un serio desafío a la Nueva Evangelización por considerar a Dios incompatible con la libertad humana (cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural, 11) y a la religión como actitud antihumana y alienante porque separa al hombre de su quehacer terrenal. Además, negando la dependencia del Creador, conduce a las idolatrías del tener, del poder y del placer, y hace perder el sentido de la vida reduciendo al ser humano a sólo valor material.

- También el indiferentismo ofrece un desafío a la Nueva Evangelización porque suprime de raíz la relación de la creatura con Dios, es decir, niega todo interés por la religión y con ello el compromiso de la fe, o porque reduce la figura de Cristo a ser un maestro de moral o un fundador de religiones entre otras igualmente válidas, negándole el carácter de salvador único, universal y definitivo de los hombres.

- Asimismo, tanto el indiferentismo como el secularismo minan la moral porque dejan el comportamiento humano sin fundamento para su valor ético, y por eso fácilmente caen en el relativismo y el permisivismo que caracterizan a la sociedad de hoy.

(Santo Domingo, Conclusiones 154)

Muchos movimientos pseudo -religiosos de carácter orientalista y aquéllos de ocultismo, adivinación y espiritismo minan la fe y causan desconcierto en las mentes, dando soluciones falsas a los grandes interrogantes del hombre, su destino, su libertad y el sentido de la vida.

(Santo Domingo, Conclusiones 155)

Líneas pastorales

La Nueva Evangelización nos exige:

- Formar en una fe que se haga vida, iniciándola con el anuncio del kerygma a los que están en el mundo descristianizado (cf. EN 51 y 52) y promoviéndola con el testimonio alegre de auténticas comunidades de fe en las que nuestros laicos vivan el significado de los sacramentos.

- Cultivar una sólida conciencia moral para que en las complejas circunstancias de la vida moderna nuestros fieles sepan interpretar acertadamente la voz de Dios en materia moral y desarrollen un evangélico sentido del pecado.

- Educar a los cristianos para ver a Dios en su propia persona, en la naturaleza, en la historia entera, en el trabajo, en la cultura, en todo lo secular, descubriendo la armonía que, en el plan de Dios, debe haber entre el orden de la creación y el de la redención.

- Desarrollar un estilo de celebración de la liturgia que integre la vida de los hombres en una honda y respetuosa experiencia del insondable misterio divino de riqueza inefable.

- Impulsar una pastoral adecuada para evangelizar los ambientes universitarios donde se forman quienes han de plasmar decisivamente la cultura.

(Santo Domingo, Conclusiones 156)