El Obispo Emérito de la Diócesis de Yinchuan de la región autónoma de Ningxia (China), Mons. Giovanni Battista Liu Jingshan, falleció el 4 de febrero a la edad de 99 años. Durante casi 20 años estuvo en prisión y fue enviado a un campo de trabajo forzoso por ser considerado un criminal político por las autoridades.
El Prelado es conocido por haber hecho renacer espiritual y materialmente a la Iglesia, en una región donde el catolicismo estaba casi extinguido.
Cuando empezó su trabajo pastoral, la Diócesis de Yinchuan, sólo contaba con dos sacerdotes y un pequeño terreno. Ahora hay 12 sacerdotes que asisten a 15 mil fieles en 14 Iglesias, y 2 congregaciones que cuentan con una veintena de religiosas.
El Obispo Emérito nació el 24 de octubre de 1913, en una familia católica de la Diócesis de Bameng al interior de Mongolia. A los 16 años sintió el llamado a la vocación sacerdotal e ingresó al Seminario Menor, posteriormente durante la ocupación japonesa, se integró al Seminario Mayor para seguir sus estudios en filosofía y teología.
Mons. Liu fue ordenado sacerdote en 1942 y empezó su trabajo pastoral primero como párroco en su diócesis y después en el Seminario Menor.
En 1951 lo apresaron y fue enviado a un campo de trabajo, donde permaneció cuidando cerdos por casi 20 años, hasta su liberación en 1970. Durante nueve años, después de ser liberado, el Prelado permaneció en una casa trabajando en el campo, hasta que retomó las labores pastorales y de enseñanza.
A la edad de 70 años, en el año 1983, se le encargó la Diócesis de Yinchuan, donde solía decir continuamente que “aún debo hacer algo por el Señor, encontraré el camino para construir la Iglesia”, y terminó la construcción de la Catedral de la Diócesis en tres años.
Posteriormente en 1993 fue ordenado Obispo y por su labor pastoral, Mons. Liu es reconocido por ser un verdadero padre de la Iglesia de la región autónoma de Ningxia.
Lo recuerdan por su perseverancia en la obra de reconstrucción de la Iglesia, en medio de un ambiente rígido y desfavorecido en una vasta región, marcada durante años por la revolución cultural china y que cuenta con una amplia presencia musulmana.
El Prelado decía constantemente a sus interlocutores que “no obstante han pasado 19 años de prisionero, amo mi patria, y no sólo la patria, amo también a mi Iglesia”.
Mons. Liu, a medida que se le era permitido, recorría en bicicleta muchos kilómetros de distancia entre pueblo y pueblo, para servir a los fieles y recolectar sus pocos recursos.
El funeral fue celebrado en la catedral Yinchuan, el 18 de enero y el cuerpo ha sido enterrado en la Iglesia de Xuhezhuang, Helan.
Mons. Liu, es uno de los últimos sacerdotes ordenado antes de la aparición del comunismo en China, ha sido un ejemplar testimonio no sólo en una época de la cual los católicos podían profesar libremente su lealtad al Santo Padre, sino también en los momentos de la dura prueba.