Hemos considerado el rito de la circuncisión, al que Jesús fue sometido, a través del ministerio de José. La circuncisión era el signo de la alianza; Jesús, asumiendo en su cuerpo un tal signo, le daba cumplimiento, o sea realizaba lo significado, siendo Él la verdadera alianza.
Cuando el ángel “introduce a José en el misterio de la maternidad de María”, “se dirige a José como el “esposo de María”, a aquel que, a su tiempo, tendrá que imponer ese nombre al hijo que nacerá de la Virgen de Nazaret, desposada con él. El mensajero se dirige, por tanto, a José, hijo de David, confiándole la tarea de un padre terreno respecto al hijo de María” (RC, n.3).
Al momento de la Anunciación del ángel a José, mientras se le ordena “tomar consigo a su esposa”---que José hubiera querido abandonar por respeto hacia “aquel que había sido concebido por obra del Espíritu Santo”---se le reconoce al mismo tiempo la autoridad paterna sobre el Niño y se le indica el nombre que le debe imponer. El nombre lo escoge y lo decide Dios Padre, habiendo Él engendrado al Hijo antes de todos los siglos, pero lo corresponderá a José, elegido por Dios participar en la suma dignidad de la paternidad divina, poner el nombre al niño que María, su esposa, parirá: “Dará a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús, porque él salvara a su pueblo de sus pecados (Mt. 1, 21). “Era este un nombre conocido entre los israelitas, y, a veces, se ponía a los hijos. En este caso, sin embargo, se trata del Hijo que, según la promesa divina, cumplirá plenamente el significado de este nombre: Jesús- Yehosua”, que significa. Dios salva” (RC, n. 3).
José, obedeciendo la orden angélica, “Tomó consigo a su esposa… dio ella a luz un hijo a quien le puso por nombre Jesús” (MT 1, 25). Treinta años después, Juan el Bautista presentará a Jesús a las multitudes, diciendo: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1, 29). Sin duda es grande esta figura que introduce públicamente la misión salvífica de Jesús, pero es todavía mas grande José, a quien el ángel reveló, desde el inicio, la identidad del niño y su misión salvadora, confiándole la tarea de proclamarlo con la imposición del nombre.
“Este nombre es el único en que se halla la salvación” y “Para que toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos” (Flp. 2, 10). “Al imponer el nombre, José declara su paternidad legal sobre Jesús y, al proclamar el nombre, proclama también su misión salvadora” (RC, n.12).
San José ha sido el primer anunciador del Evangelio---que es la salvación---el primero en pronunciar oficialmente al mundo el nombre de Jesús y en proclamar su misión de Salvador.