Declaración de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile
Punta de Tralca, 22 de noviembre de 2002
1. Los Obispos de nuestra Iglesia, reunidos en Asamblea Plenaria, hemos compartido en estos días, en un ambiente fraterno y de mucha esperanza, las experiencias vividas en la reciente "visita ad limina apostolorum". Nos ha impresionado profundamente el testimonio del Santo Padre, los encuentros que hemos tenido con él y con sus colaboradores más cercanos, como también la peregrinación a los sepulcros de San Pedro y San Pablo, testigos de la fe en Jesucristo hasta la entrega de su propia vida
2. Hemos recordado también con gratitud nuestra peregrinación a Asís, la tierra de San Francisco y Santa Clara, que ha dado frutos abundantes de amor a Dios y de contemplación, de santidad y sencillez evangélica, de fraternidad universal y amor a la creación. También es la tierra bendita de los encuentros de oración por la paz en el mundo. Hemos recordado asimismo con mucha gratitud a tantos fieles y comunidades que nos acompañaron con su oración durante esos días.
3. De regreso a Chile nos hemos encontrado con un ambiente de controversia con motivo de diversos escándalos ocurridos en el país y en la Iglesia. Con ello pareciera cundir entre nosotros una atmósfera enrarecida de desaliento, pesimismo y desconfianza.
4. En el ánimo de muchos chilenos parece que pesan más los escándalos que las conductas ejemplares, la inseguridad que la protección que recibimos, los casos de corrupción que el clima de honestidad, la persistencia de la pobreza que la disminución del número de pobres, lo que falta por hacer en salud y educación, que los logros alcanzados con el esfuerzo continuado de muchos gobiernos de los últimos decenios. Reiteradamente tenemos la impresión de que crece la desunión, se pierde la honestidad y se olvidan o abandonan las normas éticas.
5. Así desciende en la estima de los ciudadanos, particularmente de los jóvenes, la credibilidad de quienes han abrazado una vocación de servicio público. Y con ello sufren quienes la ejercen con mucho desinterés y como servicio al bien común. No faltan los que interpretan estas situaciones, con propósitos anárquicos, como el ocaso de las instituciones de servicio que han hecho grande a nuestra Patria. Pero el camino de naciones hermanas nos muestra con claridad que quienes impulsan, no ya la depuración de las instituciones, sino su demolición, restándoles credibilidad, se hacen corresponsables del efecto de sus acciones, es decir, del posterior caos social y político.
6. Por eso nuestra palabra es una voz de alerta. Comprendemos la reciente advertencia del Santo Padre: "Es de esperar que los esfuerzos del pueblo chileno para insertarse en el mundo global no lo lleven a perder su identidad cultural", y ( ) que pueda "ofrecer por doquier los mejores valores de su alma patria, fuertemente vinculados a su tradición católica. Esto enriquecerá el ambiente pluricultural cada vez más difuso, mediante actitudes de mutuo respeto y el cultivo de un diálogo que busca apasionadamente la verdad, alejándose de la superficialidad y el relativismo, que promueven el desinterés y deterioran la convivencia." Nos pidió trabajar en favor de la familia, de sus hijos y su unidad, basada según el proyecto de Dios en el matrimonio indisoluble, y propiciar una cultura de la vida. También nos encomendó no desmayar en este diálogo, ya que "la Iglesia - nos expresó -, desde su propia misión dentro de la sociedad, no debe eximirse de acompañar y orientar también los procesos que se llevan a cabo en vuestro país en la reforma de aspectos tan cruciales para el bien común, como son, entre otros, la educación, la salud o la administración de la justicia, velando para que sirvan a la promoción de los ciudadanos, particularmente de los más débiles y desfavorecidos." (Juan Pablo II a los obispos chilenos, 15 de octubre de 2002)
7. Hacemos un apremiante llamado a todos los que estiman a Jesucristo como modelo de vida y como maestro, particularmente a quienes lo reconocen como Hijo de Dios y Señor, a asumir su responsabilidad en las comunidades e instituciones en las cuales trabajan y participan. Es necesario que reaviven en ellas, como "hijos de la luz" (1 Tes. 5,5ss), el espíritu de servicio desinteresado y generoso que les dio origen y les da consistencia. Que busquen sinceramente en todas las actividades lo bueno, lo justo y lo verdadero. Que apoyen el trabajo de los comités de ética, de modo que sean crisoles que purifican las costumbres. Es preciso que todo ocurra con transparencia y honradez. Los únicos que deben recibir un trato preferente, han de ser los más afligidos, los más débiles, pobres, enfermos y marginados. Toda institución de servicio público debe expresar la solidaridad de la comunidad hacia ellos. Consideramos que mantener y fortalecer esta actitud es la base de nuestro aporte a la celebración de los 200 años de nuestra existencia como nación independiente.
8. La Iglesia Católica también sufre. En primer lugar, porque aun siendo santa por la presencia y la acción de Dios, está compuesta de pecadores. Las faltas de sus miembros y, sobre todo, de sus pastores, llamados a representar al Buen Pastor, son un escándalo para los cristianos y la comunidad. Rechazamos todo abuso sexual, tanto en la Iglesia como en la sociedad. Reiteramos, por eso, lo afirmado en nuestra declaración del 17 de mayo pasado: "Junto con el Papa Juan Pablo II decimos 'que nos ha apenado profundamente el hecho de que sacerdotes y religiosos, cuya vocación es ayudar a la gente a vivir la santidad según Dios, hayan provocado ellos mismos estos sufrimientos y escándalos a jóvenes'. Y nos apena 'que el grave daño causado ha hecho que la Iglesia misma sea vista con desconfianza'. Afirmamos también 'que el tipo de abuso que ha causado esta crisis, es considerado con toda justicia como un crimen por la sociedad' y 'es también un espantoso pecado a los ojos de Dios' y que todos debemos saber 'que no hay lugar en el sacerdocio y en la vida religiosa para quienes dañan a los jóvenes' ". Es nuestro deber, y así lo cumpliremos, hacer cuanto esté de nuestra parte para impedirlo. Nuestra petición dolida de perdón va hacia las víctimas. Nuestro apoyo se orientará, en primer lugar, hacia ellas. También al sinnúmero de sacerdotes y religiosos que cuentan con nuestra gratitud y con el reconocimiento de toda la comunidad por su gran amistad con Dios y la manera de gastar sus mejores energías al servicio de las comunidades cristianas y de los más necesitados. Queremos colaborar con toda transparencia en los procesos judiciales ante los tribunales civiles, sin pedir un trato diferente al estipulado por la ley, y sin que se obstruya en nada el ejercicio de la Justicia. También tendrán que recurrir a ella quienes sean difamados o calumniados.
9. Las situaciones dolorosas que ha experimentado el país son un llamado de Dios a una profunda renovación espiritual y moral. Especial responsabilidad les cabe a los medios de comunicación social en esta renovación de las personas y de las instituciones, como asimismo en la animación de nuestra sociedad. Son pocas las instancias que tienen tanta influencia como ellos en el estado de ánimo de un pueblo, y que plasman tan profundamente muchas de sus costumbres. Entre nosotros recientemente han denunciado materias delicadas, como algunas redes de narcotráfico y de pedofilia. También han sacado a la luz pública casos particulares de corrupción, de abuso de menores y de delitos contra compromisos adquiridos. La selección de las noticias que entregan y de los artículos que publican, como también la manera de hacerlo son opciones que cada uno de ellos toma cotidianamente. Esta etapa de profundas transformaciones exige de ellos el mayor rigor ético y profesional, poniendo especial cuidado en la confiabilidad de las fuentes, y una preocupación prioritaria en el servicio a la verdad, con respeto por la honra de las personas. Aunque no sea tarea fácil, deben presentar las noticias, presumiendo siempre la inocencia de quienes no han confesado su culpa ni han sido condenados. Por otra parte, sabiendo que "más estruendo hace un árbol que cae que un bosque que crece", han de mantener su compromiso con el bien común y velar por las instituciones del país, presentando no sólo aquellos casos que desacreditan a sus representantes, sino también aquellos que las prestigian, y que son los más numerosos. Si no lo hicieran así, contribuirían a demoler nuestra institucionalidad, restándole cada vez más credibilidad. La sociedad espera que estén a la altura de la situación por la cual atraviesa la humanidad y el país.
10. Apoyada en la palabra que Cristo dijo a sus discípulos en medio de la tempestad: "Soy yo, no teman" (Jn 6,20), y en la invitación del Papa a remar mar adentro con mucha confianza, la Iglesia siente el deber de compartir su esperanza aun en medio de los problemas del presente. Por ello, invita a través de la predicación y del testimonio de tantos pastores y fieles a que vayamos siempre al encuentro de Jesucristo vivo, que pongamos todo nuestro corazón en seguir su ejemplo y sus enseñanzas, que imitemos a los santos y seamos instrumentos de comunión, y que construyamos su Reino, poniéndonos sin reservas al servicio de la evangelización, comprometidos con la solidaridad, la justicia, la misericordia y la paz. Es lo que proponemos en las Orientaciones Pastorales de la Iglesia en Chile para el primer quinquenio del milenio que comienza.
11. En el Mes de María que estamos celebrando, ponemos en manos de la Sma. Virgen, Madre y Reina de Chile, todas estas esperanzas. Ella supo responder con incansable generosidad al llamado del Señor de la historia, y cumplir la misión que Dios le entregó. Ella inspira a los jóvenes a aceptar resueltamente la vocación que Dios les confía para construir la sociedad, para compenetrar su espíritu con los valores del Evangelio o para servir al Pueblo de Dios como sacerdotes y consagrados. A nuestras comunidades las invitamos a trabajar intensamente para crear esta "cultura vocacional" que debe caracterizar a la Familia de Dios.
12. Conscientes de que la mies es mucha y los obreros pocos, queremos pedirle intensamente al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies (ver Lc 10, 2). A la intercesión de la Sma. Virgen confiamos el desarrollo y la fecundidad del Año Vocacional que venimos preparando desde hace dos años, y que iniciaremos el próximo 8 de diciembre, en la fiesta de la Inmaculada Concepción. Tenemos conciencia de que los consagrados, y entre ellos especialmente los sacerdotes, son necesarios para que la Iglesia cumpla con la misión que Cristo le encomendó de ser luz e instrumento de salvación para la vida del mundo. Por eso, durante el año 2003 queremos orar y dar testimonio, llamar y acompañar a los jóvenes que sientan el llamado de seguir a Cristo radicalmente en la vida sacerdotal o consagrada.
13. Providencialmente el Papa nos ha pedido que no nos quedemos con temor junto a la orilla del nuevo milenio, sino que rememos mar adentro en el nombre de Jesús. Duc in altum! -Rememos mar adentro- con la esperanza de recibir una pesca abundante, realmente milagrosa, también de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Para ello nos ha propuesto contemplar desde el corazón de María el rostro de Jesús, siguiendo el itinerario del santo Rosario, contemplando, orando y viviendo sus misterios. "Con el Rosario el Pueblo Cristiano aprende de María a contemplar la belleza de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor". Con estas palabras del Santo Padre, y compartiendo su esperanza, invitamos a rezar por nuestro país, por sus familias y por la paz, y a apoyar el trabajo pastoral del Año Vocacional con la oración frecuente - personal, familiar y comunitaria - del Santo Rosario.