Amados hermanos:
Reunidos en Roma con el Santo Padre y con otros numerosos hermanos obispos participantes en esta Asamblea Especial para América del Sïnodo de los obispos, les hacemos llegar nuestro saludo de Pastores, portador de nuestros mejores deseos de paz en el Señor y de bienestar para todos.
El 21 de noviembre, concelebramos la Eucaristía pidiendo al Señor y a su Santa Madre que nuestros pueblos de Ecuador y del Perú solucionen los desacuerdos por el camino felizmente ya iniciado del diálogo y la buena voluntad. Desde aquí, unidos a ustedes, acompañamos con nuestra oración las gestiones que los Gobiernos de nuestros Países realizan en Brasilia, para que tengan el éxito más completo, en un plan de mutua comprensión.
Nuestros pueblos de profunda fe cristiana, sembrada hace 500 años, están llamados a caminar unidos a los demás pueblos de América por los caminos siempre nuevos de la reconciliación y de la fraternidad para ser constructores de un orden social justo y solidario que permita una vida digna a todos nuestros conciudadanos. Estamos persuadidos de que ésto sólo puede lograrse si, siguiendo al Señor que nos invita a proclamar la Buena Nueva (cf. Mc. 16,15), asumimos todos con entusiasmo los principios del Evangelio y nos abrimos a la conversión, a la comunión y a la soidaridad. Sobre este fundamento evangélico se podrá edificar un auténtico y desinteresado amor a la patria.
Al tiempo que escuchamos conmovidos el clamor de tantos hermanos que sienten intensamente el hambre de Dios, también repercute dolorosamente en nuestros corazones la grave situación de pobreza de tantos, mientras oímos la voz del Señor que dice "tuve hambre y me disteis de comer" (Mt. 25,35). Hacemos votos a Dios para que nuestros Gobiernos, unidos al sector privado y a todas las personas de buena voluntad, hagan cada vez mayores esfuerzos para superar esta lacerante situación.
Anhelamos vivamente que pronto se consolide la paz para que cesen los gastos en material bélico, pues ese dinero debería servir para hacer frente a las necesidades de tantos hermanos nuestros. Las armas son siempre riesgo y amenaza de conflictos que esperamos nunca se lleguen a producir.
Unidos en Cristo, Príncipe de la Paz y de la Reconciliación, les enviamos con mucho afecto nuestra bendición pastoral.
Roma, Solemnidad de Cristo Rey, 23 de noviembre de 1997.
Por los Obispos de Perú y Ecuador Delegados al Sínodo de América:
Cardenal Augusto Vargas Alzamora
Presidente de la Conferencia Episcopal del Perú
Monseñor Mario Ruiz Navas
Presidente de la Conferencia Episcopal del Ecuador