El Papa Francisco retomó hoy sus acostumbradas audiencias generales de los miércoles en el Vaticano recordando la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró a finales de julio en R{io de Janeiro en Brasil y, desde la Plaza de San Pedro que congregó a unas 70 mil almas, explicó que un joven que acoge el amor de Cristo se convierte en una verdadera esperanza para el mundo, para transformarlo a partir de su Evangelio.
Antes de iniciar su meditación, el Santo Padre agradeció a Dios por los intensos días vividos en Brasil, a los pies de Nuestra Señora de Aparecida, la Patrona de esa nación, y se refirió a tres palabras que deben guiar la reflexión: acogida, fiesta y misión.
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Sobre la acogida, el Papa dijo que es gesto "de las familias brasileñas y de las parroquias fue una de las características más bonitas de esta JMJ (…) Nacen lazos que luego, se mantienen, sobre todo en la oración. También así crece la Iglesia en todo el mundo, como una red de verdaderos amigos en Jesucristo, una red que te prende y a la vez te libera. Así pues, acogida, esta es la primera palabra que surge de la experiencia del viaje a Brasil".
El Papa Francisco dijo luego que la Jornada Mundial de la Juventud "es siempre una fiesta", pero "después está la fiesta más grande que es la fiesta de la fe, cuando alabamos al Señor juntos, cantando, escuchando la Palabra de Dios, permaneciendo en silencio de adoración: todo esto es la culminación de la JMJ, es el verdadero propósito de esta peregrinación, y se vive de una manera particular en la gran Vigilia del sábado por la noche y en la Misa final".
"Ésta es pues la gran fiesta, la fiesta de la fe y de la fraternidad, que inicia en este mundo y que no tendrá fin. ¡Pero esto sólo es posible con el Señor! ¡Sin el amor de Dios no hay verdadera fiesta para el hombre!"
El Papa resaltó luego que "no puede faltar un tercer elemento: la misión. Esta JMJ se caracterizó por un tema misionero: 'Vayan y hagan discípulos de todas las naciones'. Hemos oído la palabra de Jesús: es la misión que nos ha dado a todos. Es el mandato de Cristo resucitado a sus discípulos: '¡Vayan!', salgan de sí mismos, de toda cerrazón para llevar la luz y el amor del Evangelio a todos, hasta las extremas periferias de la existencia!"
"Y fue precisamente ese mandato de Jesús que he confiado a los jóvenes que llenaban la inmensa playa de Copacabana. Un lugar simbólico, la orilla del océano, que parecía sugerir la orilla del lago de Galilea. Sí, porque aún hoy en día el Señor repite: 'Vayan...' y agrega: 'Yo estoy con vosotros, todos los días ...'. Esto es fundamental. Sólo a través de Cristo podemos llevar el evangelio. Sin Él no podemos hacer nada, nos lo ha dicho Él mismo".
El Santo Padre resaltó que con Cristo "podemos hacer mucho. Incluso un chico, una chica, que a los ojos del mundo cuenta poco o nada, ante los ojos de Dios es un apóstol del Reino, ¡es una esperanza para Dios! A todos los jóvenes quisiera preguntar con fuerza: ¿Quieren ser una esperanza para Dios? ¿Quieren ser una esperanza para la Iglesia?"
"Un joven corazón que acoge el amor de Cristo, se convierte en esperanza para los otros, ¡es una fuerza inmensa! ¡Vosotros chicos y chicas, todos los jóvenes deben transformarse en esperanza! Abran las puertas hacia un mundo nuevo de esperanza. Ésta es su misión ¿Quieren ser esperanza para todos nosotros? Pensemos en lo que significa aquella multitud de jóvenes que han encontrado a Cristo resucitado, en Río de Janeiro, y llevan su amor en la vida de cada día, lo viven, lo comunican. No terminan en los periódicos, porque no cometen actos violentos, no hacen escándalos, y por lo tanto no son noticia"
El Pontifice dijo además que si los jóvenes "permanecen unidos a Jesús, construyen su Reino, construyen fraternidad, comparten obras de misericordia, ¡son una fuerza poderosa para que el mundo sea más justo y más hermoso, para transformarlo! Pido ahora a los chicos y chicas: ¿tienen ustedes la valentía de asumir este reto? ¿Se animan para ser esta fuerza de amor y de misericordia que tiene el coraje de querer cambiar el mundo?"
"Queridos amigos, la experiencia de la JMJ nos recuerda la verdadera y gran noticia de la historia, la Buena Nueva, a pesar de que no aparece en los periódicos y en la televisión: somos amados por Dios, que es nuestro Padre y que envió a su Hijo Jesús para que estuviera cerca de cada uno de nosotros y nos salve. A salvarnos y a perdonarnos todo, porque Él siempre perdona. Porque Él es bueno y misericordiosos".
Para concluir el Santo Padre afirmó que la acogida, la fiesta y la misión no deben ser "solo un recuerdo de lo que sucedió en Río, sino que sean el alma de nuestra vida y la vida de nuestras comunidades. Gracias".