Siguiendo una hermosa tradición que se remonta a los siglos V y VI, los fieles de Roma visitan en procesión diferentes iglesias de la capital italiana durante la Cuaresma. Son las llamadas "estaciones cuaresmales", realizadas en algunos de los templos del centro histórico de la ciudad donde aún se conserva la memoria de los mártires.
Las estaciones son un antiguo rito que invita a los fieles a detenerse para meditar sobre la Pasión del Señor antes de continuar con sus actividades cotidianas.
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Antiguamente, en Roma existían estaciones para los distintos tiempos litúrgicos, como Adviento, Cuaresma y Pascua. Además, se establecieron otras estaciones para las fiestas de ciertos mártires como San Pedro, San Pablo, San Lorenzo, Santa Inés y Santa Cecilia.
Fue el Papa Gregorio Magno quien asignó una iglesia distinta para cada día de la Cuaresma, algo que fueron actualizando los siguientes Pontífices.
Cuando comenzaron a realizarse estas pequeñas peregrinaciones, tenían lugar solamente los martes, miércoles y viernes. Más tarde, el Papa Gregorio estableció una estación para cada día de la Cuaresma.
Los fieles acudían en procesión hasta la iglesia indicada mientras cantaban las letanías de los santos. Al llegar al templo, participaban en una vigilia de oración, que más tarde fue sustituida por la celebración de la Eucaristía, presidida por el Obispo de Roma.
Esta costumbre se vio interrumpida en el siglo XVI, cuando la sede papal se trasladó a Aviñón. Sin embargo, volvió a impulsarse durante los años 60 del siglo XX.
De hecho, Benedicto XVI llegó a decir que "la tradición de las estaciones cuaresmales conserva su valor a pesar del paso del tiempo".
Como cada año, la primera estación cuaresmal tuvo lugar el Miércoles de Ceniza, primer día de Cuaresma, en la Basílica Santa Sabina del Aventino. Usualmente tanto la procesión como la Celebración Eucarística son presididas por el Santo Padre.
La última estación tendrá lugar el Jueves Santo en la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma.