El Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, Monseñor Mario Poli, lamentó este jueves 3 de octubre el "particular ensañamiento con el altar" que tuvieron los alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires que profanaron la iglesia de San Ignacio de Loyola, al presidir la misa de desagravio en el templo más antiguo de la Ciudad, colmado de fieles.
El Prelado expresó su disposición a encontrarse con ellos, aunque afirmó que hubo "una grave ofensa a Dios y a los que creemos en Él" y recordó que "las injurias que se cometen en un templo, afectan y hieren en cierta manera a toda la comunidad de los creyentes en Cristo, de quienes el edificio sagrado es signo e imagen".
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"Lo digo con toda libertad: me encantaría encontrarme con ellos; amicalmente, por cierto –dejaría el báculo, para que no crean que voy con un palo…−. Si fuera posible, dejar el túnel de las ideologías y, respetando la diversidad de ideas, me gustaría trazar un puente que nos una y practicar con ellos el antiguo arte del diálogo humano. Sentarnos, mirarnos a la cara, escucharnos y matear si las circunstancias lo permiten: es muy probable que podamos aprender unos de otros", subrayó.
"Por mi parte, les hablaría de Jesús y sus ganas de encontrarse con ellos… Si bien es cierto que no se pasa gratuitamente el límite que marca la razonable convivencia humana, −no sin dejar huellas de violencia y ahondar las diferencias hasta el desencuentro más cruel−, sin embargo, mirando hacia el futuro e imaginando mejores espacios de convivencia entre los argentinos, sobre todo entre los jóvenes, les propondría apostar a la cultura del encuentro, como nos invita el papa Francisco, que movido con la audacia que da el Espíritu, hoy nos invita a ser creativos y a no claudicar en la construcción de un mundo más fraterno", agregó.
Monseñor Poli dijo antes que "no nos ha convocado la conmemoración del pasado, ni tampoco la belleza de este templo, ni siquiera sus vínculos a la historia patria o el valioso patrimonio edilicio, sino el triste y deshonroso hecho de su profanación".
"Los que la perpetraron, a su paso, dejaron las huellas de la vieja gramática de la intolerancia, una muestra de incapacidad para aceptar las diferencias", sostuvo.
El Primado argentino insistió en lamentar el "particular ensañamiento" que los autores tuvieron con el altar, "lugar del sacrificio eucarístico, de la santa misa", en el que los alumnos orinaron y pintaron leyendas ofensivas a la Iglesia.
Sin embargo, prefirió hablar de un hecho motivado por el "desconocimiento" de la importancia cultural y religiosa del templo, para no atribuirles "mayores responsabilidades" a los atacantes.
Antes de iniciar la misa, monseñor Poli realizó el ritual de aspersión del agua bendita en los lugares que habían sido profanados, guiado por el párroco, Padre Francisco Baigorria.
La misa fue concelebrada por el nuncio apostólico, monseñor Paul Emil Tscherrig; tres obispos auxiliares y unos 30 sacerdotes.