En sus palabras previas al rezo del Regina Coeli, ante la multitud congregada en la Plaza de San Pedro este domingo, en que se celebra la 50 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, el Papa Francisco recordó que "las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y sólo en la oración pueden perseverar y fructificar".
El Santo Padre pidió rezar particularmente "por los nuevos Sacerdotes de la Diócesis de Roma que he tenido la alegría de ordenar esta mañana".
"El Cuarto Domingo del Tiempo de Pascua está caracterizado por el Evangelio del Buen Pastor – en el capítulo decimo de San Juan –, que se lee cada año. El relato de hoy narra estas palabras de Jesús: 'Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa'.
Francisco indicó que "en estos cuatro versículos se encuentra todo el mensaje de Jesús, está el núcleo central de su Evangelio: Él nos llama a participar en su relación con el Padre, y ésta es la vida eterna".
"Jesús quiere establecer con sus amigos una relación que sea el reflejo de aquella que Él mismo tiene con el Padre: una relación de pertenencia recíproca en la confianza plena, en la íntima comunión".
"Para expresar este entendimiento profundo, esta relación de amistad", dijo el papa, "Jesús utiliza la imagen del pastor con sus ovejas: él las llama y ellas reconocen su voz, responden a su llamado y lo siguen".
"¡Esta parábola es hermosísima! El misterio de la voz es sugestivo: desde el vientre de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz y aquella del papá; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad. ¡La voz de Jesús es única! Si aprendemos a distinguirla, Él nos guía por el camino de la vida, un camino que supera también el abismo de la muerte".
En un cierto punto, indicó el Santo Padre, Jesús dice, refiriéndose a sus ovejas, que "mi Padre que me las ha dado".
"Esto es muy importante", subrayó el Papa, pues "es un misterio profundo, no fácil de comprender: si me siento atraído por Jesús, si su voz calienta mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro de mí el deseo del amor, de la verdad, de la vida, de la belleza".
"¡Y Jesús es todo esto en plenitud! Esto nos ayuda a comprender el misterio de la vocación, especialmente de las llamadas a una especial consagración".
El Papa dijo que "a veces Jesús nos llama, nos invita a seguirlo, pero quizás sucede que no nos damos cuenta que es Él, justo como le pasó al joven Samuel".
"Hoy, aquí en la Plaza hay muchos jóvenes. Quisiera preguntarles: ¿han escuchado a veces la voz del Señor que a través de un deseo, una inquietud, les invitaba a seguirlo más de cerca ? ¿Han tenido ganas de ser apóstoles de Jesús? Es necesario jugarse la juventud por grandes ideales".
El Santo Padre exhortó a cada joven a que pregunte "a Jesús qué cosa quiere de ti y sé valiente".
El Papa indicó también que "detrás y antes de cada vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, está siempre la oración fuerte e intensa de alguien: de una abuela, de un abuelo, de una madre, de un padre, de una comunidad… Es por esto que Jesús ha dicho: '¡Rueguen al dueño de los sembrados –o sea a Dios Padre- que envíe trabajadores para la cosecha!'.
"Invoquemos la intercesión de María, que es la Mujer del 'sí'. Ella ha aprendido a reconocer la voz de Jesús desde cuando lo llevaba en el vientre. ¡Que María nos ayude a conocer cada vez mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar en el camino de la vida!", concluyó.