La película Oppenheimer triunfó en los premios Oscar del 2024, obteniendo la estatuilla dorada en 7 categorías, incluyendo mejor película, mejor director, y mejor actor, entre otros. Este éxito cinematográfico retrata la vida de Robert Oppenheimer, el físico teórico detrás del Proyecto Manhattan, el cual condujo al desarrollo de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial.
A lo largo de las décadas, la Iglesia Católica ha condenado históricamente el uso de la bomba y las armas nucleares, reflexionando sobre el papel de la ciencia, la responsabilidad moral y las decisiones que pueden impactar en la humanidad en su totalidad.
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El 8 de febrero de 1948, durante un discurso dirigido a los miembros de la Pontificia Academia de las Ciencias, el Papa Pío XII calificó la bomba atómica como “el arma más terrible que la mente humana ha ideado hasta ahora”.
Y es que —como lo señaló con firmeza el Concilio Vaticano II— para la Iglesia Católica “toda acción bélica que tienda indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones” (Gaudium et spes, 1965).
Oppenheimer, dirigida por el británico-estadounidense Christopher Nolan, basó su guión en el libro American Prometheus, una biografía de Robert Oppenheimer de 2005 que narra los entretelones de los ensayos nucleares realizados en Estados Unidos para la construcción de la bomba.
Las pruebas se llevaron a cabo principalmente en Los Álamos, en el estado de Nuevo México, a partir de 1941, luego de que Albert Einstein advirtiera al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, de que Alemania estaba intentando desarrollar una bomba de fisión.
El 16 de julio de 1945, se realizó en la zona remota de Alamogordo la prueba definitiva de la bomba, catalogada como “Trinity”, generando una explosión con una energía de 19 kilotones, equivalentes a 19.000 toneladas de trinitrotolueno (TNT).
Oppenheimer, quien observó la prueba, comentó posteriormente —en un video que aún puede encontrarse en Internet— que la prueba le había recordado una línea del texto sagrado hinduista Bhagavad Gita: “Me he convertido en muerte, en destructor de mundos”.
Menos de un mes después de ejecutarse Trinity, Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, provocando la rendición de Japón durante la Segunda Guerra Mundial después de destruir por completo ambas ciudades y matar a cientos de miles de personas en cuestión de segundos.
Pedido de Pío XII para suspender las pruebas de armas nucleares
El 24 de diciembre de 1955, en su radiomensaje de Navidad, Pío XII abogó por la suspensión de los ensayos de armas nucleares mediante un acuerdo internacional, así como por la renuncia de su uso y por un control efectivo sobre ellas.
Respecto a los experimentos con explosiones atómicas, el Santo Padre advirtió que “con el paso del tiempo podría provocar una densidad de productos radiactivos en la atmósfera” y “generar así condiciones muy peligrosas para la vida de muchos seres”.
El Pontífice recordó, además, que, durante una explosión nuclear, a lo largo de muchos kilómetros cuadrados en la superficie de la tierra se producen “procesos de violencia inimaginable, con la volatilización de materiales y la destrucción total debido a la radiación directa, la temperatura y la acción mecánica, mientras que una enorme cantidad de materiales radiactivos de diferente vida media completan y continúan la ruina por su actividad”.
Como resultado, explicó, “ciudades enteras, incluso entre las más grandes y ricas en historia y arte, aniquiladas; un manto negro de muerte sobre la materia pulverizada, cubriendo a innumerables víctimas con sus miembros quemados, retorcidos, dispersos, mientras otras gimen en la angustia de la agonía”.
Y añadió: “Mientras tanto, el espectro de la nube radiactiva impide cualquier ayuda misericordiosa a los supervivientes, y avanza inexorablemente para suprimir las vidas supervivientes. No habrá grito de victoria, sino sólo el llanto inconsolable de la humanidad, que contemplará desolada la catástrofe debida a su propia locura”.
Su sucesor, San Juan XXIII, Papa que lideró la Iglesia durante la crisis de los misiles soviéticos en Cuba en 1962, también advirtió sobre el peligro de las armas nucleares en su encíclica Pacem in terris y reclamó “que cese ya la carrera de armamentos”.
San Juan Pablo II: el Papa que visitó Japón
Los siguientes pontificados también condenaron la carrera armamentística. Sin embargo, fue San Juan Pablo II el Pontífice que tuvo la oportunidad de visitar Hiroshima en 1978 y Nagasaki en 1981.
El 25 de febrero de 1978, el “Papa peregrino” hizo notar que la carrera armamentística se estaba volviendo incontrolable y amenazaba el futuro de la humanidad.
En el Peace Memorial Park de Hiroshima, Juan Pablo II señaló que Hiroshima y Nagasaki siempre estarán unidas “como las únicas ciudades en el mundo que han tenido la mala fortuna de ser una advertencia de que el hombre es capaz de una destrucción más allá de lo que se pueda creer”.
También afirmó que “sus nombres permanecerán siempre como los nombres de las únicas ciudades de nuestro tiempo que han sido señaladas como un aviso para las generaciones futuras de que la guerra puede destruir los esfuerzos humanos por construir un mundo de paz”.
Según el Papa Wojtyla, “desde aquel aciago día” de los bombardeos sobre Japón, “los arsenales nucleares han aumentado en cantidad y en poder destructor”. “Se continúa la fabricación, pruebas e instalación de armas nucleares. Es imposible predecir las consecuencias totales de una guerra nuclear a gran escala”.
“Aunque sólo una parte de las armas disponibles fuese usada, hemos de preguntarnos si somos de veras conscientes de la espiral que esto podría provocar y si no es una posibilidad real la destrucción pura y simple de la humanidad”, reflexionó.
El Santo Padre subrayó asimismo que “recordar Hiroshima es aborrecer la guerra nuclear” y a la vez es “comprometerse con la paz”.
También pidió a los gobernantes y a quienes detentan el poder político y económico que se comprometan con la paz y tomen “una solemne decisión desde ahora, para que la guerra no sea nunca tolerada”, y trabajen en conjunto “incansablemente por el desarme y la proscripción de las armas nucleares”.
El Papa Francisco y su denuncia sobre el uso de armas atómicas
Más recientemente, el Papa Francisco continuó con el discurso de sus predecesores. Durante su visita a Nagasaki en noviembre de 2019, afirmó que un “mundo en paz, libre de armas nucleares, es la aspiración de millones de hombres y mujeres en todas partes”.
En ese sentido, puntualizó que la Iglesia nunca se cansará de “trabajar e insistir con celeridad en apoyo a los principales instrumentos jurídicos internacionales de desarme y no proliferación nuclear”.
“Con el convencimiento de que un mundo sin armas nucleares es posible y necesario, pido a los líderes políticos que no se olviden de que las mismas no nos defienden de las amenazas a la seguridad nacional e internacional de nuestro tiempo”, recordó.
En mayo de 2023, el Papa Francisco envió una carta al Obispo de Hiroshima, Mons. Alexis-Mitsuru Shirahama, en la que, entre otras cosas, señaló que “el uso de la energía atómica con fines bélicos es, hoy más que nunca, un crimen no sólo contra la dignidad de los seres humanos, sino contra cualquier posible futuro de nuestra casa común”.