Cantaré al Señor, sublime
es su victoria,
caballos y carros a arrojado al mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi
salvación.
Él es mi Dios yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero, su nombre es "El Señor".
Los carros del faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: "Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín,
se saciará mi codicia, empuñaré la
espada, los agarrará mi mano."
Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre
los dioses?
¿ Quién como tu, terrible entre los santos,
temibles por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
lo llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Segundo Cántico de Moisés
Deuteronomio 32, 1-12
Escuchad, cielos, y hablaré; oye,
tierra, los dichos de mi boca;
descienda como lluvia mi doctrina, destile como rocío
mi palabra;
como llovizna sobre la hierba, como sereno sobre el césped;
voy a proclamar el nombre del Señor: dad gloria a
nuestro Dios.
Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos
son justos,
es un Dios fiel, sin maldad; es justo y recto.
Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación
malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor, pueblo necio
e insensato?
¿no es él tu padre y tu creador, el que te
hizo y te constituyó?
Acuérdate de los días remotos, considera las
edades pretéritas,
pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos
y te lo dirán:
cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad,
y distribuía a los hijos de Adán, trazando
las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios, la porción
del Señor fue su pueblo,
Jacob fue la parte de su heredad.
Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad
poblada de aullidos:
lo rodeó cuidando de él, lo guardó
como a las niñas de sus ojos.
Como el águila incita a su nidada, revolando sobre
los polluelos,
así extendió sus alas, los tomó y los
llevó sobre sus plumas.
El Señor solo los condujo no hubo dioses extraños
con él.