Mientras llegamos a la temporada de convenciones, varios grupos de hispanos planean proponer planes de acción a los republicanos y los demócratas.
De acuerdo a un reciente artículo del McClatchy News Service, Hector Sanchez, el líder de este grupo le dijo a McClatchy que “ambos partidos necesitan ganar el voto latino”.
Y ciertamente eso es verdad.
El artículo también indicaba que los asuntos presentados a cada partido se concentraban en la necesidad de la reforma de la inmigración, la oposición a leyes de inmigración como la de Arizona, los asuntos de salud y educación, y el incremento de la fuerza de trabajo hispana en el gobierno federal.
Nadie negaría que los asuntos como la inmigración y la educación son importantes para la comunidad hispana, pero en esa lista faltan asuntos fundamentales que le importan a la gran población católica hispana: los temas de la libertad religiosa y el derecho a la vida.
Hay un peligro al acecho de los votantes hispanos. Con más de 50 millones de hispanos en los Estados Unidos –incluyendo 20 millones de votantes registrados– ellos son una fuerza política a tener en cuenta. Pero mientras la comunidad hispana decide qué asuntos motivarán su voto en noviembre, debe estar atenta a no intercambiar sus valores fundamentales por promesas políticas.
El pensamiento convencional y la política, como de costumbre, ofrece a los votantes hispanos nada menos que un pacto faustiano en el que votan por las mismas promesas que ya han escuchado antes sobre la inmigración de parte de candidatos cuyas acciones políticas los ponen fundamentalmente contra los valores fundamentales de la comunidad hispana.
Pese al que de que nuestra encuesta de los Caballeros de Colón y los Maristas reveló que los estadounidenses apoyarían una reforma de inmigración integral, las soluciones propuestas por Washington son muy poco sistemáticas o demasiado extremas como para conseguir un apoyo masivo.
Para los hispanos que votaron solamente sobre el asunto de la inmigración hace cuatro años, los resultados no han sido lo que esperaban. No se ha propuesto una reforma integral de la inmigración y tampoco se ha implementado.
Pero mientras los hispanos podrían estar desilusionados por la falta de progreso en el frente de la inmigración, tienen una razón para alarmarse en términos de la actitud del gobierno hacia su religión y sus valores.
Nuestra encuesta en mayo también dio a conocer que el 60 por ciento de los latinos consideran que el aborto “es moralmente malo” y 73 por ciento afirma que la libertad religiosa debe protegerse incluso si entra en conflicto con otras leyes.
Sin embargo estos valores están bajo un asalto federal sin precedentes.
Está el mandato del Servicio de Salud que forzará a las organizaciones católicas a cubrir fármacos abortivos, la esterilización y la anticoncepción. Hubo un intento del gobierno federal de tratar de redefinir quién puede servir a la Iglesia como ministro en el caso de Hosanna Tabor vs EEOC.
Y estaba el hecho de que –porque la Iglesia Católica no se vende al aborto– el gobierno bloqueó los fondos de la Oficina de los Obispos Católicos de Migración y Refugiados, que trabajaba para asistir a mujeres que han sufrido la trata de personas.
En otras palabras, los hispanos han visto por parte de algunos de los mismos políticos que afirman apoyar a los inmigrantes hispanos una política local en Estados Unidos que es abiertamente hostil a sus valores.
De acuerdo a la Pew Foundation, en el ambiente actual económico, cultural y de inmigración, en la que muchos de los inmigrantes están regresando a México –la mayoría voluntariamente– tanto como aquellos que van a Estados Unidos desde México.
Para los hispanos de países con una fuerte historia de intolerancia política a la religión – ya sea México, El Salvador o Cuba – estos desarrollos deben ser muy intensos.
Por supuesto, a diferencia de diversas realidades históricas en esos países, la gente viviendo aquí tiene derechos legales y puede votar para salvaguardar sus valores. La comunidad hispana debe tomar sus convenciones en las siguientes semanas y acercarse a las urnas en noviembre para exigir que sus derechos y su cultura sean respetados.
Pero los votantes hispanos deben preguntar qué valor hay en la repetida promesa política rota de la reforma integral de inmigración, cuando se da a costa de la identidad cultural fundamental.
Con su creciente influencia política, deben exigir que los políticos apoyen políticas que aseguren que las futuras generaciones de inmigrantes hispanos a los Estados Unidos encuentren un país que apoye sus valores: no sólo que se les pida someter sus valores religiosos en la frontera como el precio de su admisión.
Forzar a los inmigrantes a someter sus valores en la frontera –como ocurre cada vez más– es no multiculturalismo, es lo opuesto a eso.
Los líderes hispanos y los votantes hispanos deben estar preocupados por crear una solución a largo plazo, integral: pero esa solución no debe venir con el costo de los valores que su comunidad considera sagrados. Los votantes hispanos están en posición para exigir que si los políticos verdaderamente se preocupan por los inmigrantes hispanos, deben mostrarlo apoyando las políticas acordes a los valores de la comunidad hispana: valores que apoyan la fe, la familia y la vida.
Trabajar para ordenar la inmigración, pero ignorando otros asuntos, es la ruta más corta posible a la destrucción de la cultura hispana y los valores. Los hispanos merecen algo mejor y deben exigir algo mejor, y sus valores –no sólo su presencia– debe ser la base para su voto.
Como dijo el Papa Benedicto XVI en 2009 “normalmente son las minorías creativas las que determinan el futuro, y en este sentido la Iglesia Católica debe entenderse a sí misma como una minoría creativa que tiene una herencia de valores que no son cosas del pasado, sino realidad muy viva y relevante. La Iglesia debe actualizarse, estar presente en el debate público, en nuestra lucha por un verdadero concepto de libertad y paz”.
Los católicos en Estados Unidos necesitan hacer exactamente esto y los hispanos están bien ubicados para ser la minoría creativa dentro de la minoría creativa católica.