El examen de los núcleos anteriores nos ha puesto delante de los grandes desafíos que el Continente latinoamericano ofrece a su Evangelización presente y futura.
¿Cuál es la respuesta que los cristianos estamos llamados a dar a esa realidad? ¿Cuáles son las líneas y criterios de una verdadera y auténtica Evangelización para América Latina? ¿Cuáles son las opciones pastorales fundamentales para que el Evangelio sea acontecimiento actual con toda su vitalidad y fuerza original?
Las opciones pastorales son el proceso de elección que mediante la ponderación y el análisis de las realidades positivas y negativas, vistas a la luz del Evangelio, permiten escoger y descubrir la respuesta pastoral a los desafíos puestos a la Evangelización.
Las comisiones, en sus respectivos temas, ya dieron una respuesta. No es necesario repetirla. En este último apartado, a manera de conclusión, deseamos solamente presentar las grandes líneas u opciones claves. Es, ante todo, un espíritu, una característica que debe enmarcar la Evangelización en nuestro continente radicalmente cristiano, pero donde la fe, como vivencia total y norma de vida, no tiene la incidencia que sería de desear en la conducta personal y social de muchos cristianos. Las formas de injusticia que debilitan y violentan nuestra convivencia social y que se manifiestan especialmente en la extrema pobreza, en el atropello a la dignidad de la persona y en las violaciones de los derechos humanos, ponen de manifiesto que la fe no ha alcanzado aún entre nosotros su plena madurez. Las mismas culturas vivas en el continente y la nueva civilización que se va formando por el influjo del mundo técnico -científico, con tendencia fuertemente secularista, piden un empeño más evangélico de los cristianos y una actitud de diálogo permanente.
Por eso, hoy y mañana en América Latina los cristianos, en nuestra calidad de Pueblo de Dios, enviados para ser germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación, necesitamos ser una comunidad que viva la comunión de la Trinidad y sea signo y presencia de Cristo muerto y resucitado que reconcilia a los hombres con el Padre en el Espíritu, a los hombres entre sí y al mundo con su Creador. «Todo es vuestro y vosotros de Cristo y Cristo de Dios» (1Cor 3, 23). «Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo» (1Cor 15, 28).
Optamos por:
Una Iglesia -sacramento de comunión, que en una historia marcada por los conflictos, aporta energías irreemplazables para promover la reconciliación y la unidad solidaria de nuestros pueblos.
Una Iglesia servidora que prolonga a través de los tiempos al Cristo -Siervo de Yahvé por los diversos ministerios y carismas.
Una Iglesia misionera que anuncia gozosamente al hombre de hoy que es hijo de Dios en Cristo; se compromete en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres (el servicio de la paz y de la justicia es un ministerio esencial de la Iglesia) y se inserta solidaria en la actividad apostólica de la Iglesia Universal, en íntima comunión con el sucesor de Pedro. Ser misionero y apóstol es condición del cristiano.
Esas actitudes fundamentales del ser pastoral de nuestras Iglesias en el continente exigen una Iglesia en proceso permanente de evangelización, una Iglesia evangelizada que escucha, profundiza y encarna la Palabra y una Iglesia evangelizadora que testimonia, proclama y celebra esa Palabra de Dios, el Evangelio, Jesucristo en la vida, y ayuda a construir una nueva sociedad en total fidelidad a Cristo y al hombre en el Espíritu Santo, denunciando las situaciones de pecado, llamando a la conversión y comprometiendo a los creyentes en la acción transformadora del mundo.
Planificación pastoral
El camino práctico para realizar concretamente esas opciones pastorales fundamentales de evangelización es el de una pastoral planificada.
La acción pastoral planificada es la respuesta específica, consciente e intencional, a las necesidades de la evangelización. Deberá realizarse en un proceso de participación en todos los niveles de las comunidades y personas interesadas, educándolas en la metodología de análisis de la realidad, para la reflexión sobre dicha realidad a partir del Evangelio; la opción por los objetivos y los medios más aptos y su uso más racional para la acción evangelizadora.
El hombre nuevo
Es necesario crear en el hombre latinoamericano una sana conciencia moral, sentido evangélico crítico frente a la realidad, espíritu comunitario y compromiso social. Todo ello hará posible una participación libre y responsable, en comunión fraterna y dialogante para la construcción de la nueva sociedad verdaderamente humana y penetrada de valores evangélicos. Ella ha de ser modelada en la comunidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y debe ser respuesta a los sufrimientos y aspiraciones de nuestros pueblos, llenos de esperanza que no podrá ser defraudada.
Signos de esperanza y alegria
A Dios gracias, actualmente hay mucha vitalidad evangelizadora en nuestro Continente:
Las comunidades eclesiales de base en comunión con sus Pastores.
Los movimientos de apostolado seglar organizados, como matrimonios, juventud y otros.
La conciencia más aguda de los seglares respecto de su identidad y misión eclesial.
Los nuevos ministerios y servicios.
La acción pastoral comunitaria intensa de los sacerdotes, los religiosos y las religiosas en las zonas más pobres.
La presencia de los Obispos cada vez mayor y más sencilla entre el pueblo.
La colegialidad episcopal más vivida.
La sed de Dios y su búsqueda en la oración y contemplación a imitación de María, que guardaba en su corazón las palabras y hechos de su Hijo.
La conciencia creciente de la dignidad del hombre en su visión cristiana, son otros tantos signos de esperanza y alegría para quien está inmerso en el misterio pascual de Cristo y sabe que solamente el Evangelio vivido y proclamado, a imitación de él, lleva a la auténtica y total liberación de la humanidad: «Ningún otro nombre fue dado a los hombres en el cual puedan ser salvos sino el nombre de Jesucristo» (Hch 4, 12).
Él es plenitud de todo el ser. Sólo en Cristo el hombre encuentra su alegría perfecta.