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"La Eucaristía: fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia".
del 2 al 23 de octubre de 2005
Sínodo de los Obispos
Material Informativo
Introducción El Sínodo de los Obispos es una institución permanente, creada por el Papa Pablo VI (15 de septiembre de 1965), en respuesta a los deseos de los Padres del Concilio Vaticano II para mantener vivo el espíritu de colegialidad nacido de la experiencia conciliar. Etimológicamente hablando la palabra “sínodo”, derivada de los términos griegos syn (que significa “juntos”) y hodos (que significa “camino”), expresa la idea de “caminar juntos”. Un Sínodo es un encuentro religioso o asamblea en la que unos obispos, reunidos con el Santo Padre, tienen la oportunidad de intercambiarse mutuamente información y compartir experiencias, con el objetivo común de buscar soluciones pastorales que tengan validez y aplicación universal. El Sínodo puede ser definido, en términos generales, como una asamblea de obispos que representa al episcopado católico y tiene como tarea ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia universal dándole su consejo. El Papa Juan Pablo II decía que el Sínodo es “una expresión particularmente fructuosa y un instrumento de la colegialidad episcopal” (Discurso al Consejo de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, 30 de abril de 1983: L’Osservatore Romano, 1 de mayo de 1983). Ya en la fase preparatoria del Concilio Vaticano II maduró la idea de una estructura, todavía por determinar, que pudiera proporcionar a los obispos los medios para asistir al Papa en el gobierno de la Iglesia universal. El Cardenal Silvio Oddi, entonces Pro-Nuncio Apostólico en la República Árabe Unida (Egipto), hizo una propuesta, el 15 de noviembre de 1959, para establecer un órgano de gobierno central de la Iglesia o, usando sus palabras, “un órgano consultivo”. Decía: “Desde muchas partes del mundo llegan quejas de que la Iglesia no tenga, aparte de las Congregaciones, un órgano permanente de consulta. Por tanto debería establecerse una especie de ‘Concilio en miniatura’ formado por personas de toda la Iglesia, que pueda reunirse periódicamente, al menos una vez al año, para tratar los problemas más importantes y sugerir nuevas posibles direcciones en la marcha de la Iglesia. Este órgano abarcaría toda la Iglesia, al igual que las Conferencias episcopales reúnen toda o parte de la jerarquía de uno o varios países, y al igual que otros órganos, como el Celam. (el Consejo Episcopal Latinoamericano), extienden su actividad en beneficio de todo un continente”. El Cardenal Bernardus Alfrink, Arzobispo de Utrecht, escribió el 22 de diciembre de 1959: “Con términos claros proclama el Concilio que el gobierno de la Iglesia universal es, por derecho propio, ejercido por el colegio de los obispos con el Papa como cabeza. De aquí se deduce que, por una aparte, el cuidado de la Iglesia universal es responsabilidad de cada obispo tomado singularmente y también, por otra parte, que todos los obispos participan en el gobierno de la Iglesia universal. Esto puede hacerse no solamente convocando un concilio ecuménico, sino también creando nuevas instituciones. Un consejo permanente de obispos especializados, elegidos de toda la Iglesia, podría encargarse de una función legislativa en unión con el Sumo Pontífice y los cardenales de la Curia Romana. Las Congregaciones mantendrían entonces solamente un poder consultivo y ejecutivo”. Fue, sin embargo, el Papa Pablo VI, siendo todavía Arzobispo de Milán, quien dio fuerza a estas ideas. En el discurso conmemorativo con ocasión de la muerte del Papa Juan XXIII, hacía referencia a una “continua colaboración del episcopado, todavía no efectiva, que permanecería personal y unitiva, pero que tendría la responsabilidad del gobierno de la Iglesia universal”. Elegido Papa, volvió al concepto de colaboración en el colegio episcopal - los obispos en unión con el sucesor de S. Pedro en la responsabilidad del gobierno de la Iglesia universal - en el discurso a la Curia Romana (21 de septiembre de 1963), en la apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II (29 de septiembre de 1963) y en la clausura de la misma (4 de diciembre de 1963). Finalmente, al concluir el discurso inaugural de la última sesión del Concilio (14 de septiembre de 1965), el mismo Papa Pablo VI hizo pública su intención de instituir el Sínodo de los Obispos con estas palabras: “Tenemos la alegría de anunciaros Nos mismo la institución, tan deseada por este Concilio, de un Sínodo de los obispos, que, compuesto de obispos, nombrados la mayor parte por las Conferencias episcopales con nuestra aprobación, será convocado, según las necesidades de la Iglesia, por el Romano Pontífice, para su consulta y colaboración, cuando, para el bien general de la Iglesia, le parezca a El oportuno. No es necesario añadir que esta colaboración del episcopado tiene que ser de gran beneficio a la Santa Sede y a toda la Iglesia, de modo particular al cotidiano trabajo de la Curia Romana, a la que estamos tan agradecidos por su valiosísima ayuda, y de la que, como los obispos en sus diócesis, también Nos tenemos permanentemente necesidad para nuestras solicitudes apostólicas. Las normas y demás información serán dadas a conocer cuanto antes a esta asamblea. Nos, no hemos querido privarnos del honor y de la satisfacción de daros esta sucinta comunicación para testimoniaros una vez más personalmente nuestra confianza, y nuestra unión fraterna. Esta nueva institución, singular y esperanzadora, la ponemos bajo la protección de la Santísima Virgen María”. Al día siguiente (15 de septiembre de 1965), al inicio de la 128ª Congregación general, el entonces Obispo Pericle Felici, Secretario General del Concilio, promulgó el Motu Proprio Apostolica sollicitudo con el cual venía oficialmente instituido el Sínodo de los Obispos. La principal característica del Sínodo de los Obispos es el servicio a la comunión y a la colegialidad de todos los obispos con el Santo Padre. No es un organismo particular con limitada competencia como las Congregaciones y los Consejos de la Curia Romana. Tiene amplia competencia para tratar cualquier tema de acuerdo con el procedimiento establecido por el Santo Padre en la carta de convocación. El Sínodo de los Obispos con su Secretaría General permanente no forma parte de la Curia Romana y no depende de ella; sino que está directa y exclusivamente bajo la autoridad del Santo Padre, al cual permanece unido en el gobierno universal de la Iglesia. Aún cuando el Sínodo de los Obispos es una institución de carácter permanente, sus funciones y su concreta colaboración no tienen tal carácter. En otras palabras, el Sínodo de los Obispos se reúne y actúa solo cuando el Santo Padre considera necesario y oportuno consultar al episcopado, el cual durante un encuentro sinodal expresa su opinión “sobre argumentos de gran importancia y gravedad” (Pablo VI, Discurso a los Cardenales, 24 de junio de 1967). La finalidad de cada asamblea sinodal es vivir una experiencia de colegialidad entre el episcopado y el Santo Padre. A través de la aceptación del Santo Padre de las sugerencias o conclusiones de una determinada asamblea, el episcopado ejerce una actividad colegial que se aproxima pero que no coincide con aquella manifestada en un concilio ecuménico. Esto es un resultado directo de varios factores: de una presencia de Padres provenientes del entero episcopado, de la convocación de parte del Santo Padre y de “la unidad del episcopado, el cual, para ser uno, necesita una Cabeza del Colegio” (Juan Pablo II, Pastores gregis, 56), que es primero en el orden episcopal.
A. Códigos 1. Código de Derecho Canónico (C.I.C.) El Sínodo de los Obispos quedó instituido, por iniciativa del Papa Pablo VI, con el "motu proprio" Apostolica sollicitudo (15 Septiembre 1965). Las disposiciones de esta carta apostólica se encuentran en los cc. 342-348 del Código de Derecho Canónico y en el c. 46 del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales. Canon 342 - El Sínodo de los Obispos es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo. Canon 343 - Corresponde al Sínodo de los Obispos debatir las cuestiones que han de ser tratadas, y manifestar su parecer, pero no dirimir esas cuestiones ni dar decretos acerca de ellas, a no ser que en casos determinados le haya sido otorgada potestad deliberativa por el Romano Pontífice, a quien compete en este caso ratificar las decisiones del Sínodo. Canon 344 - El Sínodo de los Obispos está sometido directamente a la autoridad del Romano Pontífice, a quien corresponde:
Canon 345 - El Sínodo de los Obispos puede reunirse, sea en asamblea general, en la que se traten cuestiones que miran directamente al bien de la Iglesia universal, pudiendo ser esta asamblea tanto ordinaria como extraordinaria, sea en asamblea especial, para problemas que conciernen directamente a una o varias regiones determinadas. Canon 346 - § 1. Integran el Sínodo de los Obispos, cuando se reúne en asamblea general ordinaria, miembros que son, en su mayor parte, Obispos, unos elegidos para cada asamblea por las Conferencias Episcopales, según el modo determinado por el derecho peculiar del Sínodo; otros son designados por el mismo derecho; otros, nombrados directamente por el Romano Pontífice; a ellos se añaden algunos miembros de institutos religiosos clericales elegidos conforme a la norma del mismo derecho peculiar. § 2. Integran el Sínodo de los Obispos reunido en asamblea general extraordinaria, para tratar cuestiones que exigen una resolución rápida, miembros que son, en su mayoría, Obispos designados por el derecho peculiar del Sínodo en razón del oficio que desempeñan; otros, nombrados directamente por el Romano Pontífice; a ellos se añaden algunos miembros de institutos religiosos clericales, igualmente elegidos a tenor del mismo derecho peculiar. § 3. Integran el Sínodo de los Obispos reunido en asamblea especial miembros seleccionados principalmente de aquellas regiones para las que ha sido convocado, según la norma del derecho peculiar por el que se rige el Sínodo. Canon 347 - § 1. Cuando el Romano Pontífice clausura la asamblea del Sínodo de los Obispos, cesa la función que en la misma se había confiado a los Obispos y demás miembros. § 2. La asamblea del Sínodo queda suspendida ipso iure cuando, una vez convocada o durante su celebración, se produce la vacante de la Sede Apostólica; y asimismo se suspende la función confiada a los miembros en ella hasta que el nuevo Pontífice declare disuelta la asamblea o decrete su continuación. Canon 348 - § 1. El Sínodo de los Obispos tiene una Secretaría general permanente, que preside un Secretario general, nombrado por el Romano Pontífice, a quien asiste el Consejo de la secretaría, que consta de Obispos, algunos de los cuales son elegidos por el mismo Sínodo según la norma de su derecho peculiar, y otros son nombrados por el Romano Pontífice, cuya función termina al comenzar una nueva asamblea general. § 2. Para cualquier tipo de asamblea del Sínodo de los Obispos se nombran además uno o varios secretarios especiales, designados por el Romano Pontífice, que únicamente permanecen en dicho oficio hasta la conclusión de la asamblea del Sínodo. 2. Código de los Cánones de las Iglesias Orientales (C.C.E.O.) Canon 46.- § 1. En el ejercicio de su función, el Romano Pontífice es asistido por los Obispos, quienes pueden colaborar con él de varias maneras, entre las cuales está el Sínodo de los Obispos; también le ofrecen su ayuda los Padres Cardenales, la Curia Romana, los Legados pontificios, así como otras personas e instituciones según la necesidad de los tiempos; todas estas personas e instituciones ejercen su misión en nombre y con la autoridad del encargo a ellos encomendado, para el bien de las Iglesias, según las normas establecidas por el Romano Pontífice. § 2. La participación, en el Sínodo de los Obispos, de los Patriarcas y de todas las demás Jerarquías, que presiden las Iglesias sui iuris, viene regulada por normas especiales dadas por el mismo Romano Pontífice.
Carta Apostólica promulgada 'motu proprio' del Papa Pablo VI (Cf. AAS 57 [1965] 775-780) por la cual se constituye el Sínodo de los Obispos para la Iglesia Universal. La Apostolica sollicitudo con la que, después de haber observado atentamente los signos de los tiempos, nos esforzamos por adaptar los métodos de apostolado a las múltiples necesidades de nuestro tiempo y a las nuevas condiciones de la sociedad, nos induce a consolidar con vínculos más íntimos Nuestra unión con los Obispos, "a quienes puso el Espíritu Santo (...) para gobernar la Iglesia de Dios" (Hech 20, 28). Nos mueve a ello no sólo la reverencia, la estima y el agradecimiento, que sentimos como un deber hacia todos nuestros Venerables Hermanos en el Episcopado, sino también la gravísima carga de Pastor universal que se nos ha impuesto, por la cual estamos obligados a conducir hacia los pastos eternos al Pueblo de Dios. En esta nuestra época, agitada ciertamente y llena de tantos peligros, pero también abierta de manera patente a los influjos saludables de la gracia divina, la experiencia diaria nos enseña hasta qué punto es útil para nuestro oficio apostólico dicha unión con los Obispos, razón por la cual tenemos sumo interés en fomentarla y aumentarla por todos los medios posibles, "para que -como dijimos en otra ocasión- no nos falte el consuelo de su presencia, la ayuda de su prudencia y experiencia, el apoyo de sus consejos y la aprobación de su autoridad" (Discurso a los Padres Conciliares en la III Sesión: AAS 56 [1964] 1011). Era conveniente, pues, sobretodo durante la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II, afianzar en Nuestro ánimo la persuasión de la necesidad e importancia de hacer cada vez mayor uso de la colaboración de los Obispos, para bien de la Iglesia universal. Más aún, también el Concilio Ecuménico nos brindó la ocasión de concebir la idea de constituir establemente un consejo especial de Obispos, con el fin de que, aún después de terminado el Concilio, continúe llegando al pueblo cristiano aquella abundancia de beneficios que felizmente se ha obtenido, durante el tiempo del Concilio, como fruto de Nuestra íntima unión con los Obispos. Así, pues, estando ya el Concilio Ecuménico Vaticano II encaminado hacia su fin, pensamos que ha llegado el tiempo oportuno para llevar a la práctica el proyecto concebido desde hace tiempo. Y lo hacemos con tanta mayor satisfacción, cuanto que sabemos que los Obispos del orbe católico apoyan abiertamente esta decisión Nuestra, como consta por los deseos de muchos Pastores sobre esta materia, manifestados durante el Concilio. Por lo tanto, después de haber considerado bien todas las cosas, por Nuestra estima y reverencia hacia todos los Obispos católicos y con el fin de darles la posibilidad de participar más abierta y eficazmente en Nuestra solicitud por la Iglesia universal, 'motu proprio' y en virtud de Nuestra autoridad apostólica, erigimos y constituimos en esta ciudad de Roma un consejo estable de Obispos para la Iglesia universal, sujeto directa e inmediatamente a Nuestra autoridad, al que designamos con el nombre propio de Sínodo de los Obispos. Este Sínodo, que como todas las instituciones humanas, se podrá ir perfeccionando con el pasar del tiempo, se rige por las normas generales que se enumeran a continuación:
El Sínodo de los Obispos, por medio del cual los Obispos elegidos de las diversas partes del mundo prestan una ayuda más eficaz al Pastor Supremo de la Iglesia, se constituye de tal forma que sea: a) un instituto eclesiástico central; b) que represente a todo el episcopado católico; c) perpetuo por su naturaleza, y d) en cuanto a la estructura, desempeñe su función en tiempo determinado y según la ocasión. II Corresponde al Sínodo de los Obispos, por su misma naturaleza, la tarea de informar y aconsejar. Podrá gozar también del poder deliberativo cuando se lo conceda el Romano Pontífice, a quien corresponderá en este caso ratificar la decisión del Sínodo. 1. Los fines generales del Sínodo de los Obispos son:
2. Los fines especiales y próximos son los siguientes:
III El Sínodo de los Obispos está sujeto directa e inmediatamente a la autoridad del Romano Pontífice, a quien corresponde además:
IV El Sínodo de los Obispos puede reunirse en Asamblea General, en Asamblea Extraordinaria y en Asamblea Especial. V El Sínodo de los Obispos reunidos en Asamblea General comprende en primer lugar y de suyo: 1.
2. Participan también en la Asamblea General del Sínodo de los Obispos los Cardenales Prefectos de los Dicasterios de la Curia Romana. VI El Sínodo de los Obispos reunido en asamblea extraordinaria comprende: 1.
2. Participan también en la asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos los Cardenales Prefectos de los Dicasterios de la Curia Romana. VII El Sínodo de los Obispos reunido en Asamblea Especial comprende los Patriarcas, Arzobispos Mayores y Metropolitanos fuera de los Patriarcados de las Iglesias Católicas de rito oriental, así como también los representantes tanto de las Conferencias Episcopales de una o varias naciones, como de los Institutos Religiosos, como se ha dispuesto en los números V y VIII, que pertenezcan a aquellas regiones para las que se ha convocado el Sínodo de los Obispos. VIII Los Obispos representantes de cada una de las Conferencias nacionales se eligen de esta manera:
Las Conferencias Episcopales de varias naciones eligen a sus representantes según las mismas normas. IX En la elección de los representantes de las Conferencias Episcopales de una o más naciones y de los Institutos Religiosos en el Sínodo de los Obispos, debe tenerse muy en cuenta no sólo su ciencia y prudencia en general, sino también su conocimiento teórico y práctico de la materia de que va a ocuparse el Sínodo. X El Sumo Pontífice aumentará, si lo cree conveniente, el número de los miembros del Sínodo de los Obispos, añadiendo Obispos, Religiosos representantes de los Institutos Religiosos, o eclesiásticos peritos, hasta la proporción del 15 por ciento del número total de miembros de que se hace mención en los números V y VIII. XI Terminada la Asamblea para la que se convocó el Sínodo de los Obispos, cesan automáticamente tanto la composición de las personas de dicho Sínodo, como los oficios y cargos que se habían asignado a cada uno de los miembros. XII El Sínodo de los Obispos tiene un Secretario perpetuo o General, a quien se le asigna un número suficiente de ayudantes. Cada una de las Asambleas del Sínodo de los Obispos tiene, además, su Secretario Especial, el cual permanece en su oficio hasta el final de dicha Asamblea. Tanto el Secretario General como los Secretarios Especiales son nombrados por el Sumo Pontífice. Esto es lo que decretamos y establecemos, sin que a ello pueda oponerse cosa alguna en contrario. Dado en Roma, junto a San Pedro, el 15 de septiembre de 1965, tercer año de Nuestro pontificado. Paulus PP. VI * * *
C. Ordo synodi episcoporum, reglamento del sínodo de los obispos PRIMERA PARTE LA POTESTAD SUPREMA Y LAS PERSONAS
Cap. I - El Sumo Pontífice Art. 1 - Potestad del Sumo Pontífice Corresponde únicamente al Sumo Pontífice:
Cap. II - El Presidente Delegado Art. 2 - Nombramiento del Presidente Delegado § 1. El Presidente Delegado preside la Asamblea del Sínodo de los Obispos en nombre y por la autoridad del Sumo Pontífice. § 2. Al Presidente Delegado lo nombra el Sumo Pontífice y su cargo cesa después de terminar la Asamblea para la que ha sido nombrado. § 3. Si el Sumo Pontífice designara a varios para presidir la Asamblea, éstos cumplirán su oficio sucediéndose por turno, según el orden establecido por el mismo Sumo Pontífice. Corresponde al Presidente Delegado:
Cap. III - Las Asambleas del Sínodo Art. 4 - Las distintas Asambleas del Sínodo El Sínodo de los Obispos es congregado:
Cap. IV - Los miembros o participantes Art. 5 - Los que participan en el Sínodo § 1. En la Asamblea General del Sínodo toman parte:
§ 2. En la Asamblea Extraordinaria toman parte:
§ 3. 1º En la Asamblea Especial toman parte los Patriarcas, Arzobispos Mayores, Metropolitanos de fuera de los Patriarcados de las Iglesias Católicas de rito Oriental, así como los representantes de las Conferencias Episcopales de una o de varias naciones y de los Institutos Religiosos, según lo establecido en este artículo § 1 y en el Art. 6, § 1, 4º y en cuanto al número de los Religiosos lo dicho en el Art. 6, § 2, 4º. Ahora bien, todos ellos han de pertenecer a las regiones para las que se ha convocado el Sínodo de los Obispos. 2º Participan también en la Asamblea Especial los Padres Cardenales que presidan los Dicasterios de la Curia Romana que tengan relación con las materias a tratar. § 4. En las diferentes Asambleas participan también los Miembros elegidos por el Sumo Pontífice, de acuerdo con la norma nº X de la Carta Apost. Apostolica sollicitudo del 15 de septiembre de 1965. § 1. 1º Se entiende por Obispos designados por las Conferencias Episcopales de una o varias naciones, aquellos que hayan sido elegidos mediante votación secreta por su propia Conferencia, reunida en sesión plenaria. 2º Estas elecciones se hacen en conformidad con el C.I.C. can. 119, 1º. Si hay que elegir a varios, habrá un escrutinio para cada una de las elecciones, de modo que no se elija a un segundo sino después de la elección del primero. 3º Los Obispos que representan a cada Conferencia Episcopal se eligen en esta proporción:
4º Las Conferencias Episcopales de varias naciones eligen a sus representantes según estas mismas normas. 5º Al elegir a los Obispos se ha de tener muy en cuenta no sólo su ciencia y prudencia en general, sino también su conocimiento teórico y práctico de la materia que tratará el Sínodo. 6º Los Presidentes de las Conferencias Episcopales comunicarán los nombres de los elegidos al Secretario General a través del Legado del Sumo Pontífice de la respectiva nación; y eso al menos con dos meses antelación a la apertura de la Asamblea. § 2. 1º La elección de los religiosos, de quienes se habla en el Art. 5 de este Reglamento, se hace en conformidad con la norma del § 1, 2º de este artículo, acomodando lo que sea pertinente. 2º En la elección de los religiosos téngase en cuenta no sólo su ciencia y prudencia en general, sino también su conocimiento teórico y práctico de la materia que tratará el Sínodo. 3º El Presidente de la Unión de Superiores Generales comunicará los nombres de los elegidos al Secretario General, al menos con dos meses de antelación a la apertura de la Asamblea sinodal. 4º Los Religiosos participantes, no más de dos, que hayan de representar a los Institutos Religiosos en la Asamblea sinodal especial, serán elegidos por la Unión de Superiores Generales entre aquellos expertos que conocen la materia a tratar o bien las regiones, aunque no sean de allí, para las cuales se ha convocado la Asamblea. § 3. Los nombres de los elegidos, Obispos y Religiosos, no se publicarán hasta que el Sumo Pontífice haya ratificado su elección. § 4. Las Conferencias Episcopales y la Unión de los Superiores Generales, de las que se habla en § 1 y 2, han de elegir un sustituto o un segundo, de los miembros quien, con la aprobación del Sumo Pontífice, podrá ser representante en el Sínodo sólo en el caso de que el miembro, a quien substituye, no pudiere estar presente. Al comienzo de cada Asamblea Sinodal los participantes elegidos presentarán al Sumo Pontífice, a través del Secretario General, documento auténtico de su designación, firmado por el Presidente y el Secretario de la respectiva Conferencia o, si se trata de Religiosos, por el Presidente y el Secretario de la Unión de Superiores Generales. Cap. V - Las Comisiones de Estudio Art. 8 - Constitución de las Comisiones de estudio § 1. 1º Si el tema que se trata en el Sínodo requiere una profundización ulterior, corresponde al Presidente Delegado, con el consentimiento del Sumo Pontífice, constituir Comisiones especiales de estudio entre los participantes. 2º Corresponde, pues, a cada una de estas Comisiones solamente procurar una mejor redacción, si cabe, del texto del tema o bien la resolución de las dificultades propuestas. § 2. A no ser que el Sumo Pontífice hubiere establecido otra cosa, cada Comisión consta de doce miembros, expertos en la materia, ocho de los cuales los elige la Asamblea y cuatro los nombra el Sumo Pontífice. 1º La elección de los miembros de las Comisiones de estudio se hace en conformidad con el C.I.C. can. 119, 1º. 2º Entre los elegidos o nombrados, el Sumo Pontífice elige al Presidente. 3º Se puede elegir como miembro de cada Comisión a cualquier Padre, excepto al Presidente Delegado, al Secretario General y, según el tema para el que se constituye la Comisión, al Relator del mismo. 4º Será Secretario de la Comisión uno de sus Miembros, elegido por ellos mismos. 5º Tomará parte en las Comisiones de estudio el Secretario Especial, que ya asistió a la discusión del tema para el que se ha establecido la Comisión. Cap. VI - La Comisión de Reclamaciones Art. 10 - Constitución y función de la Comisión de reclamaciones Al comienzo de cada Asamblea el Sumo Pontífice crea una Comisión de tres miembros, a la que corresponde examinar debidamente las reclamaciones presentadas, y llevarlas al Sumo Pontífice. Cap. VII - La Secretaria General del Sínodo de los Obispos Art. 11 - Constitución de la Secretaría General del Sínodo § 1. La Secretaría General del Sínodo de los Obispos es una institución permanente, creada para el servicio del Sínodo, de modo que sea un lazo de unión entre sus diversas Asambleas. § 2. Forman parte del Secretaría del Sínodo, según su propia función, el Secretario General y el Consejo de la Secretaría. Art. 12 - Nombramiento del Secretario General, sus funciones y ayudantes § 1. El Secretario General es nombrado por el Sumo Pontífice y ejerce su función a voluntad del mismo Pontífice. § 2. Corresponde al Secretario General ejecutar las órdenes o mandatos del Sumo Pontífice y comunicarle todo lo relacionado con el Sínodo de los Obispos. § 3. El Secretario General participa en las Asambleas del Sínodo, dirige los asuntos de la Secretaría y firma sus Actas. § 4. Corresponde también al Secretario General preparar y promover los trabajos del Consejo de la Secretaría, así como dirigir las sesiones de este Consejo. § 5. También concierne al Secretario General:
§ 6. Los ayudantes del Secretario General son nombrados, con aprobación del Sumo Pontífice, por el Secretario General, de quien dependen; § 7. Estos ayudantes son elegidos entre eclesiásticos idóneos y capacitados, dotados de ciencia y prudencia. § 8. Si hiciera falta, el Secretario General, con la aprobación del Sumo Pontífice, puede elegir algunos expertos técnicos. Art. 13 - Constitución, funciones y reuniones del Consejo de la Secretaría General § 1. El Consejo de la Secretaría General se constituye al final de cada Asamblea General del Sínodo. § 2. Este consta de quince miembros, doce de los cuales son elegidos por el mismo Sínodo, teniendo en cuenta que estén representados los Obispos esparcidos por todo el mundo, y tres son designados por el mismo Sumo Pontífice. § 3. La elección de los miembros se hace mediante escrutinio, y tiene valor jurídico cuando, descontados los votos nulos, se haya obtenido el refrendo de la mayoría absoluta de votantes; o, en un segundo escrutinio, después de un primero ineficaz, por mayoría relativa. En caso de empate de votos, se observará la norma del C.I.C. can. 119, 1º. § 4. Los Obispos elegidos para el Consejo de la Secretaría General conservan su cargo hasta que se constituya un nuevo Consejo en el siguiente Sínodo General. § 5. Corresponde al Consejo de la Secretaría General ayudar al Secretario General:
§ 6. Los miembros del Consejo de la Secretaría General los convoca el Secretario General dos veces al año y, además, siempre que, a juicio del Sumo Pontífice, se considere oportuno. Cap. VIII - El Secretario Especial Art. 14 - Nombramiento del Secretario Especial § 1. El Secretario Especial lo nombra el Sumo Pontífice para cada Asamblea, en la que se trate un asunto del que sea experto. § 2. Si fueran diferentes los temas a tratar en una Asamblea, se nombra un Secretario Especial para cada tema. § 3. El Sumo Pontífice nombra eventualmente ayudantes del Secretario Especial. § 4. Terminada la Asamblea, cesa el cargo de Secretario Especial. § 1. El Secretario Especial está a disposición del Presidente Delegado, de la misma Asamblea y del Secretario General, para preparar documentos y relaciones; para explicar e informar a quienes eventualmente lo pidan; y finalmente para elaborar las Actas. § 2. En la discusión del tema, cualquier Padre puede, con el consentimiento del Presidente Delegado y según el orden establecido por él, pedir explicaciones e informaciones, tanto al Relator como, sobre todo, al Secretario Especial. Cap. IX - La Información sobre el Sínodo Art. 16 - La junta para la información del Sínodo § 1. Para dar informaciones sobre las reuniones y la marcha del Sínodo se constituye una junta especial, compuesta por el Secretario General, el Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, dos Padres sinodales designados por el Presidente Delegado, y el Secretario Especial. § 2. Secretario de esta junta será el Oficial responsable de dar informaciones de la Santa Sede (el Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede). § 3. Es competencia de esta junta determinar, con la aprobación del Presidente Delegado, la forma y el modo de dar la información. § 4. Se realizarán a menudo ruedas de prensa con los periodistas sobre cada uno de los temas, mediante los Padres Sinodales que haya designado el Presidente Delegado. ***
Cap. I - La convocatoria del Sínodo de los Obispos Art. 17 - Forma de convocar el Sínodo § 1. El Sínodo de los Obispos lo convoca el Papa, en el momento y modo que considere oportunos. § 2. Corresponde al Presidente indicar el día y hora de la de la próxima congregación, así como la materia a tratar en ella, de acuerdo con el orden establecido. § 3. La notificación de lo individual sólo tiene lugar cuando el Presidente lo considere necesario. § 4. En caso de que el Sumo Pontífice muera después de convocar una Asamblea del Sínodo o durante su celebración, esta se suspende automáticamente hasta que el nuevo Papa decrete su continuación o convoque una nueva Asamblea. Cap. II - El modo de vestir Art. 18 - Modo de vestir en las Asambleas En las congregaciones de la Asamblea los participantes, a quienes corresponda, visten el hábito talar sin capa. Los demás su propio vestido público. Cap. III - La precedencia Art. 19 - Orden de precedencia § 1. Respecto a la precedencia obsérvese lo prescrito en el C.I.C., y el C.I.C.O., De personis, can. 37, 3º. § 2. En caso de que un participante ocupe por casualidad un puesto diverso del que le corresponde, o presente desde allí su parecer, o realice cualquier otro acto, no por eso adquiere derecho alguno ni acarrea daño a nadie. Cap. IV - La observancia del secreto Art. 20.- Obligación de guardar secreto Salvo lo prescrito en el Art. 16, todos los que toman parte en el Sínodo están obligados al secreto respecto a los actos preparatorios y a los trabajos de la misma Asamblea, sobre todo respecto a las opiniones de cada uno, a las votaciones, y a las decisiones y conclusiones de la Asamblea. Cap. V - El uso de la lengua en el Sínodo Art. 21 - Uso de la lengua en las Asambleas y en las Actas En las congregaciones del Sínodo y en la elaboración de sus Actas se emplea la lengua latina. Cap. VI - La recogida y distribución de las actas y otros documentos Art. 22.- Modo de recoger y distribuir las actas y documentos § 1. Todas las actas y documentos se recogen y distribuyen a través del Secretario General. § 2. Los temas a tratar en la Asamblea General se envían, a ser posible, seis meses antes del comienzo de la Asamblea, de modo que se dé tiempo para convocar las Conferencias Episcopales y recabar así sus pareceres. Cap. VII - La obtención de la opinión de las Conferencias episcopales Art. 23 - Modo de pedir la opinión § 1. Los asuntos, cuyo tratamiento haya establecido el Sumo Pontífice en la convocatoria del Sínodo, conviene que sean previamente estudiados con esmero por cada Conferencia Episcopal o grupo de Obispos de rito oriental. § 2. Sobre la definición de estos asuntos, cada Episcopado formula su opinión común del modo que considere más adecuado. § 3. Esta opinión la expondrá en la Asamblea del Sínodo cada miembro designado para el Sínodo. Cap. VIII - Las votaciones Art. 24 - Realización de las votaciones Una vez que los Miembros hayan manifestado la opinión, de que trata el Art. 23, § 3, si así lo hubiere determinado el Sumo Pontífice, se procede a la votación. § 1. Los votos se emiten en el Sínodo según la fórmula: placet, non placet, placet iuxta modum, si se trata de aprobar un esquema, en su totalidad o por partes; pero se emiten según la fórmula: placet, non placet, para aprobar enmiendas o modificaciones ("modos") y para otras votaciones. § 2. El que diere su voto según la fórmula: placet iuxta modum, se obliga a entregar su modificación ("modo") por escrito, de forma clara y coherente. § 3. Los votos se manifiestan con papeletas preparadas, a no ser que el Presidente haya preferido otra modalidad, por ejemplo, poniéndose de pie o sentándose, levantando la mano o no. Art. 26 - Mayoría de votos § 1. Para alcanzar la mayoría de votos, si se trata de aprobar algo, se requieren los dos tercios de los votos de los miembros; en cambio, si se trata de rechazar algo basta la mayoría absoluta de los mismos miembros. § 2. Lo prescrito el § 1 se ha de observar, ya sea cuando se ha de dar un consejo al Sumo Pontífice, como cuando, con su aprobación, se ha de tomar una decisión. § 3. Siempre que se plantee una cuestión de procedimiento, se resuelve por mayoría absoluta de los votantes. Cap. IX - La ausencia de los miembros Art. 27 - Obligación de comunicar la ausencia El que no pueda estar presente en una congregación de la Asamblea, debe dar razón de su ausencia al Presidente, a través del Secretario General. Cap. X - La dispensa de la obligación de residencia Art. 28 - Percepción de los frutos de los beneficios Todos los que deben asistir al Sínodo, o colaboran legítimamente en él por cualquier título, durante la Asamblea y mientras asistan a ella o estén al servicio de la misma, quedan eximidos de la obligación de residencia y pueden seguir percibiendo las rentas de sus beneficios o las distribuciones diarias, exceptuando solamente las llamadas distribuciones entre los presentes. * * *
Cap. I - Los ritos sagrados Art. 29 - Apertura y clausura de la Asamblea § 1. La Asamblea del Sínodo se inaugura con la celebración Eucarística y con el canto solemne del himno Veni Creator Spiritus. § 2. La misma Asamblea se concluye con la celebración Eucarística y el canto del Te Deum. Cap. II.- La elaboración de la Relación Art. 30 - Preparación de la Relación § 1. La Relación, en la que se expone, se ilustra y se analiza la cuestión a tratar en el Sínodo, la preparará el Obispo a quien el Sumo Pontífice haya dado ese encargo cuando convoca una Asamblea. § 2. Al Relator debe ayudarle el Secretario Especial. El texto de la Relación que se ha de leer posteriormente en el Sínodo, llegará, al menos 30 días antes del comienzo de la Asamblea, al Secretario General, quien procura las copias que han de prepararse para los miembros. Cap. III - La toma de posesión del oficio por el Presidente Delegado Art. 32 - Modo de tomar posesión el Presidente Delegado Apenas abierto el Sínodo y congregado en Asamblea, el Secretario General lee, si procede, el documento pontificio por el que se designa al Presidente Delegado. A continuación, éste toma inmediatamente posesión de su oficio. Cap. IV - El modo de proceder en las Asambleas sinodales Art. 33 - Propuesta e ilustración del tema El Presidente anuncia el tema de debate y llama al Relator; éste expone y explica sumariamente la Relación, ya preparada y distribuida a los Padres, con la ayuda, si fuera necesario, del Secretario Especial. Terminada la Relación, el Presidente, si lo juzga oportuno, puede promover la discusión del tema en grupos más pequeños. En estos grupos, que se han de constituir según las diversas lenguas, los Padres sinodales elegirán al Moderador y, una vez terminada la discusión del tema, encomendarán a uno o dos Padres que presenten, en nombre de los demás, el parecer del grupo en la congregación general. § 1. 1º El Presidente, según la lista preparada por el Secretario General, da la palabra por orden a los miembros que el día anterior hayan dado su nombre con este fin. 2º Los Padres que pidieron la palabra se suceden por este orden: primero hablan, según el orden de precedencia (Art. 19), quienes lo hacen en nombre de las Conferencias Episcopales, y luego los demás, según el mismo orden. 3º Quienes representan a las Conferencias Episcopales hablarán en nombre de las mismas, según las facultades que les hayan dado. 4º Sobre un mismo tema hablará en nombre de la Conferencia un solo Padre. § 2. 1º Si son muchos los que han pedido la palabra, se ruega a los Padres que no repitan lo que otros ya han expuesto, sino que hagan breve referencia a lo ya dicho. 2º En este caso el Presidente Delegado puede convocar en reuniones separadas, por sí mismo o por un Padre delegado por él (Art. 3, 2º), a los Padres que deben intervenir para ponerse de acuerdo, a fin de que unos pocos hablen en nombre de todos según la diversidad de pareceres, salvada la libertad de todos. § 3. 1º Todos los que pidieron la palabra, aunque luego no hablen, entregarán sus observaciones por escrito a la Secretaría General. 2º Los que exponen sus intervenciones, aténganse al tiempo establecido por el Presidente. § 1. Si un miembro, después de oír las observaciones de los demás, tiene intención de replicar u objetar algo, puede pedir esta facultad al Presidente. § 2. Corresponde al Presidente conceder la facultad de replicar y determinar el día en que se haga la réplica. § 3. El día señalado, el Presidente, según la lista preparada por el Secretario General, llama a los Padres que solicitaron replicar. § 4. Estos oradores, a no ser que el Presidente haya establecido un tiempo para replicar, ciñan sus réplicas a una brevísima alocución. § 5. Los Oradores pueden responder en nombre de varios miembros; en este caso deben indicar en nombre de quiénes hablan. § 6. Estas respuestas se han de entregar por escrito al Secretario General. § 1. Si al terminar una discusión, resulta que el tema exige una ulterior profundización, puede el Presidente Delegado, con el consentimiento del Sumo Pontífice y según los criterios por él trazados (cf. Art. 8), constituir una Comisión especial que se dedique a este trabajo. § 2. Mientras tanto se procede al examen del tema siguiente. § 3. 1º Cuando la Comisión de estudio haya efectuado sus conclusiones, las expondrá a los miembros del Sínodo un Relator designado por medio de la Comisión. 2º Si lo piden los miembros, puede el Presidente conceder una brevísima discusión sobre estas conclusiones; esta se hará en conformidad con el Art. 35. § 1. Terminada la discusión, cada uno de los participantes manifiesta su pensamiento de acuerdo con la opinión, de que se habla en el Art. 23 § 2, mediante un parecer escrito, que se ha de entregar posteriormente al Secretario General. § 2. Si, por voluntad del Sumo Pontífice, tuviera que hacerse votación, esta se lleva a cabo de acuerdo con los Art. 24-26. § 1. El Secretario Especial recoge las modificaciones ("modos") propuestas, las ordena y cuida con el Secretario General su impresión. § 2. En el momento señalado, los miembros, una vez oída la Relación, proceden a la votación de cada una de las modificaciones ("modos"). § 3. La votación de las modificaciones ("modos") se hace conforme a la fórmula: Placet, non placet. § 4. Las modificaciones ("modos") que hayan conseguido la mayoría de votos, se consideran aprobadas por los Padres. Cap. V - La relación sobre el trabajo realizado Art. 40 - Elaboración de la Relación Cuando ha concluido todo, a través del Secretario General, con la ayuda del Secretario Especial, se hace una Relación en la que se describen los trabajos realizados sobre el tema o los temas examinados, y se exponen las conclusiones a las que han llegado los miembros. La Relación, de que se habla en el Art. 40, la entregan al Sumo Pontífice el Presidente Delegado y el Secretario General.
D. Algunas explicaciones sobre el ordo synodi revisado y aumentado I. Al Art. 23 - Modo de pedir la opinión Este artículo del Reglamento del Sínodo prescribe que los Delegados de cada Conferencia Episcopal manifiesten la opinión común de sus hermanos en el Episcopado sobre los asuntos que el Sumo Pontífice haya establecido tratar en la convocatoria del Sínodo. Para ofrecer una información lo más exacta posible de esta opinión, los Delegados, después de haber expuesto lo que quiere la mayoría, expongan también la opinión de la minoría de su Conferencia. II. Al Art. 31 - Entrega de la Relación Se refiere claramente a la Relación "que se ha de leer... en el Sínodo". Pero esta expresión no se debe tomar necesariamente como lectura de todo el texto en el Aula, porque el Reglamento del Sínodo (Art. 33) se expresa así: "El Presidente enuncia el tema a discutir y llama al Relator; éste expone y explica sumariamente la Relación ya preparada y distribuida a los Padres". III. Al Art. 34 - Círculos menores En el artículo mencionado se prevé que los Círculos menores expongan a la Asamblea General, por medio de su propio Relator, cuanto se haya tratado en su correspondiente discusión. Pero no se excluye lo más mínimo (más bien alguna vez puede ser oportuno) que el Presidente Delegado abra en el Aula un debate sobre las mismas propuestas de los Círculos menores. IV. Al Art. 35 - Discusión del tema § 1, 2º El orden de precedencia, del que se trata allí, afecta, obviamente, a aquéllos que, bien en representación de su propia Conferencia o bien en nombre propio, han pedido la palabra simultáneamente (esto es, en la misma sesión). § 1, 4º Cuando se dice que un solo Delegado tiene que intervenir "sobre un mismo tema", se tiene que entender "sobre una misma parte" de la discusión indicada por el Presidente Delegado. § 2 Nada se dice de la potestad que compete al Presidente Delegado para poner fin a la discusión, en el caso que esta se extienda demasiado. Pero está claro que le basta al Presidente Delegado la facultad de proponer a la Asamblea de los Padres sinodales congregada en el Aula, el poner fin a la discusión. En este caso la cuestión se decide por mayoría de votos. § 3, 1º Aquí se establece que "todos los que pidieron la palabra, aunque no hablen, entregarán sus observaciones a la Secretaría General". El valor de esta prescripción es que también las observaciones entregadas sólo por escrito sean valoradas y tenidas en cuenta por la Comisión encargada de redactar el documento definitivo. V. Al Art. 37 - Comisiones de estudio En él se habla solamente de las Comisiones de estudio, sin hacer mención de las Comisiones que al Presidente Delegado eventualmente le hayan parecido oportunas para la preparación del documento final que se ha de someter a votación. En caso de que el Presidente Delegado quiera constituir una Comisión así, estará formada por el Relator, por el Secretario Especial y algunos otros elegidos por el Presidente Delegado (tanto de entre los miembros del Sínodo como de entre los ayudantes del Secretario Especial), y el mismo Presidente Delegado presidirá esta Comisión. Esta Comisión se dedicará a preparar el documento final tan pronto como el elenco de las proposiciones, elaboradas en los Círculos menores, haya sido sometido a votación y aprobado por los miembros de toda la Asamblea. VI. Al Art. 38 - Manifestación del parecer El Art. 38 § 1 establece que cada Miembro manifieste su pensamiento, de acuerdo con la opinión de que habla el Art. 23 § 2, mediante un parecer escrito, que se ha de entregar posteriormente al Secretario General. Algunos han presentado la duda de si esta obligación es tan estricta que el Delegado de una Conferencia Episcopal, a la hora de manifestar su parecer, tenga que seguir totalmente la opinión de la Conferencia o pueda manifestar una opinión distinta sobre lo propuesto a lo largo de la discusión. Ya en la pasada Asamblea General, celebrada el año 1971, en la XXX Congregación General que tuvo lugar el día 30 de octubre, el Secretario General del Sínodo de los Obispos explicó que la obligación de seguir la opinión de la Conferencia Episcopal, según el Reglamento del Sínodo, tenía que considerarse de alguna manera como relativa. Es decir, que el Delegado tiene que presentar en la discusión sinodal la opinión de la Conferencia, porque ha recibido el mandato de hablar en la manera establecida por la Conferencia. Pero si después, en el curso de los trabajos del Sínodo, habiendo escuchado cuanto se ha expresado en las discusiones plenarias y en los Círculos menores, evoluciona su modo de pensar hasta llegar a una opinión distinta, entonces expresa su parecer en conciencia, después de haber considerado la forma de pensar de su respectiva Conferencia y haber ponderado con diligencia las opiniones que haya conocido mediante las discusiones, y ello de acuerdo con un juicio formado sobre el bien de la Iglesia universal. Ahora bien, si en algún caso concreto el mandato de la Conferencia fuere absoluto y el mismo Delegado se hubiere obligado, sin que su propia conciencia lo rechazare, a expresar el parecer según esa condición sobre algunos puntos particulares señalados en modo especial, entonces el parecer se dará según la opinión de la Conferencia. E. Procedimiento en los Círculos menores I. Finalidad de estos Círculos Durante la realización de la discusión sinodal, el Presidente Delegado, si lo cree oportuno, puede proponer algunas cuestiones para una ulterior discusión en Círculos menores, que se habrán de formar según las distintas lenguas (cf. Art. 34 del Reglamento revisado y aumentado para la celebración del Sínodo de los Obispos). Cada Padre sinodal participará en el grupo que él haya elegido. Todos y cada uno de los grupos tratarán los mismos temas, que haya indicado el Presidente Delegado. La finalidad de estos Círculos menores es dar a los Miembros la oportunidad de expresar con más facilidad sus propias opiniones y comparar unas con otras, de manera que se vea al final y se diga de forma sintética en qué opiniones están de acuerdo y en qué otras no lo están. Esta confrontación conviene que logre conducir a opiniones más concordes, incluso a un consenso general —como es de desear—, si bien se habrá de tener siempre en cuenta cualquier opinión, tanto contraria como diversa. II. Constitución y composición de estos Círculos Los Círculos menores se constituirán y se dedicarán a su trabajo una vez que así lo haya establecido el Presidente Delegado. Si el mismo Presidente está de acuerdo, se preguntará a los Padres congregados en sesión plenaria si desean debatir algunos temas en los Círculos. Con todo, la misma Asamblea plenaria podrá pedir al Presidente la intervención de los Círculos si, en la medida que fuere oportuno, se hubiere considerado como el método más adecuado para el debate. Los Padres sinodales se distribuirán en Círculos según las lenguas siguientes: latín, inglés, francés, alemán, italiano, y español junto con portugués. Si hubieren pedido muchos Padres tomar parte en un grupo, éste se podrá subdividir en secciones. La división en secciones se hará, según es costumbre, por el orden alfabético, al que se ha ajustado la lista nominal de los Padres. III. Organización de los Círculos y discusión del tema El Presidente delegado y el Secretario General determinarán los temas a tratar en los Círculos menores, y por el mismo procedimiento se determinarán las dudas, si las hay, para dirimir mediante votación, de modo que en todos los Círculos se trate el mismo tema y se responda a las mismas cuestiones. 1. El Moderador a) Será moderador de cada Círculo uno de los Padres sinodales que forman parte de él. Lo eligen, al comienzo de la primera sesión, los Miembros de dicho Círculo, por votación secreta (cfr. C.I.C., can. 172, 2º) realizada mediante papeleta, por mayoría relativa. b) Corresponde al Moderador:
2. El Relator a) Será Relator de cada Círculo cualquiera de los Padres sinodales que forman parte de él. Lo eligen los miembros del mismo Círculo por votación secreta (cfr. C.I.C., can. 172, 2º) realizada mediante papeleta, por mayoría relativa. Parece conveniente que la elección se haga al comienzo de la primera sesión. b) Corresponde al Relator:
c) Si fuera necesario, los Relatores pueden ser dos: uno presentará la Relación de la mayoría, el otro la Relación de la minoría. 3. El Secretario a) Será Secretario de cada Círculo un sacerdote adscrito a la Secretaría General del Sínodo. b) Corresponde al Secretario:
IV. Exposición en sesión plenaria Cuando lo determine el Presidente Delegado, los Relatores, en nombre de los Miembros de cada Círculo, presentan en la congregación general la Relación, de que se habla en III, 2. En el Art. 34 del "Reglamento revisado y aumentado para la celebración del Sínodo de los Obispos", se prevé que los Círculos menores den a conocer a la congregación general, por medio de su Relator, cuanto se haya hecho en su correspondiente debate. Además, no se excluye en absoluto (e incluso alguna vez puede ser oportuno) que el Presidente Delegado abra en el Aula un debate sobre las mismas propuestas de los Círculos menores. Una vez presentadas todas las Relaciones de los Círculos en la congregación plenaria, en conformidad con la norma del Art. 36 del "Reglamento revisado y aumentado para la celebración del Sínodo de los Obispos", se puede conceder la facultad de respuesta a aquellos Padres sinodales que consideren necesario completar, enmendar o profundizar sobre lo dicho en las Relaciones. Ciudad del Vaticano, 27 de septiembre de 1974. * * * III. FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS A. Discurso del Papa Juan Pablo II al Consejo de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos (30 de abril de 1983) Amadísimos hermanos: 1. En vuestra última reunión del Consejo de la Secretaría General del Sínodo de Obispos, en la que esbozasteis las líneas del Instrumentum laboris, propusisteis que tuviera lugar una sesión especial dedicada de modo particular a las cuestiones internas de esta institución eclesial, joven, pero ya bien experimentada. Aceptasteis así una labor suplementaria a vuestro trabajo ordinario. De corazón os lo agradezco a vosotros y también a los oficiales de la Secretaría y a los peritos cuyo diligente estudio ha constituido una amplia base para vuestra deliberación acerca de la finalidad y el funcionamiento del Sínodo de los Obispos. Esta reunión vuestra ha sido como el intervalo que deja pasar el operario después de haber cumplido parte del trabajo, deteniéndose un poco para reflexionar de nuevo sobre las motivaciones y para disponerse a seguir decididamente la tarea emprendida. El Sínodo de los Obispos nació en el terreno fecundo del Concilio Vaticano II, pudo ver la luz gracias al ingenio y sensibilidad de mi predecesor Pablo VI y empezó a dar sus frutos desde la primera Asamblea ordinaria de 1967, que tuvo lugar en esta misma sala donde ahora nos encontramos. Desde entonces, el Sínodo de los Obispos se ha ido reuniendo en fechas determinadas, aunque ha experimentado también otro tipo de Asambleas; así ha contribuido de manera muy notable a aplicar las enseñanzas y orientaciones, tanto doctrinales como pastorales, del Concilio Vaticano II en la vida de la Iglesia universal. El modo como el Sínodo entiende y explica el Concilio, se ha convertido casi en el modo de interpretar, aplicar y desarrollar el mismo Concilio. En efecto, considerando la riqueza de tantos frutos ya producidos y las posibilidades mismas de la todavía joven institución del Sínodo, es justo ante todo dar gracias a Dios, que inspiró su institución y dirigió sus trabajos. Igualmente es justo, después de estos años, detenerse a reflexionar basándose en la experiencia ya adquirida. 2. El Sínodo de los Obispos ha prestado ya grandes servicios al Concilio Vaticano II y podrá prestar otros en la aplicación y desarrollo de las normas y orientaciones conciliares. La experiencia del período postconciliar muestra muy bien cómo la obra del Sínodo ha sido una expresión del ritmo de la vida pastoral en toda la Iglesia. A las Asambleas sinodales asisten representantes de los Pastores como delegados de cada una de las Iglesias locales de todos los continentes. Ya durante la fase preparatoria se consulta a las Iglesias locales y su experiencia de la vida de fe es llevada después por los obispos a la Asamblea. En ella se intercambian informaciones, sugerencias y propuestas; y a la luz del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia se delinean orientaciones comunes que, aprobadas luego por el Sucesor de San Pedro, repercuten en beneficio de las mismas Iglesias locales, de manera que toda la Iglesia pueda mantener la comunión en la pluralidad de culturas y situaciones. De esta manera también el Sínodo de los Obispos confirma magníficamente la naturaleza y realidad de la Iglesia, en la cual el Colegio Episcopal, "en cuanto compuesto de muchos, expresa la variedad y universalidad del Pueblo de Dios; y en cuanto agrupado bajo una sola Cabeza, la unidad de la grey de Cristo" (Lumen gentium, 22). Sin duda, el Sínodo es instrumento de la colegialidad e igualmente elemento válido de comunión, aunque de forma diversa a un Concilio Ecuménico. Se trata, con todo, siempre de un instrumento eficiente, ágil, oportuno y adecuado para el ministerio de todas las Iglesias locales y de su recíproca comunión. Esta finalidad, que pertenece de por sí al Sínodo en cuanto permanentemente constituido como "peculiar consejo de los Pastores sagrados", ya estaba presente desde su institución —tal como lo anunció Pablo VI en la Carta Apostólica Apostolica sollicitudo— "de manera que después del Concilio continuara afluyendo al pueblo cristiano esa abundancia de beneficios, que durante el Concilio se recibió felizmente mediante aquella estrecha unión nuestra con los obispos". Que el Sínodo pueda producir beneficios todavía mayores, depende de la aplicación concreta que se dé a las conclusiones sinodales bajo la guía de los Pastores y de las Conferencias Episcopales en cada una de las Iglesias locales. Esta tarea postsinodal, por tanto, exige la máxima atención y un cuidado peculiar. 3. Por lo demás, toda la fuerza dinámica del Sínodo de los Obispos —como vosotros habéis puesto de relieve— se funda en la recta comprensión y en el ejercicio de la colegialidad de los obispos. En efecto, el Sínodo es una expresión especialmente fructuosa e instrumento eficacísimo de la colegialidad episcopal, es decir, del particular servicio o responsabilidad de los obispos en torno al Obispo de la Iglesia Romana. Ciertamente el Sínodo es una forma de expresar la colegialidad de los obispos. Todos los obispos de la Iglesia con el Obispo de Roma a la cabeza, el Sucesor de Pedro, que es "principio y fundamento perpetuo y visible de unidad" (Lumen gentium, 23) del Episcopado, constituyen el Colegio que sucede al Colegio Apostólico, del que Pedro era la cabeza. La solidaridad que les une y la solicitud por la Iglesia universal se manifiestan en grado supremo cuando todos los obispos "cum Petro et sub Petro" se congregan en Concilio Ecuménico. Hay, evidentemente, una diferencia real y específica entre Concilio y Sínodo; con todo, el Sínodo expresa la colegialidad de modo ciertamente intenso, si bien diversamente de como lo hace el Concilio Ecuménico. Esta colegialidad se muestra principalmente en el modo colegial con que los Pastores de las Iglesias locales expresan sus juicios. Cuando los obispos —especialmente tras una adecuada preparación comunitaria en las propias Iglesias y colegial en sus Conferencias Episcopales (conscientes de sus obligaciones respecto a las propias comunidades y también de su solicitud por toda la Iglesia)— dan testimonio común de la fe y de la vida de fe, su parecer —si es moralmente unánime— comporta un peso eclesial peculiar que supera el aspecto simplemente formal del voto consultivo. La vitalidad de un Sínodo depende, por cierto, de la diligencia con que se hace la preparación en la comunidades eclesiales y en las Conferencias Episcopales; cuanto mejor funciona en concreto la colegialidad entre los obispos —que expresa la comunión entre las Iglesias particulares—, tanto mayor será la contribución que los obispos aportarán a la Asamblea Sinodal. El ejercicio de la colegialidad de los Pastores en el Sínodo produce un mutuo intercambio, que sirve a la comunión misma, tanto de los Pastores entre sí, como de los fieles, y en definitiva resulta provechoso a la unidad siempre más profunda y orgánica de la Iglesia. El Sínodo, por tanto, está al servicio de la comunión eclesial, que no es otra que la misma unidad de la Iglesia en su dimensión dinámica. En el misterio de la Iglesia todos los elementos tienen su propio lugar y función. Así, la función del Pontífice Romano lo inserta profundamente en el Colegio de los obispos como corazón y quicio de la comunión episcopal; su primado, que es a la vez un ministerio para el bien de toda la Iglesia, lo coloca en relaciones de unión y colaboración más intensas. El mismo Sínodo pone más en relieve el nexo íntimo entre colegialidad y primado: la tarea del Sucesor de Pedro, en efecto, es un servicio a la colegialidad de los obispos y, a su vez, la colegialidad efectiva y afectiva de los obispos constituye una ayuda muy importante al ministerio primacial petrino. 4. Al igual que cualquier institución humana, también el Sínodo de los Obispos crece y podrá crecer y desarrollar más sus potencialidades, tal como por otra parte ya previó mi antecesor en la carta Apostolica sollicitudo. Algunas formas sinodales —aunque ya están previstas— todavía no han sido llevadas a cabo de manera adecuada y suficiente. Vosotros mismos habéis examinado varias posibilidades de procedimiento y de método y habéis formulado varias propuestas hechas a lo largo de la existencia de esta institución. Por mi parte, podéis estar seguros de la gran estima que tengo por la función del Sínodo de los Obispos en la Iglesia, así como de la plena confianza que pongo en su actividad al servicio de la Iglesia universal. En este sentido renuevo el aprecio y el agradecimiento por vuestros trabajos, sobre los que invoco la bendición de Dios omnipotente y la protección de María, Madre de la Iglesia. B. Extracto del discurso del Santo Padre al Colegio Cardenalicio (Consistorio extraordinario, 13-14 junio 1994) 6. “Durante los últimos años se ha desarrollado ampliamente el movimiento sinodal en la Iglesia. Llegan informaciones sobre la celebración de numerosos Sínodos diocesanos, provinciales o nacionales. Pero especial atención merecen los Sínodos continentales. Así fue, por ejemplo, el Sínodo de los obispos de Europa y, a continuación, el Sínodo de los obispos de África, que concluyó el 8 de mayo pasado. Así también el Sínodo del Líbano que, en cierto sentido, quiere ser el Sínodo de los obispos de Oriente Medio. En la perspectiva del año 2000 se prevé el Sínodo de los obispos de América del norte y del sur, así como también, si Dios quiere, naturalmente, el Sínodo de los obispos de Asia y del extremo Oriente. Expreso aquí mi gratitud al Arzobispo Jan Schotte, Secretario General del Sínodo de los obispos, por su servicio generoso en el ámbito de la dimensión sinodal de la vida de la Iglesia” (L’Osservatore Romano, edición semanal española del 17 de junio de 1994, p. 7). * * * IV. NOTAS SOBRE LA METODOLOGÍA SINODAL Para cumplir su misión, el Sínodo de los Obispos trabaja según una metodología basada en la colegialidad, concepto que caracteriza cada fase del proceso sinodal desde los primeros pasos de la preparación hasta las conclusiones alcanzadas en cada asamblea sinodal. En pocas palabras, el método de trabajo alterna análisis y síntesis, las consultas de las partes involucradas y las decisiones de las autoridades competentes, según una dinámica de feed-back que permite la continua verificación de los resultados y la realización de nuevas propuestas. Cada fase de este proceso se desarrolla en un clima de comunión colegial. Aún en la fase de preparación, el tema de la asamblea sinodal es el fruto de la colegialidad. El primer paso oficial en dicho proceso es la consulta a Patriarcas, Conferencias Episcopales, Superiores de Dicasterios de la Curia romana y la Unión de Superiores Generales para tener indicaciones sobre posibles temas para el Sínodo. Recientemente en asambleas ordinarias generales esta consulta fue precedida por una petición informal entre los Padres Sinodales hacia el fin de la Asamblea general acerca sus preferencias en la materia. En cada caso se les solicita que para la elección del tema tengan en cuenta los siguientes criterios:
Las sugerencias sobre un tema - que deben incluir los motivos de la elección - son clasificadas, analizadas y estudiadas durante un encuentro del Consejo de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos. El Consejo, por lo tanto, somete los resultados del encuentro, junto con las recomendaciones pertinentes, al Santo Padre quien toma la decisión final sobre el tema a tratar en la asamblea sinodal. En el encuentro sucesivo, el Consejo prepara las líneas principales para presentar y desarrollar el tema sinodal en un documento llamado Lineamenta. La redacción de este documento representa el trabajo conjunto de los miembros del Consejo, teólogos que tienen una cierta competencia en la materia que será tratada en la asamblea sinodal y el staff de la Secretaría General que coordina todos los esfuerzos. Después de haber examinado el texto y haber aportado las modificaciones necesarias, el Consejo redacta una versión final que es sometida al Santo Padre para su aprobación. Seguidamente, el documento es traducido a las principales lenguas del mundo y enviado al Episcopado con el fin de promover a nivel local el estudio, el debate y la oración por el Sínodo. Los Lineamenta (palabra latina que significa “líneas de orientación”) tienen, por naturaleza, un amplio alcance y pretenden provocar observaciones y reacciones a gran escala. Aunque los primeros y autorizados destinatarios de los Lineamenta sean, obviamente, los Obispos y sus Conferencias Episcopales, ellos, sin embargo tienen plena libertad de ampliar su base de consulta. Después de haber reunido y sumariado sugerencias, reacciones y respuestas a los varios aspectos del tema de los Lineamenta, los Obispos preparan una comunicación que envían luego a la Secretaría General dentro de una fecha determinada. Después de haber recibido dicho material, el Consejo de la Secretaría General, siempre con la ayuda de expertos sobre el tema, redacta otro documento llamado Instrumentum laboris, que servirá como base y punto de referencia durante la discusión sinodal. Este “documento de trabajo”, aunque esté publicado, es sólo un texto provisional que será objeto de discusión durante el sínodo. El documento no es un borrador de las conclusiones finales, sino sólo un texto destinado a focalizar la discusión sobre el tema sinodal. Después de haber sido sometido al control del Santo Padre y de haber sido aprobado por él, el documento es traducido a las principales lenguas y enviado a los Obispos y a aquellos miembros que participarán en la asamblea sinodal. A veces el Santo Padre ha permitido que el texto fuese publicado y tuviese, por lo tanto, una mayor difusión, por ejemplo, a partir de 1983, esto ha ocurrido en el caso del Instrumentum laboris de determinadas asambleas sinodales. Los delegados episcopales y los otros miembros leen el documento para conocer los contenidos que luego serán discutidos durante la asamblea sinodal. Gracias al trabajo preparatorio de las Iglesias locales, basados en los ya mencionados documentos, es decir, los Lineamenta y el Instrumentum laboris, los obispos pueden presentar a la asamblea sinodal las experiencias y las aspiraciones de cada comunidad, así como también los frutos de las discusiones de las Conferencias Episcopales. Tres fases caracterizan las sesiones de trabajo del Sínodo: a. Durante la primera fase cada miembro presenta la situación en su Iglesia particular. Esto promueve un intercambio de fe y de experiencias culturales sobre el tema sinodal y contribuye a ofrecer una visión inicial de la situación de la Iglesia, que, sin embargo debe ser ulteriormente desarrollada y profundizada. b. A la luz de estas presentaciones, el Relator del Sínodo formula una serie de puntos para ser discutidos en la segunda fase, durante la cual todos los Padres sinodales se dividen en pequeños grupos llamados círculos menores, en base a la lengua hablada. Los informes de cada uno de estos grupos son leídos en la sesión plenaria. En este punto, los Padres sinodales tienen la posibilidad de hacer preguntas para aclarar los argumentos y de hacer comentarios. c. En la tercera fase, el trabajo prosigue en círculos menores con la formulación de sugerencias y observaciones de una manera más precisa y definida, de modo que en los días conclusivos de la asamblea se puedan someter a votación propuestas concretas. El trabajo inicial de los Padres sinodales en los círculos menores consiste en formular varias propuestas sobre la base del debate en la sala sinodal y de los informes de los círculos menores. En dichos círculos, los Padres sinodales pueden votar una propuesta con un “placet” (sí) o un “non placet” (no). Luego las propuestas de los círculos menores son recogidas por el Relator General y el Secretario Especial y reunidas en un Lista unificada de las propuestas que es presentado por el Relator General en la sesión plenaria. Los círculos menores luego se reúnen nuevamente para discutir las propuestas. En este punto los Padres sinodales pueden someter a la atención del grupo las enmiendas individuales que serán utilizadas en la composición colectiva de las enmiendas a votar con las propuestas que se esperan de cada grupo. El Relator General y el Secretario Especial examinan estas enmiendas colectivas que pueden o no incorporar en la Lista final de las propuestas sobre la base de sus decisiones que, en caso de rechazo, debe ser justificada en un documento llamado Expensio modorum. La Lista final de las propuestas es presentada entonces en la sesión plenaria, en forma de folleto se convierte a su vez en la papeleta con la que cada Padre sinodal puede votar a favor o en contra de la propuesta. Al término de la Asamblea del Sínodo, el Secretario General supervisa el archivo del material y la redacción del informe sobre el trabajo sinodal para someterlos al Santo Padre. No existe una norma establecida acerca del documento final resultante de la Asamblea sinodal. Al final de las tres primeras asambleas sinodales (Asambleas Generales Ordinarias de 1967 y 1971, y Asamblea General Extraordinaria de 1969) las conclusiones fueron presentadas al Papa junto a unas recomendaciones en respuesta a los problemas planteados. Después de la Asamblea General Ordinaria de 1974, el mismo Santo Padre, considerando las propuestas sinodales y los informes finales, escribió la Exhortación Apostólica “Evangelii nuntiandi”. El mismo proceso fue utilizado en las otras Asambleas Sinodales Generales Ordinarias (1977, 1980, 1983, 1987, 1990, 1994, 2001), a las cuales siguieron las respectivas Exhortaciones Apostólicas: Catechesi tradendae, Familiaris consortio, Reconciliatio et paenitentia, Christifideles laici, Pastores dabo vobis, Vita consecrata y Pastores gregis. Después de la Asamblea Especial para África (1994), el Santo Padre promulgó la Exhortación Apostolica post-sinodal Ecclesia in Africa, que produjo buenos resultados promoviendo la reflexión y las iniciativas pastorales en el continente. En mayo de 1997, fue publicada la Exhortación Apostólica post-sinodal de la Asamblea Especial para el Líbano (1995), Una esperanza nueva para el Líbano, en ocasión de la visita papal a ese país en el contexto de fase celebrativa de la Asamblea Especial. El 23 de enero de 1999, el Santo Padre promulgó la Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in America en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México. El 6 de noviembre de 1999 fue firmada en Nueva Delhi, India, la Exhortación Apostólica post-sinodal para Asia, Ecclesia in Asia. Dado que por razones de salud el Santo Padre no pudo viajar a Oceanía, la Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Oceania fue publicada el 22 de noviembre de 2001 en una ceremonia en la cual el Sumo Pontífice envió electrónicamente el documento a todas la iglesias particulares de Oceanía. De este modo fue trasmitido por la primera vez un documento pontificio a través de internet. El 28 de junio de 2003 el Santo Padre firmó la Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa, durante el oficio de Vísperas en la Basílica de San Pedro. A partir del Sínodo de 1987 el Consejo de la Secretaría General y el Secretario General fueron involucrados colegialmente en el proceso que ha llevado a la publicación de la Exhortación Apostólica postsinodal, el documento pontificio resultante del Sínodo. Es interesante conocer la historia y el desarrollo de estos Consejos. Entre la segunda y la tercera asambleas sinodales, fue instituido un Consejo consultivo para la Secretaría General, compuesto por doce Obispos designados y por tres de designación pontificia. Este Consejo se reunió por primera vez desde el 12 hasta el 15 de mayo de 1970; tenía por finalidad facilitar la comunicación con las conferencias episcopales y formular el orden del día para la asamblea sucesiva. Después de este encuentro, tuvo inicio una consulta de los Obispos de todo el mundo destinada a sugerir temas para las asambleas futuras (esta consulta actualmente comienza en los días conclusivos de la asamblea general ordinaria). Desde entonces los consejos ordinarios de la Secretaría General, constituidos en cada sínodo con vistas a la preparación del siguiente, se convirtieron en un elemento permanente del Secretariado General:
Con la llegada de las asambleas continentales o regionales, el Santo Padre decidió constituir durante las asambleas especiales consejos especiales mediante elección según nombramiento pontificio. El Secretario General, como consecuencia, además del consejo ordinario, dispone también de los siguientes consejos especiales desde su fecha de institución:
Del mismo modo, en la preparación de la asamblea especial, el Santo Padre ha nombrado a un grupo de Obispos, principalmente del continente y de la región en cuestión, para formar consejos presinodales. Estos consejos duran desde el nombramiento hasta el primer día de la asamblea sinodal. La lista de los consejos presinodales pasados, en esta categoría y con sus fechas de existencia, por lo tanto, es la siguiente:
Como puede verse, la metodología colegial es operativa desde la fase inicial (a través de la elección del tema), durante la preparación (mediante la elaboración del tema en los Lineamenta) y desde la celebración de la asamblea sinodal hasta la publicación del documento que es el fruto y la coronación del Sínodo mismo. Es posible por lo tanto decir que el Sínodo actúa como órgano colegial a través del cual en la primera fase son consideradas las experiencias de fe y de vida de las comunidades cristianas, seguidamente, en las sesiones plenarias estos elementos son recapitulados e iluminados por la fe y, finalmente, en espíritu de comunión, son formuladas algunas proposiciones que el Santo Padre, principio de unidad de la Iglesia, restituye a las Iglesias particulares, así como la sangre oxigenada corre nuevamente por las arterias para vivificar el cuerpo humano. A fin de que esta colegialidad pueda expresar plenamente su potencial, debe existir un espíritu altruista de colaboración entre todos aquellos que son llamados a participar en la preparación de una asamblea sinodal, especialmente las Conferencias Episcopales que reúnen a los Pastores de las Iglesias locales en las cuales la fe del Pueblo de Dios es vivida y sentida en toda su fuerza y riqueza. La participación colegial de las Conferencias Episcopales se expresa concretamente sobre todo a través de las respuestas a los Lineamenta. Cuantas más Conferencias Episcopales respondan, más ricos y variados serán los elementos que, reflejando fielmente la vida de las Iglesias locales, constituyan los auténticos puntos de referencia para la redacción del Instrumentum laboris y para el debate en el aula sinodal. * * * V. SUMARIO DE LAS ASAMBLEAS SINODALES 1. I Asamblea General Ordinaria Sesiones: 29 de septiembre - 29 de octubre de 1967 Tema: Preservación y fortalecimiento de la fe católica, su integridad, su fuerza, su desarrollo, su coherencia doctrinal e histórica. El Papa Pablo VI estableció los objetivos de esta primera Asamblea General: “...la preservación y el fortalecimiento de la fe católica, su integridad, su fuerza, su desarrollo, su coherencia doctrinal e histórica”. Uno de los resultados del encuentro fue la recomendación, hecha por los obispos, ante la difusión del ateísmo, la crisis de la fe y la propagación de opiniones teológicas erróneas en el mundo, de crear una comisión de teólogos para asistir a la Congregación para la Doctrina de la Fe, así como para ampliar un debate sobre los enfoques de la investigación teológica. Más tarde, en 1969, el Papa Pablo VI estableció la Comisión Teológica Internacional. El Sínodo pidió también una revisión del Código de Derecho Canónico de 1917, con la intención de hacerlo más pastoral y actual en el modo y en la valoración de los temas. El trabajo fue iniciado por el Papa Pablo VI y fue terminado bajo el Papa Juan Pablo II, con la promulgación, en 1983, del Código de Derecho Canónico revisado. El tema de una mayor intervención de las Conferencias Episcopales en la renovación de los seminarios y en la formación sacerdotal fue discutido y algunas propuestas fueron remitidas al Santo Padre. También ciertas recomendaciones de la asamblea sobre los matrimonios mixtos fueron aprobadas por el Papa en 1970, y además fueron tratados varios aspectos de la reforma litúrgica, muchos de los cuales fueron luego aplicados cuando el Nuevo Ordo de la Misa fue promulgado en el 1969. Padres sinodales: 197
Sesiones: 11 de octubre - 28 de octubre de 1969 Tema: La cooperación entre la Santa Sede y las Conferencias Episcopales. Esta Asamblea General convocada de manera extraordinaria tuvo como objetivo buscar y examinar los modos y procedimientos para poner en práctica la colegialidad de los Obispos con el Papa, tema que gozaba de gran atención en la declaraciones sobre la Iglesia formuladas en el Concilio Vaticano II. Los resultados prácticos de esta asamblea abrieron las puertas a una mayor participación de los obispos, juntos con el Papa y de cada uno de ellos, en el cuidado pastoral de la Iglesia universal. El énfasis principal de estas sesiones recayó sobre dos puntos básicos: 1) la colegialidad de los Obispos con el Papa; 2) la relación de las Conferencias Episcopales con el Sumo Pontífice y con cada uno de los obispos. Diversas recomendaciones fueron remitidas al Papa, tres de las cuales recibieron una atención inmediata: 1) que los Sínodos Ordinarios se celebrasen a intervalos regulares, cada dos años (intervalo posteriormente modificado según la decisión del Santo Padre, efectivamente “cada 3 o 4 años”); 2) que la Secretaría General ejerciera una labor organizativa y funcional entre las asambleas sinodales; 3) que los Obispos pudiesen sugerir temas para las futuras asambleas. Padres sinodales: 146
Sesiones: 30 de septiembre - 6 de noviembre de 1971 (la más larga hasta el día de hoy) Tema: El sacerdocio ministerial y la justicia en el mundo. Durante las sesiones los Padres sinodales elogiaron la dedicación de los sacerdotes de todo el mundo al ministerio de la Palabra y de los Sacramentos, así como también a sus tareas pastorales en el apostolado. Al mismo tiempo prestaron atención a las dificultades de los sacerdotes en el ejercicio del ministerio. Los Padres sinodales, además, trataron el tema de la justicia, subrayando la necesidad de relacionar el Evangelio con las circunstancias mundiales y locales. En respuesta a ello, los obispos trazaron un programa de ocho puntos para la acción a nivel internacional y recomendaron que la Iglesia, a nivel local, impulse la educación y la colaboración ecuménica en el campo de la justicia. Padres sinodales: 210
Sesiones: 27 de septiembre - 26 de octubre de 1974 Tema: La evangelización en el mundo moderno. En esta asamblea los obispos enfatizaron nuevamente el carácter esencialmente misionero de la Iglesia y el deber de cada uno de sus miembros de ser testigos de Cristo en el mundo. En este contexto, el tema de la “liberación”, entonces de gran actualidad, fue relacionado con la obra de la evangelización, cuyo objetivo es liberar a los pueblos y a las personas del pecado. Las recomendaciones y propuestas de los obispos, presentadas al Papa, fueron luego utilizadas en la formulación de la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi. Padres sinodales: 209 5. IV Asamblea General Ordinaria Sesiones: 30 de septiembre - 29 de octubre de 1977 Tema: El catecismo en nuestro tiempo. El debate de los obispos, que prestó una especial atención a la catequesis de los niños y de los jóvenes, dio como resultado una serie de treinta y cuatro propuestas o “proposiciones” y más de novecientas sugerencias relativas al tema en cuestión. En dichas recomendaciones fueron tratadas seis áreas generales: la importancia de la renovación catequística, la naturaleza de la verdadera catequesis, las personas involucradas en la catequesis, la necesidad continua de una catequesis para todos los cristianos, los medios o canales de la catequesis y los aspectos particulares relativos a la catequesis. En esta ocasión los obispos, por primera vez, publicaron una declaración sinodal titulada Mensaje al Pueblo de Dios, donde se señalaba que Cristo es el centro de la salvación y, por lo tanto, de la catequesis. Al mismo tiempo, ellos pusieron en evidencia que todos los cristianos tienen la responsabilidad de llevar a Cristo al mundo. Poco después de la conclusión del Sínodo, el Papa Juan Pablo II publicó la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae, haciendo uso de un gran número de reflexiones y de propuestas de los obispos. Padres sinodales: 204
Sesiones: 14-31 de enero de 1980 Tema: La situación pastoral en los Países Bajos. El entonces llamado “Sínodo particular para los Países Bajos” o “Sínodo Holandés”, como era popularmente conocido, es - según le nuevo Código de Derecho Canónico (cf. can. 345), promulgado en 1983 - la primera Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos. Este encuentro sinodal, celebrado en Roma, trató, en la perspectiva del Concilio Vaticano II, el tema del misterio de la comunión de la Iglesia y sus implicancias prácticas, tanto en ámbito local como universal, concentrándose en la figura del Obispo como “Maestro de la Fe” y “Pastor de las almas”, en su diócesis y en la Conferencia Episcopal. En su conclusión la asamblea adoptó resoluciones relativas al sacerdocio ministerial, la vida religiosa, la participación de los laicos en la misión de la Iglesia, los sacramentos, la Eucaristía y la Confesión, la liturgia, la catequesis y el ecumenismo, según las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Un Consejo, especialmente constituido al final de esta asamblea sinodal, se reúne periódicamente con el Secretario General para continuar la evaluación de la situación pastoral y para promover la aplicación de las resoluciones sinodales. Aunque técnicamente existe todavía, este consejo no se ha reunido desde el último encuentro celebrado del 10 al 11 de noviembre de 1995. Padres sinodales: 19
Sesiones: 26 de septiembre - 25 de octubre de 1980 Tema: La familia cristiana. Los trabajos sinodales giraron en torno a la reafirmación de las enseñanzas de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio y los contenidos de la Encíclica Humanæ vitæ. En esta Asamblea, los obispos redactaron el “Mensaje a las familias cristianas en el mundo moderno” y propusieron una “Carta de los derechos de la familia”, que el Papa Juan Pablo II promulgó en 1983. Además, a partir de la discusión y las propuestas de esta asamblea sinodal el Santo Padre publicó la Exhortación Apostólica Familiaris consortio . Padres sinodales: 216
Sesiones: 29 de septiembre - 29 de octubre de 1983 Tema: La penitencia y el perdón en la misión de la Iglesia. La asamblea sinodal y el tema coincidieron con el Año Santo “Extraordinario” proclamado por el Santo Padre para conmemorar el 1950º aniversario de la Redención del mundo mediante la muerte de Cristo. Durante la asamblea los obispos trataron los argumentos inherentes al tema poniendo de relieve la necesidad de aplicar los frutos de la Redención de Cristo a la vida de cada persona y, por lo tanto, a la sociedad. En un documento publicado por la asamblea, los obispos invitaron al mundo a la “reconciliación” y designaron a “la Iglesia como sacramento de reconciliación y signo de la misericordia de Dios hacia el pecador”. El trabajo desarrollado por los obispos durante este Sínodo sirvió como base para la Exhortación Apostólica Reconciliatio et paenitentia, que por primera vez fue llamado documento “postsinodal”. Padres sinodales: 221
Sesiones: 24 de noviembre - 8 de diciembre de 1985 Tema: Vigésimo aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II. Convocado especialmente por el Papa Juan Pablo II (cf. can. 345), el objetivo de esta asamblea sinodal fue conmemorar el XX aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II y evaluar el estado de renovación de la Iglesia. Según los estatutos, este Sínodo reunió a todos los Presidentes de las, más de cien, Conferencias Episcopales del mundo entero y a otras diversas personas (cf. can 346). Las discusiones se centraron en los documentos del Concilio Vaticano II y en su aplicación por parte de la Iglesia en todo el mundo. En esta sesión los obispos redactaron un informe final (Relatio finalis), difundido en la sesión de clausura, junto al Nuntius o “Mensaje al Pueblo de Dios”. En respuesta a la propuesta de los padres sinodales en esta asamblea, el Santo Padre autorizó la compilación y publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado en 1992. Al mismo tiempo, en relación a las Conferencias Episcopales, la asamblea expresó la conveniencia de realizar “un estudio de su estatuto teológico y sobre todo de explicar más clara y profundamente su autoridad doctrinal, teniendo en cuenta lo que hay en el Concilio en el decreto Christus Dominus y en el Código de Derecho Canónico, can. 447 y 753 (Relación Final, II, C, 8, b)”. Esta sugerencia se concretó con la Carta Apostólica Motu proprio del Papa Juan Pablo II sobre la naturaleza teológica y jurídica de las Conferencias Episcopales (21 de mayo de 1998), 7. Padres sinodales: 165
Sesiones: 1 - 30 de octubre de 1987 Tema: La vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo. A través de la consideración de los conceptos de vocación (“ser”) y de misión (“actuar”) en el contexto de la comunión eclesial del Concilio Vaticano II, los obispos quisieron subrayar el carácter distintivo del laico en la vida de la Iglesia, a partir de su participación o comunión en la santidad, y en la obra de la Iglesia de evangelizar el mundo, en virtud del carácter secular. Por tratarse de este argumento, el Sínodo registró una significativa presencia de laicos como oyentes, algunos de los cuales fueron invitados a hablar ante la asamblea general y a expresar sus opiniones en los círculos menores. Por primera vez dos laicos, una mujer y un hombre, fueron designados como Secretarios Especiales Adjuntos. Las informaciones resultantes de este Sínodo, en particular las cincuenta y cuatro proposiciones de la Asamblea General, fueron utilizadas para la formulación de la Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici del Papa Juan Pablo II. Padres sinodales: 232
Sesiones: 30 de septiembre - 28 de octubre de 1990 Tema: La formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales. Teniendo en cuenta la tarea de la Segunda Asamblea General Ordinaria del Sínodo (1971) que trató desde el punto de vista teológico el sacerdocio y sus implicaciones en el ministerio sacerdotal, este Sínodo se desarrolló en un tono más pastoral, concentrándose en la formación sacerdotal y en la “persona” del sacerdote mismo, diocesano y religioso, antes y después de la ordenación. En las sesiones fue notable el acuerdo general entre los obispos, tanto en la discusión como en el tratamiento del tema. Al término del Sínodo, los obispos presentaron al Santo Padre 41 Proposiciones que, junto a otras informaciones resultantes del proceso sinodal, sirvieron para la preparación de la Exhortación Apostólica postsinodal Pastores dabo vobis. El 25 de octubre, durante la 28ª Congregación, Su Excelencia, Mons. Emilio Eid, Obispo tit. de Sarepta de los Maronitas y Vice Presidente de la Comisión para la Revisión del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales presentó el nuevo código y una copia del mismo fue distribuido a los padres sinodales y a otros participantes. Padres sinodales: 238
Sesiones: 28 de noviembre - 14 de diciembre de 1991 Tema: Para que seamos testigos de Cristo que nos ha liberado. El 22 de abril de 1990 durante su visita apostólica a Velehrad, en Checoslovaquia —sede de la tumba de San Metodio, co-patrono de Europa junto con los Santos Cirilo y Benito— el Santo Padre anunció su deseo de convocar una Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos, con la finalidad de discernir el kairos de la situación creada por los grandes cambios ocurridos en Europa y para evaluar la función de la Iglesia en los esfuerzos de renovación y reconstrucción en el continente. La naturaleza especial del Sínodo y su breve período de preparación han requerido varias modificaciones del procedimiento sinodal, por ejemplo, en vez de los documentos Lineamenta e Instrumenum laboris fueron preparadas una breve guía para la reflexión (Itinerarium) y una síntesis (Summarium); fueron introducidos criterios especiales para los delegados episcopales con el fin de permitir una más amplia representación de los obispos de Europa central y del Este, etc. Uno de los eventos más importantes de la preparación fue un simposio presinodal promovido por el Pontificio Consejo para la Cultura. En él se reunieron los intelectuales de Europa occidental y oriental para reflexionar en común sobre el tema del Sínodo. Al mismo tiempo, representantes de la Iglesia ortodoxa y de las principales comunidades cristianas en Europa fueron invitados, en un espíritu de ecumenismo, a participar por primera vez en una asamblea sinodal como “delegados fraternos”. El trabajo de la Asamblea Especial culminó con la publicación de una Declaratio, en la cual los padres sinodales delinearon un programa para la nueva evangelización de Europa, dirigiendo un llamado a todos los ciudadanos europeos en favor de la solidariedad universal. Sucesivamente, fue nombrado un grupo encargado de estudiar el mejor modo de llevar a la práctica las conclusiones de la Declaración a través de la revisión de los estatutos del Concilium Conferentiarum Episcoporum Europae (C.C.E.E.), ante las circunstancias del momento. Padres sinodales: 137
Sesiones: 10 de abril - 8 de mayo de 1994 Tema: La Iglesia en África y su misión evangelizadora hacia el año 2000: ‘Seréis mis testigos’ (Hch 1, 8). El 6 de enero de 1989 el Santo Padre anunció su intención de convocar esta asamblea especial e instituyó una comisión preparatoria formada principalmente por miembros del Episcopado africano. En el mes de junio siguiente a este grupo, ampliado para constituir el Consejo de la Secretaría General, fue encomendada la preparación de la asamblea sinodal. En ocasión del encuentro de los representantes del Episcopado africano en Lomé (Togo), en julio de 1990, fueron publicados los Lineamenta, que “delineaban” el tema del Sínodo, iniciando así un período de oración y de reflexión a nivel local. Las respuestas de las Iglesias locales fueron utilizadas para formular el “documento de trabajo” de la Asamblea especial o Instrumentum laboris, difundido durante la novena visita pastoral del Santo Padre a África, en Kampala (Uganda), en febrero de 1993. Utilizando este documento como punto de referencia, los Padres sinodales trataron en la sesión, que duró casi un mes, el tema general de la Evangelización desde las siguientes perspectivas: 1. Proclamación del mensaje; 2. Inculturación; 3. Diálogo; 4. Justicia y paz; 5. Medios de Comunicación Social. Además del animado y profundo debate sobre el tema durante las varias fases de la actividad sinodal, momentos significativos de la Asamblea Especial fueron las ceremonias de apertura y de clausura, que incorporaron muchos elementos de la tradición litúrgica africana. La documentación resultante incluye un largo “Mensaje al Pueblo de Dios”, distribuido al término de la Asamblea Especial y la Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in Africa, firmada y presentada a la Iglesia en ocasión de la visita sinodal en África del Santo Padre, desde el 14 hasta el 20 de septiembre de 1995, durante fase celebrativa de la Asamblea Especial. Un Consejo postsinodal, elegido por la Asamblea Especial, ofrece continuamente asistencia a la Secretaría General. Su tarea es la de evaluar el impacto y la aplicación de la Exhortación Apostólica postsinodal en la Iglesia local. El Consejo ha redactado una comunicación que fue enviada a todos los Obispos de África, a los Superiores de los Dicasterios de la Curia Romana y a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo, además de a otras personas interesadas. Este Consejo se reúne periódicamente para evaluar la situación y para alentar a los Obispos de África en la aplicación de los ricos contenidos del documento. Padres sinodales: 242
Sesiones: 2 - 29 de octubre de 1994 Tema: La vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo. El 30 de diciembre de 1991 el Santo Padre anunció la convocatoria de una asamblea sinodal sobre el tema de la vida consagrada. Algunos han interpretado este gesto como una conclusión lógica de la consideración de los estados de vida en la Iglesia, iniciada con las dos asambleas ordinarias precedentes sobre el laicado y sobre el sacerdocio. El período de oración y de reflexión que precedió a la Asamblea sinodal fue particularmente fecundo, dando lugar a intensos intercambios no sólo en los institutos de vida consagrada y en las sociedades de vida apostólica, sino también en organismos nacionales e internacionales, para no hablar de las diversas iniciativas individuales y de grupo, conjuntamente con la jerarquía de la Iglesia y los diversos Dicasterios de la Curia Romana. Los Padres sinodales trataron un gran número de argumentos inherentes al tema y escucharon atentamente las numerosas intervenciones efectuadas por muchos auditores. Digno de mención es el hecho de la participación de un elevado número de Padres sinodales pertenecientes a congregaciones religiosas, el nombramiento de una religiosa y de un religioso como Secretarios Especiales Adjuntos y de un elevado número de mujeres y hombres de la vida consagrada como teólogos y oyentes. El 25 de marzo de 1996 fue publicada la Exhortación Apostólica postsinodal Vita consecrata. Padres sinodales: 245
Sesiones: 26 de noviembre - 14 de diciembre de 1995 Tema: Cristo es nuestra esperanza: renovados en su espíritu, solidarios somos testigos de su amor. Considerando las particulares necesidades de la Iglesia en el Líbano, debidas al prolongado período de guerra, el Santo Padre anunció el 6 de junio de 1991 su intención de convocar una Asamblea Especial para el Líbano del Sínodo de los Obispos. Después de algunas reuniones preliminares con los patriarcas de las Iglesias Orientales del Líbano, fue constituido un Consejo de diez miembros, representantes de las seis Iglesias católicas sui iuris en el Líbano, para participar en la necesaria tarea de preparación. Al mismo tiempo, fue nombrado un obispo libanés como coordinador “in loco”. Los Lineamenta de la Asamblea Especial fueron publicados el 13 de marzo de 1993, dando comienzo a la fase de oración y de reflexión sobre el tema sinodal por parte de las diócesis locales y de los diversos organismos eclesiales en el Líbano, período que se prolongó hasta el 1 de Noviembre de 1994. Las respuestas a los Lineamenta fueron incorporadas al Instrumentum laboris, “documento de trabajo” de la Asamblea Especial, que sirvió como punto de referencia durante la asamblea sinodal. El 12 de diciembre fue distribuida a los padres sinodales una versión con notas del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, publicado con el auspicio del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos. La Exhortación Apostólica sinodal Una esperanza nueva para el Líbano fue publicada el 10 de mayo de 1997, con ocasión de la visita del Santo Padre al Líbano para la fase celebrativa de la Asamblea Especial. Una traducción árabe del documento, preparada por la Asamblea de los Patriarcas y de los Obispos del Líbano (A.P.E.C.L.), fue publicada en 1998. El Consejo postsinodal, fruto de esta asamblea especial, continúa a reunirse para evaluar el impacto y la aplicación de la Exhortación Apostólica postsinodal en el Líbano. En el año 2003 fue preparado un informe sobre este argumento, el cual fue enviado a toda la jerarquía eclesiástica del Líbano, a los Superiores de los Dicasterios de la Curia Romana, a los Patriarcas, a los Arzobispos y Metropolitas de las Iglesias Orientales sui iuris, a los Presidentes de las Conferencias Episcopales en todo el mundo y a otros organismos interesados. Padres sinodales: 69
Sesiones: 16 de noviembre - 12 de diciembre de 1997 Tema: Encuentro con Jesucristo vivo: camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América. En la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente, el Santo Padre ha expresado su deseo de continuar el movimiento sinodal a nivel continental, comenzado con las Asambleas Especiales para Europa (1991) y para África (1994), y de convocar asambleas sinodales especiales, incluyendo la Asamblea Especial para América, como parte del programa que conducirá a la celebración del Gran Jubileo del Año 2000. El 12 de junio de 1995 fue nombrado un Consejo presinodal para colaborar en la preparación de la Asamblea Especial. Con su asistencia, los Lineamenta fueron publicados el 3 de septiembre de 1996 y el Instrumentum laboris el 10 de septiembre de 1997. Durante la asamblea, los Padres sinodales examinaron los diversos aspectos de la vida eclesial y de la sociedad en el continente americano y buscaron los mejores caminos y medios para dar la posibilidad a los pueblos de América de encontrarse con Jesucristo. Con este fin, debatieron acerca de la relación entre el Evangelio y la cultura y sobre los importantes conceptos de conversión, comunión y solidaridad, para responder a los grandes desafíos de la sociedad contemporánea en el continente. Al término de la Asamblea Especial los Padres sinodales publicaron, como de costumbre, el Nuntius o “Mensaje al Pueblo de Dios”. Un Consejo postsinodal, elegido durante la asamblea se reunió en varias ocasiones para evaluar los resultados del Sínodo y asistir al Papa en la redacción de la Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in America. Este documento fue promulgado por el Santo Padre el 23 de enero de 1999, durante la fase celebrativa de la Asamblea Especial en Ciudad de México. Muchos participantes sinodales provenientes de todas partes del continente asistieron a la liturgia eucarística celebrada en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Después, el Consejo postsinodal se reunió en varias oportunidades para evaluar la aplicación del documento y para estimular a los Obispos en sus iniciativas en el continente, en respuesta al documento postsinodal. En el año 2002, fue preparado un informe sobre este argumento, el cual fue enviado a los miembros de la jerarquía eclesiástica en América, a los Superiores de los Dicasterios de la Curia Romana, a los Patriarcas, a los Arzobispos Mayores y Metropolitas de las Iglesias Orientales sui iuris, a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo y a otros organismos interesados. Padres sinodales: 233
Sesiones: 19 de abril - 14 de mayo de 1998 Tema: Jesucristo el Salvador y su misión de amor y de servicio en Asia: ‘... para que tengan vida y la tengan en abundancia’ (Jn 10, 10). En la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente, el Santo Padre anunció su intención de convocar asambleas sinodales especiales a nivel continental como parte del programa de preparación del Gran Jubileo del año 2000. El 10 de septiembre de 1995, el Santo Padre instituyó un Consejo presinodal para la Asamblea Especial para Asia, formado principalmente por cardenales, arzobispos y obispos de Asia. Una de sus tareas fue la de asistir a la Secretaría General en la redacción de los Lineamenta, difundidos el 3 de septiembre de 1996, y del Instrumentum laboris, publicado el 13 de febrero de 1998. Durante la Asamblea Especial, los Padres sinodales, teniendo en consideración el hecho de que la Iglesia es una pequeña pero vivaz grey en el continente asiático, donde están presentes las Grandes Religiones del Mundo, concentraron su atención en la unicidad de la persona de Jesús, el Salvador, y sobre la vida abundante que él ofrece, en el contexto de la planificación de la nueva evangelización de parte de la Iglesia. Fue especialmente considerado el modo con el cual la Iglesia, a través de un plan pastoral concreto, puede continuar la misión del Señor, una misión de amor y servicio en Asia. Al final, los Padres sinodales publicaron un Nuntius o “Mensaje al Pueblo de Dios”, en el que se tratan diversos puntos del tema sinodal. Como resultado de la asamblea sinodal fue constituido un Consejo postsinodal. Habiéndose reunido en diversas ocasiones, este consejo ofreció su asistencia en el estudio de las recomendaciones propuestas por la asamblea especial y colaboró en la redacción de la Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in Asia. Dicho documento fue firmado por el Santo Padre el 6 de noviembre de 1999, en la Catedral del Sagrado Corazón, durante la fase celebrativa, del 5 al 8 de noviembre 1999 en Nueva Delhi (India). Desde entonces, el Consejo postsinodal se ha reunido periódicamente para evaluar la distribución y aplicación del documento en la Iglesia en Asia. En el año 2002, fue preparado un informe sobre el argumento, el cual fue enviado a la jerarquía eclesiástica en el Continente asiático, a los Superiores de los Dicasterios de la Curia Romana, a los Patriarcas, a los Arzobispos Mayores y Metropolitas de las Iglesias Orientales sui iuris, a los Presidentes de las Conferencias Episcopales y a otros organismos interesados. Padres sinodales: 191
Sesiones: 22 de noviembre - 12 de diciembre de 1998 Tema: Jesucristo y los pueblos de Oceanía: siguiendo su camino, proclamando su verdad y viviendo su vida. La Asamblea Especial para Oceanía fue la tercera asamblea continental o regional de la serie anunciada por el Santo Padre en la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente en el contexto del Jubileo del Año 2000. El 7 de junio de 1996, el Santo Padre nombró el Consejo presinodal constituido principalmente por obispos de Oceanía. En una serie de encuentros en Roma y en Wellington, Nueva Zelanda, este Consejo ofreció su colaboración en la redacción del texto de los Lineamenta, en la elaboración de los criterios de participación y en la composición del Instrumentum laboris. Una característica peculiar de esta Asamblea Sinodal fue que todos los obispos de la región participaron como miembros ex officio. Para reducir las dificultades del viaje y limitar la ausencia de los obispos de sus Iglesias locales, se tomaron las medidas necesarias para que las visitas ad limina se hicieran en concomitancia con la Asamblea Especial. A pesar de las grandes diferencias entre las varias situaciones pastorales de la región, durante los trabajos sinodales se observaron muchas preocupaciones comunes; como por ejemplo, la inculturación del Evangelio, un renovado interés por la catequesis y la formación, la revitalización de la fe de los creyentes, la atención pastoral de la juventud, de los emigrantes y de los nativos. Todo ello fue considerado a la luz de la persona de Jesucristo, el camino, la verdad y la vida. El 11 de diciembre de 1998, los miembros de la Asamblea Especial eligieron un Consejo postsinodal, al cual se agregaron tres miembros nombrados por el Santo Padre. Este Consejo se reunió en varias oportunidades para discutir las reacciones frente a la Asamblea Especial y para prestar su colaboración al Santo Padre en la redacción de la Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in Oceania. Dicho documento fue finalmente promulgado el 22 de noviembre de 2001, en una importante e histórica ceremonia en el Vaticano, durante la cual el texto de la exhortación apostólica fue simultáneamente transmitido a través de internet a todas las diócesis de la región. Ecclesia in Oceania es el primer documento papal promulgado a través de internet en la era del computer. Padres sinodales: 117
Sesiones: 1-23 de octubre de 1999 Tema: Jesucristo viviente en su Iglesia, fuente de esperanza para Europa. La Segunda Asamblea Especial para Europa es la última de la serie de Asambleas Sinodales continentales convocadas por el Santo Padre en su Carta Apostólica Tertio millennio adveniente, como preparación al Gran Jubileo del Año 2000. Aunque la Primera Asamblea Especial para Europa tuvo lugar en 1991 - hace menos de una década - nuevas situaciones sociales y culturales, presentes en el continente tras los cambios políticos acontecidos en el Este, han creado desafíos pastorales que motivaron la convocación de una Segunda Asamblea Especial para Europa. El 9 de febrero de 1997 el Santo Padre nombró el Consejo presinodal para colaborar en la preparación de esta Asamblea Sinodal. Este Consejo, con la asistencia de teólogos europeos y del personal de la Secretaría General, publicó los Lineamenta (primavera de 1998) y el Instrumentum laboris (21 de junio de 1999) de la Asamblea Especial. En el curso de la Segunda Asamblea Especial, los padres sinodales prestaron atención a las diversas realidades de la Iglesia en Europa y al particular momento histórico en relación a la unidad del continente. El tema de Jesucristo, viviente en su Iglesia, dominó la discusión sinodal sobre las raíces culturales del continente y, al mismo tiempo, constituyó una fuente de esperanza en la construcción de una nueva Europa sobre el fundamento de la fe. El Consejo postsinodal, elegido durante la asamblea, se ha reunido en varias ocasiones para analizar los resultados del Sínodo y para ofrecer su colaboración al Santo Padre en la redacción de la Exhortación postsinodal Ecclesia in Europa, promulgada en el Vaticano el 28 de junio de 2003, durante las primeras Vísperas de la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. En el año 2004, el Consejo postsinodal se reunió para comenzar el proceso de evaluación del impacto y la aplicación de Ecclesia in Europa en el continente. Padres sinodales: 117
Sesiones: 30 de septiembre - 27 de octubre de 2001 Tema: El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo. Para preparar la X Asamblea General Ordinaria, el IX Consejo Ordinario de la Secretaría General se ha reunido periódicamente para colaborar en el proceso de consulta para definir el tema y para tomar parte en la redacción de los Lineamenta, enviados el 16 de junio 1998 a los obispos de todo el mundo y a los que normalmente son contactados en la consulta. Las respuestas han sido analizadas a continuación y tomadas en consideración por el Consejo para redactar el Instrumentum laboris, que se hizo público el 1 de junio del 2001. Esta asamblea sinodal ha centrado su reflexión en la persona y el papel del obispo en su diócesis, a la luz del inicio del Tercer Milenio. El 26 de octubre de 2001, la asamblea sinodal eligió los miembros del X Consejo Ordinario de la Secretaría General, a quienes se agregaron otros tres miembros especialmente nombrados por el Santo Padre. En las diversas reuniones de este Consejo fue analizado el material que resultó del proceso sinodal, especialmente las Proposiciones, para ofrecer una adecuada colaboración al Santo Padre en la redacción de la Exhortación Apostólica postsinodal Pastores gregis. Dicho documento fue promulgado el 16 de octubre de 2003, en coincidencia con el vigésimo quinto aniversario de la elección del Sumo Pontífice. Padres sinodales: 247
En programa: 2 - 29 octubre de 2005 Tema: La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia. Considerando la opinión de los miembros del X Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, basada a su vez en la consulta a las Conferencias Episcopales de todo el mundo y a otros organismo interesados, el Santo Padre decidió convocar la Undécima Asamblea General Ordinaria para tratar el tema de la Eucaristía. Merece una especial atención el hecho que la decisión del Papa tuvo lugar poco tiempo después de la publicación de su encíclica sobre el mismo argumento. Esta asamblea sinodal fue convocada por el Santo Padre para promover la reflexión pastoral de los obispos de todo el mundo sobre un tema de vital importancia en la vida y la misión de la Iglesia. Los Lineamenta, elaborados por el X Consejo Ordinario de la Secretaría General con la asistencia de teólogos, fueron enviados el 31 de marzo de 2004 a las Conferencias Episcopales, a las Iglesias Orientales sui iuris, a los Superiores de los Dicasterios de la Curia Romana, a la Unión de los Superiores Generales y a otros organismos competentes. Se esperan las respuestas a las preguntas contenidas en el mencionado documento para preparar el Instrumentum laboris. |
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