San Remigio fue el gran apóstol de los franceses, célebre por su sabiduría, su admirable santidad y sus muchos milagros. Al poco tiempo de ser ordenado sacerdote, ya era considerado como uno de los mejores oradores de su época, y cuando tenía sólo 22 años, fue elegido Obispo, cargo que desempeñó con energía y entrega a la misión por cerca de 70 años.
Por intersección y oraciones de su esposa, la Reina Clotilde, el Rey de los franceses Clodoveo se convirtío al cristianismo, y tuvo como director espiritual a San Remigio. Su elección por Cristo fue apoyado y seguido por sus súbitos quienes al saber de la conversión de su rey, decidieron abandonar la idolagría a los dioses paganos.
Fue ahí, donde San Remigio y sus sacerdotes se dedicaron con todo empeño a enseñar los principios elementales de la fe tanto al rey como a los súbitos que deseaban bautizarce. A los pocos meses, el rey y 2300 súbitos fueron bautizados en una sencilla ceremonia presidida por el santo Obispo.
San Remigio además empezó a predicar la Buena Nueva en el pueblo a fin de combatir a los herejes y paganos. También ayudó al hermano pobre y necesitado, y su solidaridad y servicio se extendió incluso por aquellos que no profesaban la religión cristiana. Dios le concedió el don de hacer curaciones y anunciar lo que iba a suceder en lo futuro.
Murió en el año 530 a la edad de 90 años.